Subimos a la segunda planta, donde encontramos las imágenes más duras, los Derviches, tras entrar en trance, comienzan las mutilaciones para demostrar que, gracias a la comunión con Dios, el dolor ya no existe. Conforme vamos ascendiendo por el torreón, las fotografías se van volviendo más luminosas, los Derviches giran y giran alcanzando altas velocidades y entrando en éxtasis gracias al baile. Cerca de 50 imágenes y 9 audiovisuales nos acercan a éste insólito mundo. Lo mejor de todo llega al final, en la cúpula del torreón podemos asistir a una intervención multimedia, en la que rodeados de una pantalla circular, y semitumbados en unas butacas, podemos ver la progresión de los danzantes a nuestro alrededor.
Subimos a la segunda planta, donde encontramos las imágenes más duras, los Derviches, tras entrar en trance, comienzan las mutilaciones para demostrar que, gracias a la comunión con Dios, el dolor ya no existe. Conforme vamos ascendiendo por el torreón, las fotografías se van volviendo más luminosas, los Derviches giran y giran alcanzando altas velocidades y entrando en éxtasis gracias al baile. Cerca de 50 imágenes y 9 audiovisuales nos acercan a éste insólito mundo. Lo mejor de todo llega al final, en la cúpula del torreón podemos asistir a una intervención multimedia, en la que rodeados de una pantalla circular, y semitumbados en unas butacas, podemos ver la progresión de los danzantes a nuestro alrededor.