Piedras encantadas, por Rodrigo Rey Rosa
Publicado el 24 enero 2010 por David Pérez Vega @DavidPerezVegEditorial Seix Barral, 124 páginas. 1ª edición 2001.
Hace alrededor de una década, compré en una caseta de libros de segunda mano, en la avenida de Portugal de Móstoles, montada para conmemorar el día del libro, El cojo bueno de Rodrigo Rey Rosa, por el módico precio de 100 pesetas. Ni siquiera era un libro de segunda mano, tenía toda la pinta de ser un saldo, es decir uno de esos libros que las editoriales no venden y, tras una temporada en un almacén, finiquitan al peso con los libreros de segunda mano. Me sonaba el nombre de Rey Rosa, había encontrado críticas positivas de él en prensa, y aún así no fue hasta 2006 cuando leí ese libro, tras recoger los elogios que le dedicaba Roberto Bolaño en Entre paréntesis. El cojo bueno me sorprendió gratamente, en apenas 124 páginas le daba tiempo a Rey Rosa a diseccionar a la sociedad guatemalteca y a hablarnos de las inquietudes de un escritor (trasunto de él mismo) en Marruecos, conociendo a un admirado Paul Bowles.
Desde entonces, cada vez que en una librería de segunda mano me topo con un libro de Rey Rosa lo compro. Se ha ido convirtiendo durante el último lustro en uno de mis referentes de la nueva narrativa hispanoamericana. Es difícil que decepcione. Sólo me ha parecido un poco más flojo de lo habitual en él Caballeriza, y aún así tiene un primer capítulo soberbio. Quizás también sorprenden por extraños los cuentos del libro El cuchillo del mendigo, basados en tradiciones de su país y demasiado oníricos para mi gusto. En los relatos de El agua quieta ya empieza a mostrar una voz narrativa más reconocible y acorde con su obra posterior. Me gustaron mucho las novelas Cárcel de árboles / El salvador de buques, Lo que soñó Sebastián y La orilla africana (ésta ambientada en Marruecos).
A este último grupo de novelas sumo Piedras encantadas. Otra novela corta, apenas 124 páginas -encontrada, esta vez, por 7 euros, en uno de los tenderetes frente a las casetas de la cuesta de Moyano-, en la que Rey Rosa tiene capacidad para diseccionar a casi todos los estamentos de la sociedad guatemalteca.
En ella, como en casi toda su producción, nos encontramos con un personaje desencantado, en cierto modo solitario o aislando, capaz de vislumbrar el trasfondo de violencia y corrupción de la sociedad donde vive, y de la que parece evadirse a través de la reivindicación de una literatura europea que suele quedar fuera de contexto en su entorno. En Piedras encantadas la presencia de este personaje central queda un poco más desdibujada que en otros libros, dado que aquí cobra más importancia que otras veces la composición coral en personajes del texto.
Joaquín, perteneciente a la clase alta guatemalteca, ha regresado de España a su país. La novela comienza la mañana en que recibe en su casa la visita de Armando, un amigo que le trae marihuana de la ciudad de Cobán, donde vive. Armando acaba de atropellar a un niño en el centro de la ciudad y ha huido sin socorrerlo por miedo a lo que pueda ocurrirle. “Guatemala. La pequeña república donde la pena de muerte no fue abolida nunca, donde el linchamiento ha sido la única manifestación perdurable de organización social” (página 9).
Desde la primera página de Piedras encantadas se filtra una de las ideas principales de la obra de Rey Rosa: la violencia y la corrupción como los cánceres que corroen a todos los estamentos de la sociedad de su país, así como la casi imposibilidad de redención. La visión de Rey Rosa es lúcida, desapasionada, negativa: “Los guatemaltecos eran el resultado de una mezcla de dos (o tres) pueblos, en la cual los elementos negativos de cada uno se combinaban para excluir sus virtudes” (paginas 41-42).
Armando va a visitar a un prestigioso abogado para pedir consejo y acaba abandonando su coche acusador en el garaje de la casa de Joaquín. Quién a su vez, decide tomar este hecho como una señal para regresar a España, aunque antes quiere declararse y pedirle que se vaya con él a su prima Elena.
Joaquín aún tendrá que vérselas con un detective privado, que nos acercará hasta la madre del niño atropellado (un huérfano de 6 años, traído a Guatemala desde Bélgica), y a sus conflictos con su ex marido, ambos pertenecientes a la alta clase social del país, por lo que el asunto del atropello se complica.
Elena trabaja en un periódico, Joaquín piensa que ella puede saber algo o también puede que él acabe hablando de más sobre Armando. “Aunque fuera cierto que prácticamente nadie leía prensa en Guatemala (el 0,7% de la población), que los periódicos no habían hecho nunca ninguna diferencia, pues todo el mundo sabía que estaban vendidos (aun El independiente)” (página 85).
Nuestro Gran Palacio Nacional (…). Dicen que en uno de sus sótanos hay una máquina IBM gigantesca, que trabaja día y noche sin descanso. Baraja toda suerte de datos, elabora fichas periódicamente, clasifica fotos y videocintas, describe relaciones y lugares, hace diagnósticos y recomendaciones. Unos treinta mil informantes trabajan para alimentar al monstruo” (página 94-95), y así se extiende dos páginas hablando del estado policial que Rey Rosa considera que es Guatemala.
Por la novela desfilan las clases altas, y también los niños mendigos de la calle. En la novela aparecen avezados confidentes policiales de 5 años. El título Piedras encantadas hace referencia al nombre de una peligrosa banda de niños delincuentes. “-Mira. Las piedras –dijo Elena. / -¿Qué piedras? / -Las piedras encantadas. / -Entonces mejor vámonos, no vengan y decidan que te tienen que violar. / -Pero si son niños. / -Hnm.”. He transcrito una conversación que Joaquín y Elena mantienen en la página 122. En la misma página se acaba concluyendo que lo mejor sería irse de allí (esa calle, ese país) a cualquier parte.
Una novela dura, desencantada, intensa, que basa su fuerza en el poder elíptico de la insinuación, y que como siempre me ha dejado con ganas de haber podido entrar más a fondo en la vida de los personajes (lo que debe conseguir toda buena novela), y como remedio la decisión de seguir buscando los títulos del guatemalteco en las librerías de segunda mano. Su última novela, El material humano, la ha sacado Anagrama y no Seix Barral. Ahora es una novedad, no sé si lograré esperar a que, incompresiblemente, los lectores españoles la desprecien y pueda comprarla de saldo.