Pharo de Alejandría

Por Enviado Del 74 @enviado74

"FARO: Nos señala los cuatro puntos cardinales esenciales: Norte, Sur, Este y Oeste. Nos orienta, nos muestra el Oriente y el Occidente. Nos dirige hacia un punto o nos desvía del origen. Todo y nada, luz y oscuridad, Inicio y fin, Muerte o Vida = Iluminación".


   ¿Para qué se creó el Faro de Alejandría?, según los historiadores, simplemente fue una construcción puramente utilitaria y arquitectónica, como referencia de la ciudad para los navegantes y como faro, para dirigir los barcos y el comercio mediterráneos. Una época no tan dorada, donde se pretendía renacer por un lado la grandeza del antiguo egipto con una grandiosa construcción y por otro lado, dado que el rey egipcio era todo un erudito, poder crear al lado del gran faro, su conocida y famosa (por sus textos sagrados), la gran biblioteca de Alejandría.
    Desde el 285 al 247 a.c. cuando comenzó su construcción en la isla de Faro, Alejandría (Egipto), gracias a Sóstrato del Cnido, hasta su fin en el 1.323 d.c. dónde no pudo sostenerse en pie por más tiempo, debido a dos terremotos y al poco cuidado que tuvo con el paso del tiempo (la fuerza del mar y el salitre hicieron el resto durante siglos). Considerada una de las siete maravillas del mundo, construido por orden del rey de Egipto Ptolomeo I, y que, a día de hoy, duerme bajo el mar de la Isla de Faro. Allí se encuentra, piedra a piedra, los restos de aquel importante faro, al igual que muchas piezas y tesoros arquitectónicos por sacar de sus profundidades, algunas de ellas, en perfecta conservación.    En sus 140 metros de altura, se erigieron grandes bloques de vidrio situados en sus cimientos, para evitar su erosión y aumentar la resistencia contra los fuertes oleajes. El edificio con forma octogonal, tenía bloques de mármol con plomo fundido, pero el plomo ante la falta de mantenimiento tiende a pudrirse como metal y eso con el tiempo, también erosiona la roca, partiéndola. En la parte más alta, un espejo metálico junto con su estatua, reflectaba la luz del día y por la noche, una gran hoguera permitía distinguir la luz a 50 kilómetros de distancia. En el año 1.480 d.c., los restos que aun quedaban en pie, se utilizaron para hacer un fuerte cercano, por orden del sultán Qaitbey.
 A finales del siglo XIV, era más un monumento que un faro propiamente dicho. Además, desde hacía siglos ya no albergaba (desde el 48 a.c.) lo que realmente quiso iluminar: su museo del saber, su Biblioteca de Alejandría. El conocimiento y el legado más profundo (o lo que quedaba de él), sobre las dinastías egipcias: Sus leyes, su cultura, sus dioses, sus mitos, su metafísica y sus leyendas. Una gran batalla naval entre Egipto y Roma, desencadenó un incendio provocado, que acabó con casi todo el testamento egipcio en un abrir y cerrar de ojos. Los restos de aquel saber, se repartieron por todo el mediterráneo. Se entiende que con el paso de los siglos, algunos conocimientos heredados fueron considerados como propios, pero eso es algo con lo que todas las religiones han tenido que dar su brazo a torcer sin poder demostrarlo.
   Ocurre lo mismo en nuestro AHORA, con nuestro sistema social y político. Hemos pasado de los legados culturales egipcio, babilónico, griego, eruditos, científicos del conocimiento, astrólogos, metafísicos y filólogos, para llegar a lo que tenemos hoy. La vanidad, la ironía, la ignorancia se han unido en tristes enviados de lo divino y se han puesto a gobernar en distintos puntos del planeta. Pero lo más triste de todo ello, es que engañados por la no existente democracia, les hemos votado como pueblo.
Hemos olvidado un Todo, para caer en la Nada. El conocimiento, gracias a Dios, sigue escondido el alguna parte y a buen recaudo, de estas mentes perversas y primitivas que sólo buscan el poder por la cantidad de riqueza que son capaces de generar en cuatro años.Mientras unos muchos, seguimos esperando que venga de nuevo aquella  luz que nos resurja de este tiempo de tinieblas. Habrá que esperar el tan ansiado cambio de ciclo que ya vaticinaron sus compadres, los mayas y los aztecas. Esperemos que nuestros hijos experimenten ese cambio; de nosotros sólo quedará polvo, tierra y agua ... los mismos restos que hoy día contemplamos del Faro de Alejandría.