«Con un libro diferente —el de Marx en vez del de Hitler—, un uniforme ligeramente distinto y un himno nacional nuevo, “Resucitados de entre las ruinas”, todo podía seguir como siempre. Hitler, Stalin, Ulbricht, Jrushchov, eran todos iguales, los mismos monstruos del abismo neurológico que denominamos nuestro subconsciente.»
Bernie Gunther en Azul de Prusia (aparecida en 2017), la duodécima entrega de la serie de novelas detectivescas históricas protagonizadas por él, es enviado por el general Erich Mielke, jefe de la Stasi y antiguo partisano y activista contra la Alemania nazi, a una misión en Inglaterra. ¿Es Gunther un nazi por haber vivido y trabajado en Alemania durante la época en que Hitler se hizo con el poder o es un comunista que desea el máximo bien para la RDA que surgió en 1949? Pues ninguna de las dos cosas, aunque en apariencia haya contribuido a la subsistencia de ambas.
Como digo, es este 12º libro el único que del autor y de su personaje he leído. Así que intuyo que mi conocimiento de ambos sea incompleto y asumo el peligro de caer en el error y sacar conclusiones precipitadas. Con todo y con eso me arriesgaré y si incurro de manera flagrante en algunas espero que quien las detecte las señale en el comentario que me deje al final de esta reseña. Puesta ya la venda antes de la herida paso sin más a hablar y dar mi opinión sobre esta novela de casi 600 páginas.
Como he dicho ya el general de la Stasi (Policía política de la República Democrática Alemana), Erich Mielke, ha viajado hasta la Riviera francesa donde Bernie Gunther, antiguo agente de la policía alemana durante la República de Weimar, trabaja en 1956 bajo identidad falsa en hoteles de esa zona de Francia. Dos agentes de la Stasi le conminan a que los acompañe hasta un restaurante donde Mielke le espera para encargarle el asesinato de una británica, antigua compañera y amante suya. El procedimiento a emplear será el envenenamiento con talio. Para contrarrestar sus efectos mortíferos sólo existe un posible antídoto, el Azul de Prusia. He aquí la justificación del título.
Gunther no puede negarse, aunque intuye que tras realizar la misión, también él sufrirá en sus propias carnes idéntica acción. No le queda otra opción que intentar zafarse de los acompañantes que en tren lo acompañan hacia Calais para tomar el ferry a Inglaterra. Uno de sus vigilantes es Friedrich Korsch, antiguo compañero en la Kripo (Policia Criminal durante la República de Weimar que luego pasó a la tutela nazi. Bernie no fue aceptado en ella por sus ideales social-demócratas). Rememora, pues Gunther, al tiempo que huye de Korsch y otros agentes de la Stasi en ese momento, año de 1956, la investigación que con él realizó en Baviera en1939 en el Nido del Águila (Kehlsteinhaus), en Obersalzberg a donde fue enviado por Heydrich (jefe de la Kripo); su misión era, aunque estaría a las órdenes del todopoderoso Martin Bormann, la de encontrar pruebas incriminatorias contra éste. Y es que allí, en el lugar de descanso elegido por Adolf Hitler, se ha producido el asesinato de un alto miembro de la seguridad del Führer; Bernie Gunther, detective privado en esa época al no haber sido aceptado en la seguridad nazi por sus ideas socialdemócratas, deberá en sólo una semana encontrar al asesino para así garantizar la seguridad de Hitler.
La novela es detectivesca, un thriller en toda regla, tanto en un tiempo como en el otro. En 1956 el suspense es máximo al ver cómo Gunther, ya con identidad falsa y cambiante, escapa, se oculta, lucha, contra los agentes de la Stasi que Korsch dirige. En la acción rememorada de 1939, ambos, Korsch y Bernie, en sus indagaciones irán descubriendo que el Nido del Águila donde Hitler encuentra la paz es un nido de corrupción, de extorsión a los naturales del lugar y de venganzas sucesivas. La acción en contrapunto está perfectamente desarrollada y desde el primer momento capta la atención del lector.
Muchas cosas me han gustado de Azul de Prusia, la principal sin duda alguna, el baño de historia en el que me he sumergido gracias al buen hacer de Philip Kerr. El dominio y profundo conocimiento que tiene el novelista escocés de todos los personajes históricos con protagonismo en el relato me ha encantado. Al tiempo, he de confesarlo, haber visitado personalmente la zona en un viaje con amigos no hace mucho ha contribuido a mi disfrute: el palacio del Luis II de Baviera, el Kehlstein que es el pico más al norte del macizo de Göll, las localidades de Berchtesgaden, de Obersalzberg, de Berghof, de Homburgo, de...
Pero no sólo me he sumergido en datos históricos de la época hitleriana que desconocía. También he aprendido cuestiones poco publicitadas, al menos por estos lares, sobre la conformación de los países de Europa tal y como los conocemos en la actualidad. Así, confieso no saber que en 1955 hubo un referendum en el Sarre sobre si ser independientes o mejor pertenecer a Francia o a Alemania
«en el referéndum de octubre de 1955, los habitantes del Sarre predominantemente alemanes habían votado por abrumadora mayoría rechazar la idea de una Saarland independiente, lo que también les habría ido bien a los franceses. Estos resultados se interpretaron en general como el rechazo de la región hacia Francia y un indicio de su firme disposición a formar parte de la República Federal Alemana.»Y de la misma manera desconocía por completo el trasvase que miembros activos del comunismo inicial de los años 20 y del nazismo hitleriano de los 30 y 40 realizaron en ambos sentidos. Es algo que en esta novela Philip Kerr quiere destacar debidamente poniendo en la misma línea de iniquidad y necesaria repulsa a los regímenes social-comunistas de la Europa del este y a los regímenes nacional-socialistas que los precedieron. En definitiva, una versión narrativa, magníficamente montada y desarrollada de nuestro castizo "los extremos se tocan"
[Wihlem] «Brückner. Sirvió bajo las órdenes del coronel Epp, durante la insurrección comunista bávara de 1919. Mataron a cientos de personas. En Múnich y en Berlín. He oído incluso que fue Brückner quien estaba al mando de los hombres de los Freikorps que asesinaron a Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht. Ese es uno de los motivos por los que está en el entorno inmediato de Hitler, claro.»Al tiempo que toda la historia aparece, Kerr esparce en la novela no pocos elementos culturalistas que él utiliza frecuentemente como elementos en símiles o comparaciones. Así los hay referidos al mundo de la pintura («Incluso en el mejor de los casos, mis recuerdos suelen parecerse a los cuadros más feos de George Grozs y Otto Dix»), al del Cine («Me vi —en blanco y negro, claro— como Orson Welles en El tercer hombre, pistola en mano, la linterna preparada, avanzando lentamente por los túneles en busca de Johann Diesbach, una rata a la búsqueda de otra.») y también a muchos otros como la filosofía, la mitología, la propia literatura...
«No sé si Nietzsche habría reconocido en mi presencia en Homburgo su concepto del eterno retorno, pero a veces daba la impresión de que los detalles de mi vida estaban destinados a repetirse, una y otra vez, por toda la eternidad. Quizá Goethe habría dicho que tenía una afinidad electiva por los líos, que estaba químicamente predispuesto a ello. O bien eso, o bien estaba simplemente condenado a vagar por la faz de la Tierra, como Odín, en busca de una especie de conocimiento que contribuyera a mi fútil apuesta crepuscular por la inmortalidad.»Entre los elementos que me han agradado está la individualidad que confiere el novelista a todos y cada uno de los personajes, tanto históricos como los hermanos Bormann, los generales Mielke y Heydrich, Karl Flex, el doctor Brandt, Bruno Schenk o Peter Högl, como los propiamente ficticios: el propio protagonista, evidentemente, su compañero Korsch, Johann Diesbach, o el curita católico que le dice que le ayudará a huir de los agentes de la Stasi, y pocos más porque en Azul de Prusia -y me atrevo a decir que en toda la serie de Bernie Gunther- hay más personajes históricos que propiamente inventados.
Otra de las cosas que han llamado mi atención es la recurrente utilización del calificativo "azul". Además del contenido en el propio título, el azul corretea por muchas páginas de Azul de Prusia:
- «los dilatados ojos azules impávidos [de Karl Flex]frente a la intensa luz»,
- «El muerto Flex llevaba una libretita AZUL»,
- «un cuadro de Federico el Grande con la cara sonrosada. Aún era joven; tal vez datase de cuando era el príncipe heredero. Vestía un abrigo de terciopelo azul»
- La referencia culturalista a la película "El Ángel Azul" protagonizada por Marlene Dietrich
- ....
Y en cuanto al estilo es evidente la característica de novela negra contenida en el primer relato temporal al denunciar toda la iniquidad y corrupción del sistema nazi, los abusos sobre la población, la 'felicidad' de los nazis versus el sufrimiento de los campesinos de la zona que rodeaba al lugar paradisíaco donde descansaba el líder del Tercer Reich. Quizás para incidir más en la brutalidad estructural del nazismo Philip Kerr redacta por momentos párrafos como el de la autopsia realizada al cadáver de Karl Flex:
«La causa aparente de la muerte resultaba obvia de inmediato: un trozo grande de cráneo, de varios centímetros cuadrados y todavía unido al cuero cabelludo, colgaba del lateral de la cabeza recubierta de sangre seca igual que una trampilla abierta. La mitad de los sesos revueltos del tipo parecían haberse derramado sobre la mesa y las baldosas del suelo cual fragmentos de carne picada en una carnicería.»Esto es lo que era el nazismo en esencia, sucio como el suelo de una carnicería.