Estoy teniendo algún problema con la visualización de las entradas. Es absurdo, como algunas de las cosas de blogger, pero lo iré solucionando. Perdón por las molestias.
Sin ser Calderón, Dick construye un relato en el que la criogenización es la solución a la muerte “definitiva”, y donde nada es lo que parece, salvo Ubik, un elixir que aparece periódicamente en el relato como el símbolo del anclaje con la realidad, como la constante que permite saber al protagonista dónde y cuándo está. Porque la maestría de Dick para llevarnos por cualquier lugar, traernos, dejarnos aparentemente plantados, y luego ofrecernos esa solución que creíamos alcanzar por nuestra cuenta es inigualable. Digo “inigualable” con cierto reparo, no sólo por la existencia de otros escritores que maravillan, sino porque según iba leyendo Ubik me acordaba de una serie que ha marcado un momento en la TV mundial; me refiero a Perdidos (Lost), de J. J. Abrams.
Otra de las maravillas del libro son los detalles relacionados con el Ubik o los mensajes que va dejando Runcitter a Joe Chip para indicarle lo que está pasando: “Mete el culo en la caja, pobre amigo./ Tú y los demás estáis muertos. Yo, vivo”, o “De cagar y joder yo no me privo,/ os dice a los muertos el que está vivo”. Más claro, agua.
La novela es un juego de Dick con el lector, como decía, para atraerlo a un sitio y luego llevarlo a otro. Por eso, el capítulo final es inquietante: Runcitter encuentra en sus bolsillos una moneda con la efigie de Joe Chip. Era sólo el comienzo. Acababa de descubrir que estaba semivivo en una friovaina del moratorio.