Miércoles 25 de octubre, 20:00 horas.
Teatro Jovellanos, Gijón, Concierto 1593 de la Sociedad Filarmónica de Gijón. "Homenaje a Granados",
Luis Fernando Pérez (piano). Obras de
Mompou,
Chopin y
Granados.
Un homenaje a
Enrique Granados en sus 150 años por
Luis Fernando Pérez, un pianista español sin fronteras como el propio compositor catalán, y rodeado de dos referentes en el mundo de las 88 teclas igualmente internacionales y con querencia parisina como entonces era de esperar: el polaco
Frédéric Chopin con su particular universo sonoro, virtuoso volcado en el señor de los instrumentos, y su tocayo catalán
Federico Mompou quien también viajó al país vecino recomendado precisamente por
Granados. Habría que recordar la influencia o condicionamiento geográfico en todo, por supuesto en las artes y especialmente la música, más aún en el caso de Cataluña o el País Vasco y buen hilo conductor del pianista madrileño muy querido en Francia,
reconocido mundialmente con estos tres compositores que completaron un programa exigente técnica e interpretativamente, lidiando con un instrumento por el que sí pasan los años y extrayendo toda la paleta que las partituras elegidas esconden. Voy dejando aquí las excelentes notas al programa de
Lorena López Fernández por el perfecto complemento a la música que sonó en un teatro no tan lleno como hubiésemos querido y de edad avanzada pero gustoso además de feliz por la calidad del concierto.
Abrir con
Mompou y sus
Scènes d'enfants son un reto que
Luis Fernando Pérez ha superado
llevándolo al disco con el sello francés
Mirare el pasado año (y con quien ha grabado también a los compañeros de programa). Íntimamente cristalino, aire mediterráneo, pinceladas sonoras sueltas, casi acuarelas delicadas bien perfiladas en negro, cinco joyas infantiles de reminiscencias impresionistas sin perder originalidad y aire propio.
Las obras de
Chopin emparejadas a pares nos trajeron por un lado el intimismo y la delicadeza romántica de sus
Nocturnos op. 27 nº 1 en do sostenido menor y el
nº 2 en re bemol mayor, dedicados a la Condesa de Appony, amores casi goyescos en una penumbra ideal para lograr ese ambiente íntimo, dominio del claroscuro por parte del pianista madrileño, polo casi opuesto al catalán pero complemento sonoro, y continuar con el
Nocturno en do sostenido menor "póstumo" encendiendo las velas para una luminosa
Balada op. 23 nº1 en sol menor, el arrebato romántico por excelencia, los contrastes de matices, velocidades con el rubato apropiado, nuevos cuadros de trazo vivo bien cargados de colores superpuestos, el óleo frente a las acuarelas.
Antes de comenzar la segunda parte dedicada a
Granados, el propio intérprete desgranó los motivos principales de unas
Goyescas o los majos enamorados para una mejor comprensión por parte del respetable, prepararnos para una escucha bien asentada de una de las obras magnas escritas para piano (junto a la
Iberia de
Albéniz) como bien nos recordó, causa también de su rareza en los conciertos por el esfuerzo que conlleva, incluso con la partitura delante para no perderse nada del mundo pianístico de
Granados inspirándose en el pintor maño y abordado como dijese el compositor catalán:
"no con tristeza de viuda sino con celos de mujer enamorada".
Si podría decir que el programa tenía un aire pictórico como hilo conductor,
Goya trata todas las técnicas y estilos, un avanzado de la época del que se ha escrito que fue el primer impresionista. Su paleta de colores es tan amplia que
Granados pareció querer realizar un paralelismo al piano siendo
Luis Fernando Pérez su intérprete ideal.
Los dos cuadernos sonaron unidos por el "Intermezzo" de la ópera
Goyescas, sutil trabajo orquestal en el piano con mayor riqueza de detalles cual boceto ya de por sí maestro. Los cuatro primeros números parecieron traducir a notas las veladuras de cada cuadro, los colores pastel de los retratos aunque los caprichos sean grabados.
Aquí no hubo medias tintas, los contrastes grabados casi con sangre, sudor y lágrimas, amores imposibles con finales trágicos, el relato complejo como la propia partitura, la psicología de
Goya que enamoró a
Granados. Paralelismos musicales y pictóricos en cada estampa, pinceladas en cada nota al detalle cual cincelador de sonidos, pulcritud de trazo e independencia tímbrica en cada tecla para alcanzar la globalidad desde el ataque o el fraseo, algo especial que
Luis Fernando Pérez consigue como pocos, individualidad en cada número pero con visión total cual exposición temática donde poder observar todo el proceso creativo, aquí escuchando los seis números más el intermedio cual "promenade" o paseo.
De su trayectoria y premios podemos concluir que el resultado fue esperado en un programa tan español como universal, pianistas todos sin fronteras, autores y obras plenamente asimilados por el intérprete, sentidos y disfrutados como bien reflejaba en la entrevista al diario
La Nueva España del día antes que dejo también aquí.
No podía haber mejor regalo que la
Danza Andaluza nº 5 del propio
Granados, casi taconeo flamenco desde un arrebato de pasión, el calor del sur frente a los "caprichos" que nos pusieron los pelos de punta, nuevo relato de un pintor del piano perfectamente entendido por el intérprete madrileño.
Como guiño a nuestra tierra y al otro gran pianista y compositor catalán
Albéniz,
Asturias cercana, vibrante, "Leyenda" de subtítulo con los dos grandes motivos, chispeante como nuestra lluvia y reposado cual neblina, un paisaje sonoro para redondear un excelente concierto de piano durante dos horas, generoso como el propio
Luis Fernando Pérez al que sigo hace tiempo y nunca nos defrauda.
P. D.: Dejo el enlace a la crítica de Ramón Avello, actual presidente de la Filarmónica local, en el diario El Comercio, con la historia que relaciona a Granados con Gijón y esta centenaria sociedad.