Philip Glass y el Delirio por la Repetición

Publicado el 18 enero 2022 por Moebius
Al escucharlo tocar el piano en vivo, Philip Glass (1937) me recuerda un poco a esas grabaciones de Ravel por Ravel. Es sin duda mejor intérprete de sí mismo de lo que lo era en su caso el francés y a nadie le importa que sus dedos no alcancen de tanto en tanto la agilidad que él mismo ha requerido para ejecutar esas frases repetitivas que a lo largo de 45 años han forjado el entramado de su lenguaje musical y se han tornado en su sello estilístico. A partir de la repetición, el músico nacido en Baltimore entreteje un lienzo sonoro sobre el cual borda texturas, cromatismos, planos y resonancias que nos entregan desde retratos hasta crítica social, mientras que en el terreno estético su inclinación mística, presente desde sus años de juventud, cuando se lanzó a explorar la espiritualidad india al lado del citarista Ravi Shankar, conmina a la contemplación.

Por María Eugenia Sevilla

El hecho de que Glass se haya dedicado en gran medida a desentrañar las posibilidades expresivas de la repetición es la razón de que, aún hoy, su nombre suela vincularse al minimalismo surgido en los años sesenta, pero esta etiqueta le queda corta a la totalidad de su creación, como lo dejó ver el programa camerístico que presentó en su visita a México en noviembre de 2009, previo a la cual hace un hueco a su concentración para conversar con nosotros sobre su música.

—La música religiosa emplea la repetición con el objetivo de aquietar la mente, en el uso que usted hace de estructuras repetitivas, ¿qué persigue?

—Bueno, las estructuras repetitivas no me atrajeron por esa razón en particular. Cuando andaba en mis veintes yo estaba trabajando con Ravi Shankar y a través de él conocí una forma de estructura rítmica en la música india; también estudié con su tablista Alla Rakha y aprendí el sistema de ciclos rítmicos que se usa en India. Pero yo estaba trabajando con el lenguaje musical, nada más, y eso me sirvió de muchas maneras.

—Sin embargo, la religión ha sido un tema presente en muchas de sus obras.

—Hay toda una parte de mi trabajo que se relaciona con el tema y ha abordado casi todos los textos religiosos. Tengo un trabajo sobre Rama Krishna (The passion of Rama Krishna, 2006) que es enteramente sobre eso. Yo no diría que Satyagraha, una ópera basada en la vida de Gandhi, sea una obra espiritual, es más bien una pieza política, pero puede considerarse así; sin embargo, Akenatón sí es una obra espiritual. Muchos compositores han tratado estos temas sin emplear estructuras repetitivas, que tampoco son un lenguaje único.

—Pero se han convertido en su sello.

—He estado trabajando con ellas cerca de 45 años. Pero han ido cambiando: por ejemplo, mi música para violonchelo solo suena quizá como música más antigua, muchas piezas son muy melódicas, algunas son muy rítmicas, y sería difícil englobar mis obras de cámara bajo una misma descripción. Si alguien ha estado componiendo durante cincuenta años es muy probable que su música no quepa en una sola clasificación, exceptuando que se pueda decir que algo suena como a Wagner o a Schubert o a Philip Glass, pero si quieres describirla, será más complejo hacerlo.

—En 2010 va a escribir una ópera basada en la vida de Walt Disney. ¿Por qué sumarlo a él a los retratos operísticos que ha hecho antes de Einstein, Gandhi, Akenatón, Kepler…?

—Porque, como ellos, fue un personaje que cambió al mundo, aunque de otra manera. Y era una persona muy complicada: era muy brillante y muy bueno en ciertos aspectos y en otros no tanto.

—¿En qué sentido no lo era?

—Alguien me envió una carta de una mujer que buscaba trabajar con él como dibujante, a la que le contestó que no había esa clase de trabajo para las mujeres. Tampoco le gustaba que gente de raza negra trabajara con él, por ejemplo.

—¿Cómo ha sido su trabajo con la voz humana?

—Al principio no tenía mucha idea de cómo hacerlo, así que aprendí sobre la marcha, con ayuda de los cantantes.

—¿Cómo concibe usted la ópera, la cual, como ha dicho, es su género predilecto?

—La ópera puede entretener, es entretenimiento; pero también puede abordar temas sociales y políticos que son muy urgentes y que requieren reflexión. Por ejemplo, Satyagraha trata sobre la transformación de la sociedad a través de la no violencia. No la escribí pensando que por medio de la ópera vamos a cambiar al mundo, sino como una forma de plantear un diálogo sobre un tema del que, si abres los periódicos, te darás cuenta que nadie habla, nadie. La no violencia ni siquiera se considera una opción, pero en cierto momento llegó a ser algo muy importante y de hecho cambió la faz política del mundo, así que mi idea al hacer Satyagraha era volver a poner el tema sobre la mesa, que la conversación fuese retomada.

—México le ha inspirado obras como la Sinfonía Tolteca, ¿piensa escribir algo más?

—Para mí la cultura es la raíz del presente. Y creo que la cultura prehispánica es muy profunda y muy antigua. Quizá escriba otras piezas. Hay varias óperas y películas sobre Moctezuma, que es un periodo muy interesante, quizá retome ese tema yo también.

María Eugenia Sevilla