Estamos acostumbrados a muchas promesas no cumplidas por los candidatos. También sabemos de promesas no cumplidas por Ollanta Humala. Sin embargo partamos de que creemos fielmente lo prometido por él:
Prometió respetar el derecho de consulta a los pueblos indígenas antes de ejercer cualquier acción que pueda afectar a sus territorios. Este derecho es señalado por el Convenio 169 de la OIT que es ley peruana de nivel constitucional pues fue votado por el parlamento.
Por otra parte prometió respetar a las empresas multinacionales que están depredando la naturaleza peruana a través de la minería y la agroindustria. Precisamente piensa cumplir sus promesas sociales con el impuesto a las sobreganancias de dichas empresas, a las que ha prometido impulsar. Ese impuesto no será determinado por lo que el gobierno considere justo, sino, como dijo, será concertado con las empresas depredadoras.
Hay mucho que comentar sobre lo que hará el gobierno, pero en un editorial no hay espacio para ello, por lo tanto hablaremos sólo de lo más importante: El modelo de desarrollo.
El Perú es un país agrícola
Tenemos una cultura agrícola forjada durante 10,000 años. Entre otras cosas vivimos en lo que fue uno de los 8 centros mundiales de domesticación de plantas alimenticias. Nuestros antepasados domesticaron 182 especies, entre ellas 3,000 variedades de papa.
Esto no se debe a que seamos más inteligentes que otros, sino a que tenemos la fortuna de vivir en un territorio con diversos climas y microclimas:
Tenemos: Parte de la selva tropical más grande del mundo, la Amazonía. La cordillera andina con su diversidad de alturas; que además tiene la ventaja de estar en dirección norte-sur y no este-oeste, lo que hace que el clima en una altura de 1,500 metros en el norte, cerca a línea ecuatorial, sea diferente del clima a la misma altura en el sur, lejos del ecuador. Tenemos la costa, que pese a su aridez, agrega la vegetación de otros microclimas.
Como si esto fuera poco disfrutamos de una rica fauna marina, pues siendo un país que está en el trópico, por nuestro mar circula la corriente fría de Humboldt, la que provoca que las aguas calientes del fondo asciendan a la superficie, produciéndose por lo tanto no sólo un movimiento horizontal del agua, sino también vertical. Las aguas llevan consigo el fitoplancton y el zooplancton (flora y fauna microscópicas)
que alimentan a gran variedad de peces.
Viviendo en ese paraíso, era natural que nuestras culturas desarrollaran una rica agricultura. El incanato fue sólo la última parte de ese desarrollo, todavía se pueden ver las terrazas o andenes, las ruinas de Tipón que son un poema arquitectónico al agua, las ruinas de Raqchi que muestran restos de gran cantidad de almacenes para las épocas de hambruna. Hubo planificación centralizada de la agricultura a nivel del Tawantinsuyo, que determinaba qué se debía cultivar en cada microzona y a dónde se debía enviar gente para cultivar. Comunidades de media altura enviaban rotativamente parte de su población a la ceja de selva a cultivar coca y otra parte a la alta puna a criar alpacas.
Depredación
Todo esto fue destrozado por la invasión europea. Las huestes de Pizarro tienen el honor de ser los iniciadores de la depredación de nuestro territorio que ahora es continuada en forma y ritmo monstruosos por las empresas multinacionales que tienen como sus sirvientes a los gobiernos de turno.
Los españoles destrozaron la planificación agrícola, rompieron los canales, destrozaron waruwarus (zanjas alternadas con tierras altas en el altiplano para acumular agua en épocas de sequía y contrarrestar el frío de la helada con el calor conservado por el agua), maldijeron a los productos de debajo de la tierra por estar cerca del demonio, principalmente a la papa, pues el demonio había hecho que llevara el mismo nombre que el Santo Padre, por eso cambiaron el nombre a patata, que es el que ha pasado al inglés y otros idiomas, maldijeron a la kiwicha y la coca porque eran adoradas por los nativos.
Parte de la historia de depredación agrícola fue el criminal saqueo del fertilizante guano de isla usado por nuestros antepasados, para fertilizar el suelo de Inglaterra. Por ese saqueo se dice que Castilla fue el mejor presidente del Perú.
Ahora la depredación adquiere características monstruosas. La voracidad de los grandes capitales multinacionales que gobiernan el mundo se lanza ferozmente contra la Madre Tierra. En nombre del progreso roban el agua de la pequeña agricultura que nos alimenta, mediante la minería a cielo abierto que además envenena el agua matando a animales, vegetales y humanos. Roban el agua para hidroeléctricas, amenazando el desalojo de miles de agricultores (Inambari). Roban el agua para la “industria alimenticia” que trabaja para la exportación, nos mata con transgénicos y productos químicos y mata el suelo cultivable con la monoproducción y el uso intensivo de agroquímicos (fertilizantes, insecticidas, herbicidas).
El “progreso” que trae la minería podemos verlo en el departamento más pobre del Perú, Huancavelica, centro minero desde el virreinato o en la Oroya y su paisaje lunar.
El tesoro de la diversidad biológica de la Amazonía se depreda para extraer petróleo y gas envenenando los ríos, talando la selva para la ganadería y el monocultivo, entre otras cosas de biocombustibles para alimentar a los carros.
Las compañías depredadoras tienen a su servicio a los gobiernos que masacran a quienes defienden el medio ambiente, a los grandes medios de difusión en sus manos que cantan loas al “progreso” (progreso de los caudales de las empresas depredadoras).
No estamos contra el desarrollo, defendemos el desarrollo basado en nuestras raíces históricas contra el “desarrollo” colonial que hasta ahora sufrimos. Para ese desarrollo contamos con la sabiduría genética que continúa progresando en manos de nuestros agricultores y de agrónomos que siguen esa línea. En los Andes contamos con el suficiente sol y viento para impulsar las energías solar y eólica. Para exportar contamos con la kiwicha usada por los astronautas y con otros vegetales proteicos muy apreciados en países del norte, como quinua, qañiwa, tarwi (chochos). Además tenemos el tesoro de la biodiversidad amazónica rica en medicinas naturales, de las cuales la quinina que salvó la vida del futuro rey Sol de Francia y la uña de gato no son más que dos ejemplos.
Por las declaraciones de Ollanta Humala, sabemos que continuará con el “desarrollo” extractivista, que impulsará la minería en manos de las empresas multinacionales y que impulsará la agroindustria, ambas depredadoras.
Nosotros, como lo hemos hecho hasta ahora, continuaremos defendiendo a Pachamama al lado de las poblaciones nativas que ofrecen sus vidas por ella, continuaremos defendiendo a los agricultores no indígenas, continuaremos defendiendo a las poblaciones urbanas como Tacna y Moquegua a quienes roba el agua la minería.
Con ello, también estaremos defendiendo la salud de toda la población peruana, incluyendo la familia del presidente, garantizando que disfrute de la sana alimentación que nos brinda la pequeña agricultura y que no sufra los ataques de la “industria alimentaria” que con transgénicos y sustancias químicas sólo busca mayor ganancia para las grandes empresas a costa de la salud de los consumidores.
Si nos equivocamos y Ollanta, inspirado en su nombre indígena, vuelve sus raíces e impulsa el desarrollo basado en la defensa de Pachamama, del Agua, de la Vida, prometemos autocriticarnos en quechua y en castellano.
Editorial de Lucha Indígena nº 60Una mirada no convencional al neoliberalismo y la globalización