Aterrizo en una ciudad sobre la cual me habían contado nebulosos relatos acerca de peligrosidad, criminalidad asfaltando las calles, cielos plúmbeos (plomizos) y belleza anodina, rala, escasa. Yo, que soy más bien descreído y necesito que mis ojos verifiquen la veracidad de los relatos más imaginativos, disiento en gran medida y espero que mis palabras sirvan para describir con justicia lo que yo allí viví. Las comparaciones son odiosas e injustas. Me parece un tanto absurdo recurrir a ellas. Cada lugar tiene su propia caligrafía y sello personal. Lima no es Reijkiavik, ni Amsterdam, París, Londres o Madrid. Pero alberga grandes tesoros ocultos que bien merecen una visita, que merecen mi atención y por ende, un poco de cariño narrativo. Es cierto que la ciudad fundada por Pizarro en el año 1535, aquella “Ciudad de los Reyes” que fuera capital del virreinato de Perú en tiempos de hegemonía española, me recibe con un cielo divorciado de la luz, casi aciago, un tráfico desalmado donde los cláxones son una sinfonía donde cada uno toca su propia partitura. “Lima la gris o la de panza de burro” no me desanima en absoluto, pese a esos epítetos tan desconsiderados. De hecho, me siento motivado y gran parte de responsabilidad en eso la tiene la distinción de su centro histórico, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Desde el minuto uno ya tengo la sensación de que aquello de las “calles peligrosas y amenazas agazapadas tras las cortinas” es una leyenda engrandecida por los miedos populares y un pasado muy turbio que ya se ha extinguido, como las llamas de una hoguera primitiva. Como para limpiar su nombre mancillado, ese PERÚ terriblemente asociado a la banda terrorista Sendero Luminoso, otra hoguera extinguida, me planto en el bonito Parque Kennedy o de los gatos junto al voluminoso grupo turístico donde estoy enrolado en esta ocasión.
Mininos por doquier, más de 150 se estima, corretean a sus anchas. Cualquier prejuicio previo queda erradicado nada más abordar esta área, así como el idílico Parque del amor, con su magnífico puente de Villena oteando el océano. El barrio de Miraflores gusta de la belleza y eso se aprecia en cada rincón. Cada lugar que elijo para hacer fotos es en sí mismo un póster de recuerdo: surfistas por allá, zonas verdes con palmeras, una estatua imponente y muy romántica sobre una fuente esplendorosa: “El beso de los amantes” sobre un púlpito. Tal concepto fue desarrollado por el escultor Víctor Delfín.
Se me antoja la guinda perfecta para un parque que parece diseñado para que el amor brote como una fuente natural. Al fondo, casi tragado por el mar furibundo, una imagen que se me antoja de novela clásica con una mezcolanza singular entre romántica y fantasmal, por solitaria, por surrealista y pintoresca: La Rosa Náutica, un restaurante que “flota” sobre las olas, sobre ese mar encendido y bravío.
Creo que es la luz, difusa y calinosa, la que me suscita esa sensación fantasmal; el restaurante está embrujado, condenado a vagar entre las olas, maquina mi mente perversa de escritor de novelas de misterio.
Muy interesante es el centro arqueológico Huaca Pucllana (200-700 D.C). La rotonda piramidal de tierra y ladrillo es un altar de adobe del año 200 a.c y está construido en un estilo denominado “Libreros”. Hasta la fecha más de 100 tumbas han sido ya sacadas a la luz. Cada vez prevalece con mayor ahínco la idea de que Lima tiene sus acicates, grandes acicates diría yo y que bien valen una visita concienzuda y unas palabras de encomio (loa). De hecho, se me antoja indispensable para ahondar en los rudimentos de la cultura limeña.
Volviendo a los barrios más precarios de Lima suceden cosas extraordinarias que se me antojan episodios de una historia borrada por los anales del tiempo. Me refiero a los revisores y personal de los astrosos autobuses que recorren la ciudad. Alguien que parece dispuesto a bajar en plena marcha, o que hace equilibrios para no caerse, aferrado a las puertas del autobús, vocifera en busca de clientes. Esta imagen “anacrónica” contrasta bastante con el clasicismo moderno de los barrios más opulentos, Miraflores y San Isidro.
DATOS DE INTERÉSANCESTROS EN PERÚ.
-BARAKAS, YA PRACTICABAN TREPANACIONES Y MOMIFICACIONES ALLÁ POR EL AÑO 800 A.C-NAZCA, AÑO 100 A.C, LIGADOS DE MANERA ECUMÉNICA (UNIVERSAL) A SU CALENDARIO ASTRONÓMICO Y A ESAS MISTERIOSAS LÍNEAS O SURCOS EN LA TIERRA QUE SÓLO SE OBSERVAN DESDE EL AIRE. ¿DIBUJOS, PISTAS DE ATERRIZAJE, ARTE SIN MÁS, UN MEDIO DE COMUNICACIÓN O MENSAJE OCULTO, MENSAJES DE CARÁCTER TEOLÓGICO O ESPIRITUAL Y TRASCENDENTE?
Un paseo delicioso por el bonito distrito de Arequipa me sitúa en la Plaza Grau, donde destaca el Palacio francés del siglo XIX. Ornatos, suntuosidad y elegancia en la fachada y expendio en mármol de Carrara.
Tampoco se queda atrás la Plaza de San Martín, diáfana y soberana, gobernada por la estatua del libertador de Perú José de San Martín a lomos de su caballo.
Es una zona turística y peatonal y me agrada comprobar que no hay ni rastro de maleantes empeñados en afearme el día. Muchas tiendas bajo los soportales blancos o de colores blancos cálidos. Esta plaza es la más grande de toda la ciudad y fue inaugurada en 1921 en honor a los 100 años de la Proclamación de Independencia de Perú. La Plaza de Armas es el corazón de esta ciudad. Me espera en mi siguiente crónica la fascinante catedral de Lima.