Eran militares bastante jóvenes, el caballero tendió la manta sobre el prado. El sol de mediodía invitaba a tener una merienda campestre e informal: Unos cuantos refrigerios, una buena botella de Valpolicella y algo de queso. La chica sonrió, ocupo un extremo de la manta, se quitó los zapatos para estar más cómoda y por un instante comenzó a juguetear con los deditos, haciéndolos bailar una vez que quedaron liberados.
- Qué buen gusto tiene usted Señor Alfredo, hasta vino italiano trajo para acompañar el pan con jamón - le dijo ella aun sonriendo
- Todo lo preparé pensando en este momento, vida mía - respondió Alfredo, que mantenía la mirada hipnotizada viendo la danza de deditos de pie, le llamaba en especial el barniz rojo de las uñas.
- Lo sé mi amor. No se te escapa detalle alguno - respondió la muchacha al mismo tiempo que recibió el pan con jamón y veía como él servía el vino en un par de copas de cristal preparadas para la ocasión - lástima que dispongamos de tan poco tiempo, en una hora debemos volver al trabajo - agregó ella bajando la mirada
- No te preocupes, si incluso llegáramos tarde, unos cuantos minutos no creo que sea grave.
- Yo por mí no me preocuparía, pero tenemos jefes y supervisores. Ellos sí que se mostrarían preocupados si llegamos un segundo más tarde de lo normal.
- Es una lástima que sea así, ellos son tan... ¡INFLEXIBLES!
- Así es, me parece que son gente retrógrada - apuntó ella, mientras se acomodaba el cabello como si quisiera hacerse una cola de caballo
- El problema en realidad no son ellos, es la sociedad por completo la que anda podrida - continuo Alfredo mientras engullía la mitad de su copa de vino.
- ¿Y deseas cambiar un poco las cosas?
- Me gustaría darle un vuelco total, cambiar nuestro sistema socioeconómico por algo más progresista
- Qué interesante, amorcito - le dijo ella mirándolo fijamente y con total sutileza se acercó un poco más hacia él y por un segundo pareció que ella le había tocado una mejilla.
Alfredo dejó su perorata política y prefirió centrarse en ella, le acercó la cara para besarla, gesto que ella correspondió.
Lo siguiente que ella escuchó fue un ruido seco, extraño. Alfredo cayó de espaldas, alguien le había disparado a la cabeza, quizás un francotirador oculto entre la vegetación.
Como pudo y sin saberlo ella salió inmediatamente corriendo, no se acordó que estaba descalza, pero aun así se desplazó rápidamente tratando de huir de ese paraje.
De entre la vegetación un brazo fuerte la agarro para ocultarla
- Excelente trabajo, Alférez 731. Hemos dado de baja al traidor. Seguimos todas tus señas, según lo acordado: si te arreglabas el cabello, nos pondríamos alerta. Y si tocabas la mejilla del objetivo le apuntábamos. Y un beso consentido era la indicación de dar de baja al fiambre.
- Es cierto, Diamante 4 - dijo ella - personas divergentes son peligrosas para nuestra organización y el país. Que el equipo de aseo limpie la escena, no debe quedar ni el mínimo rastro. Desaparezcan todo.
Ella siguió caminando alejándose del francotirador, que estaba ya emocionado, contactando vía radio y usando lenguaje en clave, daba instrucciones para "la gente del aseo".
Era la primera vez que siendo asignada a una misión alguien había muerto. Ya no había vuelta atrás. Pertenecía ahora al Gobierno. Ella misma había "neutralizado" a otras personas en el pasado, no tan lejano, pero por buenas causas, porque era gente que se lo merecía, pero con Alfredo no estaba segura. Sintió que las razones de la ejecución eran puestas a capricho por la Elite. Se le aguaron los ojos y le temblaban las manos, como si hubiera caído en cuenta de que la palabra inocencia se había borrado del todo en su mente. Se sentía asqueada.
Desde ese día decidió utilizar gafas oscuras, no quería que nadie la viera llorando. Nunca dejaría que la gente pudiera leer sus emociones. Sé prometió a sí misma que jamás volvería a enamorarse de alguien del trabajo.
Horas más tarde, la familia de Alfredo recibió la noticia de que el héroe había caído cumpliendo con su deber, lo mismo indicaron los medios de comunicación local. El vocero del gobierno prometió investigar a fondo los sucesos.
(El francotirador tan solo pensaba que Alférez 731 en cierto modo estaba libre, no era fea, aunque tal vez nunca la invitaría él mismo a una salida campestre)