Phnom Penh, impresiones de una capital golpeada...

Por Viajeporafrica

Llegamos a la ciudad de Phnom Penh en un momento muy importante y sensible para el país. Faltaban sólo dos o tres días para el funeral y entierro del ex rey de Cambodia, Norodom Sihanouk, quien había fallecido tres meses atrás en Beijing. La ciudad se notaba muy conmovida y transitando un duelo que parecía tocar de raíz la idiosincrasia cambodiana. La cara del rey empapelaba las calles, varios edificios públicos estaban cerrados, y la gente se abarrotaba en lugares estratégicos para prender velas y rendir diferentes homenajes. La atmósfera que se respiraba era de una forzada quietud debido a un calor aplastante y el constante hostigamiento del sol. De esos lugares en el que el afán por ahorrar agua y energía mantiene a las personas quietas y tranquilas.

Phnom Penh es bastante anárquica y pronunciadamente pobre. La moneda local está muy depreciada, por lo que en la mayoría de los comercios los precios están en dólares. La forma en que se presenta el tipo de cambio al turismo es ciertamente engañosa, por lo que más allá de las apariencias, siempre conviene el uso de la moneda local; a través de la cual, la economía se hace mucho más ajustada y mucho más certera.
La ciudad pareciera intentar disimular muchos de sus códigos y realidades, como si estuviera avergonzada y quebrada en su dignidad, como si hubiera sido violada. En varias ocasiones, aunque más intempestivamente luego de la caída del sol, me invadía una sensación de estar dentro de una inmensa taberna al aire libre, en la que la ley no existía y todo podía pasar. Como estar en un lugar donde más que vivir, se sobrevive.

Hay menos variedad y menos cantidad de comida que en todos los países limítrofes. Se evidencia una sensación de sofocamiento en las personas que atienden los puestos callejeros. Hay que pelear bastante los precios hasta en la compra más mínima. Hay muchas moscas, otro poco de olor, y mucha información en el ambiente que advierte a los sentidos a mantenerse estar alerta al estado de los alimentos que se ingieren. Más allá, y a pesar de todo esto, se consigue comida rica y barata, que hasta tiene la enorme virtud de romper con la rutina y eterna monotonía del fideíto y el arrocito como en gran parte de Tailandia, Laos y Vietnam. La fruta es de excelente calidad, pero muy cara en comparación con la comida.

Nobleza obliga a remarcar que de ninguna manera, por todo lo anteriormente expuesto, Phnom Penh deja de ser una ciudad más que interesante para descubrir y para caminar. Muy por el contrario, es probable que la suma de todas estas características y algunas otras que no entran en el relato por una cuestión de espacio, hagan de Phnom Penh un lugar muy intenso y estimulante para cualquiera que lo visite.
La vida transcurre en tranquilidad y letanía. Muchos de sus habitantes se entregan a la pesca y a las refrescantes brisas que transitan la confluencia de los ríos Mekong, Sap y Bassac. Hay una gran cantidad de monasterios, que mucho más allá de estar fundados sobre una función religiosa, ocupan el status de institución protectora de los más necesitados, protegiendo principalmente el espíritu de los niños, pero asistiendo también al resto de la sociedad en general.

La caída del atardecer, daba la sensación de enfatizar levemente la presencia de viejos verdes pervertidos y nefastos, en su mayoría extranjeros, que parecían salir de sus cuevas a intentar aprovecharse de la clandestinidad, del hambre y de las muchas necesidades de los habitantes de Phnom Penh. Tuve algún desgraciado contacto con uno de estos viejos mentalmente estropeados, que me remarcó que vivía en Phnom Penh porque: "No es como en otros lados. En Cambodia es fácil tener sexo". Gente con ojos feos, atolondrados, y muy difíciles de encontrar. Almas desnaturalizadas y oscuras que se abusan del dolor y del sufrimiento ajeno sin intentar reflexionarlo. Degenerados de mierda diría mi abuela. Yanquis excombatientes de la guerra de Vietnam según Vico.

Se precipita entonces la noche sobre Phnom Penh. Se bajan las cortinas de los locales, la ciudad queda en una cierta penumbra, y la noche esconde avergonzada un montón de prostitución sin alegría. E l ambiente se torna un poco más perverso. Los movimientos en las calles no se distinguen claramente. Se escucha el taconeo de pasos ominosos y caras arrugadas, mientras las voces femeninas invitan a los transeúntes a participar de la triste función. Phnom Penh da la sensación de estar escondida y aislada del mundo, ultrajada y disminuida psicológicamente. Con esa desprotección que para sanar necesita de infinitos abrazos y muestras de afecto.

A medida que fui informándome y entendiendo un poco más su historia, todas estas sensaciones cobraron mucho más sentido y se volvieron muchísimo más claras y más obvias. Los invito a pasar entonces por el próximo capítulo, donde terminamos la recorrida por la capital de Cambodia con un par de eventos más que destacados y significativos. Gracias por leer.