Los Ingredientes.
Harina de trigo. Azúcar.Miel. Agua.
Aceite de oliva.
Vino Dulce (mistela). Cascara de naranja o de limón, canela en rama, anís en grano (opcional).
La Faena.
Lo primerísimo que tenemos que hacer es coger el aceite y ponerlo a calentar en una sartén. No es necesario calentarlo mucho. El objetivo es quitarle un poco el fuerte sabor a aceite de oliva. Para ello, lo requemamos un poco. Hay gente que aprovecha este momento para aromatizar el aceite con cualquiera de los ingredientes opcionales que he citado, una corteza de limón o de naranja, unos granos de anís o una ramita de canela. Las veces que yo los he hecho, nunca he añadido nada al aceite, pero para gustos, los colores. Una vez requemado el aceite, retiramos y dejamos enfriar, al menos atemperar.
Para hacer la masa mezclamos el aceite, solo aceite, sin la naranja, canela o anís, con la mistela. Recordad que ha de estar al menos templado para no quemarnos a la hora de amasar. Mezclamos el aceite y el vino a partes iguales, echamos el harina que admita y amasamos bien. Para la primera vez, recomiendo no poner mucha cantidad de aceite y vino, ya que nos podríamos pasar un buen rato haciendo pestiños y terminar repartiéndolos por el vecindario o vendiéndolos a Mercadona. Una vez hecha la masa, la dejamos reposar una media hora.Mientras dejamos reposar la masa, preparamos la miel para bañar los pestiños una vez fritos. En un cazo pequeño mezclamos un par de cucharadas de miel con el doble de agua y calentamos hasta homogeneizarlo. Ahora viene el climax de la receta. Tras amasar bien, ayudados por un rodillo, estiramos la masa. La objetivo es dejarla lo más fina posible, casi como el papel de fumar. Entonces, la recortamos en tiras de unos dos centímetros de ancho y todo lo largo que podamos. Con el dedo vamos enrrollando sobre di misma. Al final del proceso, debemos tener los pestiños enrollados y listos para freír. En una sartén calentamos aceite de oliva para freír la masa. Vamos echando los pestiños hasta que se doren y los retiramos al cazo para enmielarlos. Los dejamos unos segundos y los pasamos a un plato donde los rebozaremos en azúcar.
Para mí, el mejor momento para comerlos es cuando se han templado