Fernando Pessoa,Poesía. Traducción, selección y notas de José Antonio Llardent.Alianza Literaria. Madrid, 2016.
Editada por primera vez en 1983 en Alianza Tres, se reedita en la colección Alianza Literaria una espléndida selección de la obra ortónima y heterónima de Fernando Pessoa en la versión de José Antonio Llardent, uno de sus traductores más prestigiosos, junto con Ángel Crespo o Ángel Campos.
Fernando Pessoa, aquel extraño extranjero del que habló Robert Bréchon en un libro fundamental, encauzó en la poesía sus trastornos psíquicos y elaboró una obra plural y compleja a través de tres heterónimos –Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos- y el ortónimo Fernando Pessoa, que representan el drama em gente sobre el que se construye una de las obras poéticas más relevantes del panorama poético europeo del siglo XX.
Una obra que nace de la niebla interpuesta entre su yo y el mundo y que desde el 8 de marzo de 1914 se resuelve en el drama em gente que vertebra su obra a través de un diálogo constante entre los heterónimos que responde a la ambición abarcadora de Pessoa y a su voluntad de proyectar en ellos la expresión de un mundo plural y una visión multicéntrica, porque cada uno de los heterónimos expresa un concepto distinto de la vida y de la poesía.
Así lo explicó Pessoa:
No sé quién soy, qué alma tengo.Siento creencias que no tengo. Me arroban ansias que repudio. Mi perpetua atención sobre mí perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un carácter que quizás no tenga, ni ella cree que tengo.Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en ninguno y está en todos.Como el panteísta se siente árbol, y hasta su flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas.
Caeiro, poeta sin instrucción, pasó toda su vida en el campo. De él decía su discípulo Ricardo Reis que fue un objetivista absoluto, de intuición sobrehumana, “el primero que en veinte siglos de niebla nos dejó ver los contornos de los montes y la realidad directa de las piedras y las flores”, porque su poesía instintiva y vitalista surge y se desarrolla con la misma naturalidad que la vida y “sus poemas son lo que hubo en él de vida.” En El guardador de rebaños, uno de sus textos fundamentales, escribe Caeiro:
No tengo ambiciones ni deseos.Ser poeta no es una ambición mía, es mi manera de estar solo.
De Ricardo Reis, clásico en su pensamiento estoico y en su poesía equilibrada, escribió Pessoa que por la educación que recibió era latinista, y por la que se procuró a sí mismo, semihelenista. El epicureísmo triste de su pensamiento busca la calma –Más nos vale saber pasar silenciosamente / Y sin desasosiegos grandes- y su verso aspira a expresarse con el equilibrio de la serenidad:
aguardando la muerte Como el que la conoce.
De los poemas de Álvaro de Campos, ingeniero naval en paro formado en Glasgow, poeta futurista y complejo, decía Ricardo Reis que “son un derramarse de emoción. La idea sirve a la emoción, no la domina.” Campos es el autor de Tabacaria (Estanco), quizá el más memorable poema de Pessoa, y de la Oda triunfal, urbana y vanguardista, escrita en Londres en junio del 14:
A la dolorosa luz de las grandes bombillas de la fábrica tengo fiebre y escribo.
Llevan su firma algunos de los mejores y más recordados poemas –Oda marítima, Lisbon Revisited, Al volante del Chevrolet por la carretera de Sintra, Callos a la manera de Oporto...- de Fernando Pessoa, el ortónimo en cuyos poemas conviven –en sus propias palabras- “la exaltación íntima del poeta y la despersonalización del dramaturgo.”
Ese ortónimo es el poeta que escribe esta exaltación insegura de lo opaco en Niebla:
Nadie conoce el alma que atesora E ignora lo que es bien y lo que es mal.
Poeta del vacío y de la nada, dijo de él Jorge de Sena. Es, tal vez, pese a su máscara ortónima, el más directo de todos los actores del drama em gente que desarrolla esta poesía imprescindible.
Santos Domínguez