Pídala Cantando/XLVIII

Publicado el 31 mayo 2012 por Diezmartinez

El camarada Saúl Bass Bolio me pidió que rescatara lo que escribí de La Lista Negra hace varios años. Como no:
La Lista Negra (Zwatboek, Holanda-Alemania-Bélgica, 2006), décimo-cuarto largometraje del holandés hollywoodizado convertido en hijo pródigo Paul Verhoeven, está supuestamente basado en hechos reales –aunque ni Verhoeven ni su coguionista Gerard Soeteman aclaran en los créditos las fuentes de información. En todo caso, he aquí la increíble historia de una atractiva joven judía rica, Rachel (Carice van Houten), quien termina trabajando para la “audaz” Resistencia holandesa en plena ocupación nazi.    He colocado las comillas en el adjetivo audaz porque, en realidad, este acezante thriller de espionaje muestra que la única audacia proviene de la indómita Rachel, quien para pasar como una despampanante cantante aria de raza pura, se hace llamar Ellis y se tiñe el pelo de rubio, incluyendo el vello púbico, en una desfachatada escena vulgar, típica del mejor Verhoeven. Pronto nos daremos cuenta, de hecho, que la Resistencia holandesa está llena de traidores y colaboracionistas y que no todos los nazis son exactamente unas bestias, pues el enamorado de Rachel/Ellis –el oficial alemán Müntze (Sebastian Koch)- resulta ser más heroico que muchos, aunque las razones de su integridad sean más bien nebulosas.    No es novedad lo ambiguo del planteamiento ideológico tratándose de Verhoeven. Su cine siempre está en el filo de la navaja, provocando a todo el que se deje. Ya en una de sus cintas mayores, la futurista película bélica Invasión (1997), era imposible separar la supuesta crítica social del franco regodeo provocador: el retrato de esa sociedad supremacista/militarista con todo y sus símbolos y medios de comunicación totalitarios –los comerciales que aparecen en la cinta parecen una versión jocosa de los spots del “tesorito” en aguas profundas del (des)gobierno de Calderón- expresa una crítica al fascismo que bien puede confundirse con la franca admiración por ese mismo régimen.    Algo similar sucede en La Lista Negra con la inversión típica de buenos y malos, pues los héroes de la Resistencia no lo son tanto y los nazis –o, por lo menos, uno de ellos- no son los villanos irredimibles que estamos acostumbrados a ver. Así, Rachel/Ellis se mueve entre estos dos bandos invertidos, entre traiciones, sangre y (literalmente)  mierda, escapándose una y otra vez en el último minuto, cual heroína griffithiana vulgarizada, sin duda hiper-sexualizada, terriblemente vilipendiada, pero nunca envilecida. Los viles son otros, no ella.