“Un viejo Quechua teje de cielo azul sobre la Pachamama de su vida en el lago...”Este podría ser el comienzo de la historia de Taquile, esta pequeña isla situada en medio del lago Titicaca, situada a unos 35 km al norte de Puno.
A la salida del puerto llovía granizo del gordo así que nos pusimos a cubierta. Durante unas dos horas recorremos el bello trayecto para llegar a esta preciosa isla. El guía que nos acompaña nos comenta que ahora empieza la época de lluvias y que el lago sube un metro más…también nos comenta que Jacques Cousteau cuando visitó el lago encontró ranas gigantes… y que antiguamente en el fondo del lago existía una ciudad antigua que fue absorbida por el mismo pero fue muy complicada la localización debido a que sus muros se encontraban cubiertos de algas y no se sabe aún a que época pudo pertenecer.
Llegamos finalmente a la isla de Taquile, desembarcamos en el puerto y subimos por una cuesta bastante empinada donde hay que subir una escalera de más de 567 peldaños y que nos lleva al centro del pueblo. Rodear la isla nos llevará tan solo unas pocas horas pues en su parte más larga existe una distancia de unos 6 kilómetros. Así que disfrutamos del bellísimo paisaje que nos deja boquiabiertos nada más llegar a la cima.
El color azul intenso de las aguas sagradas del lago contrasta con la tierra decorada de bancales en color verde-amarillo. El cielo se percibe mucho más plano debido a la altura que nos encontramos, a unos 4000 metros sobre el nivel del mar. Da la sensación de estar tocando las nubes con los dedos...
La comunidad de Taquile está regida por leyes incas pues aquí aún conservan las tradiciones y costumbres de los hijos del Sol y su idioma es el quechua. Por el estrecho sendero que nos lleva al pueblo vemos pasar a los lugareños ataviados con vestimentas típicas pantalones negros, camisas blancas y fajas de colores. Nos sorprende ver a algún vejete sentado tejiendo con premura sus propios gorros de lana, como manda la tradición. Según el color con que lo tejen diferencia el estado civil de cada uno, rojo para los que están casados, blanco y rojo para los solteros y blanco para los viudos. Nunca había visto a un abuelo tejer. Pero estas personas humildes, que todo lo comparten y que poseen una gran timidez no impiden dejarse fotografiar.
Una vez ya en el pueblo nos adentramos en la plaza principal, subimos en lo alto de la iglesia y desde allí vemos una gran panorámica del pueblo. Nos desviamos por otro sendero para seguir recorriendo la isla donde el paisaje se vuelve más salvaje y aquí ya nos encontramos con niños que vienen jugando con sus carteras del colegio, nos saludan y posan para las fotos sin apenas preguntarles.
Como ya es por la tarde, nos acercamos a una de las casas locales donde nos preparan una sopa, arroz, pejerrey y tortilla. Nos encontramos solos y desde aquí, podemos presenciar el lindo paisaje con los bancales enfrente. La mujer de la casa va también ataviada de forma tradicional, con lindas faldas y mandil típico, nos sonríen alegrándose de compartir la comida con nosotros pues no les gusta demasiado los grupos de turistas, creo que les debe producir stress pues aquí se vive con mucha tranquilidad sobre todo en el atardecer, cuando apenas quedan turistas.