“La mayoría de los hombres hoy se divierte y goza. Se alimenta del fruto que da el día y lo recoge en cuanto le parece maduro. La
paciencia de construir, la minucia de elaborar, el cuidado divino con
que la idea debe pasar para la expresión, y la materia recibir la forma,
son cosas para las que nuestro tiempo no tiene tiempo, y para lo que no
nació fuerte nuestra fiebre de acabar. Todos nosotros somos montañas grávidas de la misma sorpresa anodina. Nuestro
esfuerzo, cuando es grande, consiste en volver complejo lo que es vago,
o en volver vago lo que es complejo; nunca pensamos que la maestría
está en la simplificación de lo complejo, o en la lucidez con que las
cosas vagas se interpretan”.