Muy pocos literatos han conseguido que su nombre trascienda, no sólo como autor sino transformado en adjetivo, como forma de describir situaciones o estados en la vida real, al margen de la propia literatura. Calificativos como “dantesco”, “maquiavélico” o “sádico” son comunes en el lenguaje habitual y mucha gente, sin haber leído a ninguno de estos autores, sabe perfectamente a qué aluden estos términos. Franz Kafka es otro de los escritores que pertenece a este selecto grupo.
“Empecé a leer a Kafka en profundidad cuando tenía 15 años. Para alguien de esa edad, la sensación de irrealidad y lo extraño de ese universo es tremendamente atractiva. Hay un marchamo de autenticidad detrás de esas historias”. Glass había escrito una serie de piezas de piano basadas en “La Metamorfosis” de Kafka en 1989 pero nunca se había lanzado a la tarea de hacer una ópera basada en una de las novelas del escritor checo hasta que en 2000 vio la luz la obra de la que hablamos hoy, un encargo de A Contemporary Theatre, compañía surgida en 1965 en Seattle, dedicada a patrocinar, como su propio nombre indica, obras teatrales contemporáneas. En esta primera aproximación de Philip Glass a la obra del escritor checo, el compositor no se fija en alguna de sus más célebres novelas sino en el relato corto “In der Strafkolonie”, “En la colonia penitenciaria” en su traducción castellana. La narración nos muestra a cuatro personajes de los que sólo dos tienen diálogo en la obra: el oficial, encargado de manejar un peculiar instrumento de ejecución, el condenado, el soldado y el explorador, testigo de los hechos. En la novela se describe un extraño aparato que es el objeto mediante el que se cumple la sentencia: la máquina.
Es un texto oscuro como casi todos los de su autor pero tiene un extraño atractivo que ha hecho que artistas como Frank Zappa o Joy Division incluyan referencias al mismo en alguno de sus discos, el primero en forma de recomendación y los segundos basando una canción en la historia de la novela corta. La adaptación de Glass pone música a un libretto de Rudolph Wurlitzer en el que la única licencia con respecto al texto original consiste en dar voz a un narrador externo que refuerza la intervención de las únicas voces que aparecen en el original, la del visitante (interpretada en el disco por Michael Bennet) y la del oficial (Omar Ebrahim).
La historia es una fábula brutal. Comienza cuando un visitante llega a la colonia penitenciaria. Al aparecer en la escena, se puede ver a un prisionero encadenado a los pies de un guardia que muestra una actitud de completa indiferencia. El visitante indica que sólo ha accedido a presenciar la ejecución por cortesía y que no tiene el más mínimo interés en su desarrollo. El oficial, entretanto, comienza a describirle el método que emplearán para hacer cumplir la pena al reo y explica el funcionamiento de la máquina. El condenado será tumbado desnudo, boca abajo, sobre la mesa y se le fijará por el cuello, las muñecas y los tobillos a la misma. Estará amordazado con un pañuelo de algodón. Una especie de rastrillo cuyas púas siguen la forma de un cuerpo humano se sitúa encima del prisionero y será el instrumento principal del castigo. “¿En qué consiste?” Pregunta el visitante ante la mirada desesperada de un condenado que no entiende nada y desconoce cuál va a ser su suerte. “¿No lo sabe?” Pregunta a su vez el oficial. “Le recuerdo que sólo estoy aquí por cortesía”. Entonces se revela el método de tortura y ejecución: la máquina grabará con agujas en el cuerpo del condenado el texto de la ley que éste ha infringido. Horrorizado, el visitante es informado entonces de que no sólo el reo desconoce su destino sino que ni siquiera ha tenido la oportunidad de defenderse de los cargos presentados contra él porque no ha habido juicio. El oficial lo justifica diciendo que “desde que era joven he trabajado aquí y todas mis decisiones han sido tomadas bajo un único principio: la culpabilidad está siempre fuera de toda duda. Este hombre tenía orden de hacer guardia junto a la puerta del dormitorio del capitán y de hacer el saludo reglamentario cada vez que el reloj daba la hora en punto. Una tarea sencilla pero importante. La noche pasada, al dar las dos, el capitán abrió la puerta y encontró a este hombre dormido. No tiene sentido cuestionar los motivos o razones que le llevaron a fallar en su misión. Eso sólo añadiría confusión al hecho de que no la cumplió”.
Un momento de la representación de la obra.
Continúa la obra explicando el proceder de las agujas: “hay dos tipos de agujas: largas y cortas. Las primeras son las encargadas de la escritura mientras que las segundas lanzan agua para limpiar la sangre y hacer el texto legible. La máquina realiza varias pasadas, cada una un poco más profunda que la anterior. El prisionero suele fallecer al cabo de unas doce horas”.
El montaje de la ópera es austero y recuerda un poco al utilizado algo más tarde por Lars Von Trier en su película “Manderley”. El escenario está vacío y sólo algunos elementos van apareciendo en las distintas escenas: una escalera, una mesa, la máquina de tortura. También los músicos ocupan un lugar en el propio escenario, a escasos centímetros de la acción. Esto es posible porque el único acompañamiento de los cantantes es un quinteto de cuerdas formado por miembros del Music Theatre Wales Ensemble, concretamente por Miranda Fulleylove (violín), Philippa Mo (violín), Gustav Clarkson (viola), Chris Allan (violonchelo) y Kenneth Knussen (contrabajo).
Esta configuración instrumental nos permite escuchar a una de nuestras versiones favoritas del Glass moderno: el compositor de cámara, alejado de aspavientos y aprovechando al máximo las posibilidades expresivas del grupo de instrumentos a su disposición. Desconocemos como funcionará la obra en el escenario pero como pieza musical independiente de su representación teatral, es notable, próxima en muchos aspectos al Philip Glass de sus últimos cuartetos de cuerda o de “Dracula”. Ayuda mucho a la fluidez de la música el hecho de que sólo haya dos cantantes de modo que en ningún momento el quinteto de cuerda queda eclipsado por las voces. También el uso de efectos sonoros como los que aparecen en la octava escena de la ópera cumple con su cometido sin interferir en la escucha.
Con todo, es importante seguir la acción, si no asistiendo a una representación en vivo, sí, al menos, mediante el libreto, para así comprender el inesperado curso de los acontecimientos y el desenlace de los mismos, alejado de cualquier previsión. Recientemente Glass volvió a llevar a escena un texto de Kafka con su música pero aún no hay edición de la obra en CD. Cuando esté disponible, aparecerá por aquí con toda probablilidad.
Os dejamos con un anuncio de una reciente representación de "In the Penal Colony" en Londres.