Hoy he decidido ir a ver el Palacio Real. Abre de 7:30 a 11h y de 14 -17h así que escojo un local por los alrededores para sentarme a esperar a que abran a las 14h. ¿O es que habéis pensado durante un segundo que iba a madrugar tanto? Aprovecho el rato para escribir algunas de las postales que he comprado en la oficina de correos. Por 2$ me sirven un batido de sandía con hielo picado y leche realmente delicioso, repetiré otro día. A la media hora mi mesa está invadida por postales, sellos, la bolsa de plástico donde habían puesto las postales, el boli, el lápiz, celo, la libreta, el móvil para buscar las direcciones que ya me debería saber y por supuesto las gafas que siempre olvido hasta que me pongo de pie y me pregunto porque no leo bien el cartel que hay al final de la calle.
El dueño del local está en la terraza bajo la sombrilla sin separarse del ventilador cuando llega un señor de unos 50 años vociferando y riendo para enseñarle una foto de no sé qué que lleva en el móvil. Yo vuelvo a mi caótico orden en la mesa. Por mi lado pasa una chica de mi edad y se va hacía ellos dos. Oigo risas y voces pero no les hago el menor caso hasta que me quedo en blanco, levanto la vista y miro distraída hacía ellos. No, esta vez no me he metido en una grabación. La chica se ha puesto al lado del señor y el dueño sigue hablando con él amablemente. El hombre coge a la chica tímidamente por la cintura mientras la conversación mantiene su ritmo. Me fijo en su mano que tiembla nerviosa e insegura mientras se mueve hacia abajo, se para, baja el meñique hasta el culo de la chica y lo vuelve a subir sin que nadie se inmute. Parece una conversación casual entre tres amigos si no fuera por esa mano temblorosa que sólo yo puedo ver desde el interior del local. Finalmente se arma de valor y baja la mano hasta el culo para quedarse ahí. Yo vuelvo a mis postales. Cuando me voy la conversación todavía sigue pero esta vez están sentados. Ellos en una silla cada uno y la chica sobre el regazo del hombre. ¿Si era una prostituta? No lo sé, no tengo la menor idea si hubo intercambio monetario y si lo hubo me alegro por ambas partes si quedaron satisfechas y fueron libres de coacción. Estos días he podido observar como hay muchísimas camboyanas con hombres mayores en restaurantes, tiendas, paseando por la calle etc. Pero no os imaginéis que siempre van solas ni mucho menos, en los restaurantes se las puede ver acompañada de sus hijos y el occidental pagando muy a gusto la factura de todos a precios de risa en su país. Ayer mismo vi a un señor no tan mayor en silla de ruedas rodeado de tres niños y niñas camboyanos y un par de mujeres jóvenes. Por la actitud que hablaban unos y otros automáticamente pensé en la genial película de Familia (1996) de Fernando León de Aranoa.
Del local al Palacio Real hay unos 200 metros en los que un montón de Tuktukeros esperan para llevar a los turistas de un lado a otro. Me paro para ver lo que uno tiene escrito en la parte de detrás sobre la educación y me atacan. Me aseguran que el Palacio Real está cerrado, me preguntan porque no cojo un tuktuk y voy ahora mismo a ver los campos de exterminio o la cárcel de Tuol Sleng. Le aseguro que el Palacio Real está abierto sin dejar de caminar y se hace el despistado. Finalmente me deja tranquila y entro al palacio por 6.5$
El Palacio Real es en realidad un conjunto de edificios que se han construido desde 1866. Por un lado y sin acceso al público está el Palacio Khemarin. Esta es la zona donde vive el actual rey de Camboya Norodom Sihamoní. También está la sala del trono, Preah Thineang Dheva Vinnichay, es la más bonita que he visto hasta ahora. Y por último la Pagoda de plata o Wat Preah Keo llena de estatuas de buda y piedras preciosas. Veo muchos monjes budistas visitando el recinto y haciendo fotos. A la salida del recinto hay varias exposiciones de trajes típicos, trajes del padre del actual rey y asientos para poner a lomos de los elefantes.
Exterior del palacio y mapa del recinto
Templo del buda esmeralda
El Mercado central de 1937 de estilo Arte Decó y diseñado por el francés Louis Chauchon destaca frente al diseño camboyano pero todavía funciona como mercado. Puedes comprar joyas en su centro, ropa y comida en los exteriores. Por supuesto hay una fila de tuktukeros y motoristas rodeándolo para cubrir tus necesidades de transporte, voy mejorando mi “No, Thank you”.
Wat Phnom o Pagoda de la Montaña es un templo budista de 1373. Los exteriores son gratuitos y la entrada cuesta un dólar a los extranjeros, gratis para los locales. Está en el centro de una gran rotonda rodeada por un parque donde los camboyanos se sientan a comer y a descansar un rato sobre todo al mediodía. Os dejo con unas cuantas fotos.
Mercado nocturno abierto jueves, viernes, sábado y domingo es exactamente eso. Un mercado nocturno con puestos de ropa, comida y bebida. Yo disfruto de un vaso de zumo de caña de azúcar por 50cts cada vez que paso frente a él.
En el parque Botum está el Monumento a la amistad entre Camboya y Vietnam. Este monumento suele ser foco de manifestaciones políticas, desde Camboyanos reclamando territorio actualmente Vietnamita. Hasta una bomba que explotó en su base en el 2007. Y es que las relaciones entre Vietnam y Camboya no están tan bien como el monumento quiere hacer ver.
Es mi cuarto día en Phnom Penh y ya he acabado de ver todo lo que hay en el centro de la ciudad. Voy a ir a Tuol Sleng que está sólo a 3 kilómetros así que rechazo todas las ofertas de TukTuk/motorrrbike que aparecen por el camino. En el albergue me ofrecían una excursión de medio día para ir a ver los Campos de la muerte de Choeung Ek y Tuol Sleng por 17$, entradas no incluidas. Me parece un timo. Caminar bajo 30ºC a las nueve de la mañana esquivando vehículos y ofertas para que regales tu dinero es un poco agobiante pero caminar me gusta y disfruto del paseo. Sé que he llegado a la entrada cuando un tuktukero se ofrece no a llevarme sino a esperarme fuera para llevarme cuando salga, me río y le digo que no. Por 3$ entro al Museo de los Crímenes Genocidas Tuol Sleng o, lo que es lo mismo, la antigua prisión S21 y originalmente el Colegio Tuol Svay Prey.
Te avisan nada más entrar y te lo recuerdan los carteles: está prohibido reír, hay que vestir recatadamente y no se ha de hacer ruido.
Los camboyanos creen que los cuerpos de los muertos que no se han enterrado ni incinerado debidamente se quedan como fantasmas entre las paredes. Pero más que las instalaciones y un montón de datos prefiero explicaros lo que sentí:
En el museo entro en una habitación vacía, en el centro está el esqueleto de una cama de hierro, sobre ella una caja que pone “extrementos” y en la pared una foto en blanco y negro de un hombre torturado al pie de esa cama con el cuerpo bañado en sangre, seguramente muerto o deseándolo con muchas fuerzas, los brazos y piernas en posiciones forzadas. Miro mis pies, miro la cama, vuelvo a mirar la foto, vuelvo a mirar al suelo y veo manchas, muchas manchas por todos lados. El miedo me recorre la espalda y si… No sé como continuar esa frase. Sólo pienso que a mis pies han torturado a alguien a muchos alguienes. Veo fotos de niños pequeños y no me resulta difícil hacer el cálculo, estas fotos podrían ser de mi hermana o de mi hermano. No son fantasmas a lo que temo, sino a las torturas, paso de una sala a otra y se repiten las imágenes, las camas, las cajas. Llego a otro edificio dividido en cárceles más pequeñas primero de ladrillo y luego de madera.
Al final llego a una sala con miles de fotos de personas que pasaron por ahí, todos muertos, todos torturados durante meses, veo cráneos con agujeros de bala y máquinas de tortura.
Escucho a un guía explicar lo que pasó ahí pero sobretodo noto la rabia con la que habla mientras señala las fotos de los cabecillas de los Jemenes rojos, Kaing Guek Eav (Duch) el director de la prisión entre ellos. Me pregunto cuantas veces habrá repetido la misma historia y como sigue sintiendo la rabia en su interior. Leo la biografía traducida de algunas víctimas que escribieron de su puño y letra antes de morir por orden de los carceleros, leo la biografía de Jemenes rojos y víctimas vivas.
Se calcula que 14mil personas estuvieron en esa prisión de la que salieron 179 con vida y sólo 12 sobrevivieron. Uno de ellos cuyo nombre ahora no recuerdo está de lunes a viernes de 14-15h sentado por si quieres hablar con él. Paso por su lado, me hace una inclinación de cabeza mientras junta sus manos palma contra palma a la altura de su boca y me sonríe. Le devuelvo el gesto y la sonrisa. Entiendo la necesidad de no olvidar pero me niego a ir a ver el campo de exterminio a las afueras de la ciudad.
Solo de leerlo impresiona
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