El habitual lector de este blog, Saúl Baas Bolio, me pidió rescatar mi crítica de Sucedió una Noche, ante el inminente estreno de Argo, el más reciente largometraje de Ben Affleck. Aquí abajo está el texto, tal y como fue publicado hace cinco años.
Y ahora resulta que Ben Affleck tiene talento. Y mucho. Es cierto que Affleck ganó un Oscar –junto con Matt Damon- por el guión de Mente Indomable (van Sant, 1997), pero este logro perdió lustre muy pronto en los siguientes años: siete nominaciones a los Razzies –que “premia” a lo peor del cine estadounidense- marcaron una súbita decadencia que parecía irreversible. Sin embargo, desde el año pasado la suerte de Mr Affleck cambió: primero, nos entrego una meritoria interpretación en el apreciable film-noir Hollywoodland (Coulter, 2006) y, ahora, en su debut detrás de las cámaras como cineasta, dirige el extraordinario drama policial/moral Desapareció una Noche (Gone Baby Gone, EU, 2007), sobre la novela homónima de Dennis Lehane, disponible en español en Ediciones RBA. Boston, tiempo presente. La pareja –en más de un sentido- de jóvenes detectives privados Patrick Kenzie (Casey Affleck, en otra notable actuación después de un similar trabajo en El Asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford/Dominik/2007) y Angie Gennaro (Michelle Monaghan) son contratados por los tíos de una niña que desapareció, aparentemente secuestrada, sin que se diera cuenta la drogadicta, alcohólica y prostituida madre (Amy Ryan, magnífica). Renuente Angie a aceptar el trabajo, inclinado Patrick a decir que sí, finalmente los dos empiezan a buscar la verdad que a todos parece interesarle, por lo menos de dientes para fuera… Por la premisa inicial –la abducción de un infante- y por el escenario –el Boston de la clase trabajadora-, Desapareció una Noche nos remite de inmediato a la obra mayor de Eastwood Río Místico (2003) –basada en otra novela de Lehane, por cierto-, pero los dos filmes son animales muy diferentes. Es cierto que en las dos cintas el fatalismo y la desesperanza terminan siendo asfixiantes, pero el desenlace de la opera prima de Affleck es, de lejos, mucho más complejo. ¿Qué es hacer el bien?: ¿cumplir con el deber cual si se tratara del imperativo categórico kantiano o pensar en las consecuencias de nuestras decisiones y actuar siguiendo un principio más “razonable”, más “práctico”, más "prudente"? El final, sospecho, provocará encendidas discusiones entre el respetable, y no porque sea confuso. Al contrario: la claridad de lo que sucede es lo que resulta lacerante… y debatible. Una de las mejores operas primas hollywoodenses de esta década, una de las mejores películas del año.