Petra László y otras patadas en la boca.

Publicado el 10 septiembre 2015 por Lulesi

No es ella, sino lo que representa. El encargo fascista de la violencia, la vaharada nazi con el ego crecido, la decepción de plomo de la falsa libertad.

Impunes naciones y organizaciones atlantistas se ha inventado guerras, bombardeado países, expoliado riquezas y han causado millones de muertos, de niños muertos en la orilla de la playa de nuestra/suya conciencia capitalista, de refugiados políticos y muertos de hambre de patera.

Y ahora se la cogen con papel de fumar para distinguir entre “refugiados” y “emigrantes”.  En el clamor de la foto del niño muerto a la orilla del mar de su vicio se han vuelto indulgentes, aceptan a centenares de miles de huidos de la guerra que ellos han provocado, mantenido, alimentado y militarizado, y se los reparten siguiendo las leyes de su imperio.

Pero hay otras patadas, otras zancadillas homologadas, aparte de la de la ardua fotógrafa nazi-húngara.  Los que “devuelven en caliente” a los asalariados del hambre colonial, por orden de un ministro monje de comunión diaria de un gobierno que legisla y multiplica por dos la pobreza y los multimillonarios. Los que instalan verjas con hirientes cuchillas para los pies y las carnes desnudas de la plétora de la miseria, los que disparan pelotas de goma a nadadores exhaustos, los que amparan a fascistas con uniforme y los esconden a los jueces, los que encargan la destrucción de pruebas e inventan mordazas en forma de ley.

Vivimos en el recinto de la hipocresía, del falso derecho y de la falsa democracia. Estas gargantas ácidas del fascismo de Estado, de los fabricantes-vendedores de armas a guerra-civilistas de su propia creación, son un “arma de destrucción masiva” de la humanidad, y del concepto de civilización y derechos de la persona. Te venden las bombas por racimos y amenazan a sus propios conciudadanos con sacarle los tanques por un quítame allá un “derecho a decidir”.

Son bastante semejantes. Primero se oponen, manipulan desde sus órganos de desinformación y lamedores perianales y si el “Imperio” habla en sentido contrario, acatan y comiéndose su asco los reciben a patadas y zancadillas en las fronteras.

Se les ve resoplando en sus telediarios, cometen yerros y aferrados candorosamente a sus momias con bigote y brazo en alto se declaran, grasientamente, “demócratas”.

Pero a la mínima te esperan en la frontera a patadas o zancadillas.  O cara al sol con la camisa nueva.  O con una cámara de gas.


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