Pues si el otro día hablaba de canciones que se me escaparon, hoy voy a hablar justamente de lo contrario: de ese momento terrible a principios de diciembre en el que tienes ¡por fin! tu lista de canciones favoritas del año bastante apañadita, y hasta te has permitido el lujo de ir preparando con tiempo la entrada con la que compartirás con tus queridísimos lectores tu particular catálogo de filias. Y vale, quizás compartes la visión -bastante generalizada- de que 2014 no ha sido un año tan excitante en lo musical como otros recientes, pero estás contento porque te has organizado bastante bien, y hasta te vas a librar del sprint final de entradas pendientes, y encararás el último mes del año con la satisfacción del deber ya cumplido.
Y entonces aparecen ellos: la gente que realmente entiende de música, los que no pierden el tiempo en algo tan poco productivo como ordenar canciones por orden de preferencia, los que te hacen sentir con sus selecciones de grupos rarísimos de los que jamás habías oído hablar como un fan de Pablo Alborán haciendo cola para una firma de discos en el Alcampo. Y no sabes si abrazarlos por esos maravillosos descubrimientos que te hacen a última hora, o maldecirlos para la toda la eternidad por su odiosa capacidad para poner patas arriba esa extensión de uno mismo en el que habías convertido aquella condenada lista.
La entrada de hoy es uno de esos casos: “Picture You“, de los suecos The Amazing, me fue revelada un aciago/bendito día de 12 de diciembre de 2014 a través de Popcasting, el exquisito podcast que desde hace años produce Jaime Cristobal (vecino de Pamplona, como un servidor, y autor de magníficos artículos sobre música -ahí empiezan las diferencias entre nosotros- en la web Jenesaispop), desbaratando al instante con sus 9 minutos de magia las posibilidades de entregar mi selección de canciones favoritas del año en el día inicialmente previsto. Sirvan al menos estas líneas de ¿reproche? ¿alabanza? (sigo sin estar seguro del todo) para recomendar la escucha del programa de Jaime: surf, pop 60’s, soul, synth-pop, jangle de los 80, la (esperable: es el 50 % del dúo Souvenir) cuota francófona y, faltaría más, un montón de nuevas canciones de esas que sonarán más en nuestros corazones que en las radios. Didáctico, entretenido, gratuito y plagado de -ejem- deliciosos descubrimientos musicales, a él debéis más de una y más de dos de las canciones que a menudo aparecen por este blog: si esto no es una recomendación, que venga Dios y lo vea.
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No conocía a la banda sueca The Amazing, pero voto a bríos que voy a ponerme a buscar como un loco. El sencillo que da título al que será su tercer disco es una canción prodigiosa que en realidad son dos, que al final va a resultar que es verdad que el quintento es tan asombroso componiendo como su propio nombre da a entender, y se pueden permitir el lujo de ofertar el 2×1 en excelencia. Me explico, que me ha quedado muy embarullado: el larguísimo tema (9:27) tiene dos partes claras, una primera en el que el protagonismo absoluto es de la soberbia melodía cantada por las voces, y una segunda, más intrincada, que es prácticamente un nuevo tema instrumental. Sin embargo, existen vínculos entre una y otra, más allá de alguna coincidencia en las secuencias de acordes, y es el decisivo papel que, a modo de hilo conductor, juegan las guitarras: qué arpegios maravillosos, qué capacidad para emocionar con su sonido, tan puro, vibrando en el espacio vacío. Si la primera remite al folk británico de los 70, levemente teñido de psicodelia, la segunda adopta un desarrollo algo más progresivo (imaginad unos Real Estate versionando a Pink Floyd) que acabará entusiasmando a los que se emocionan (¿hay alguno no lo haga?) con el “Intro” de los británicos The XX.
Qué cosa más bonita, joder, qué canción más perfecta para ver llover a través de la ventana: se va directa a mi (abollada) carpeta de favoritas, y se instala -por una larga temporada, me temo- en el corazón del que esto escribe. Que le pirran a uno estas canciones-río, a pesar de saberme incapaz de controlar el modo en que tanta melancolía acaba por afectarme: sufridores por vocación y propensos a los suspiros, abstenerse. O (es lo que he hecho yo, y no me arrepiento) abandonarse por completo a ese dulce, necesario, maravilloso sentimiento de desdicha.