Pasados los días, ya meses, la herida parece cicatrizada. Superado el inicial espanto ya no me siento un adulto maltratador. Quiero mostrar aquí mi agradecimiento a todas las personas que, en en contra de lo políticamente correcto, rompen una lanza a favor de una visión crítica de las relaciones sociales con este mundo delicado y hermoso, perverso también, que es la infancia. Invito a leer el artículo de Julián Marías publicado en el períodico El PAÍS el 27 de septiembre de 2009. "Pieles finísimas" es un alegato contra esa mentalidad pusilánime que impregna muchas veces nuestra actividad. Es muy diferente una bofetada a tiempo (merecida, medida, justificada, dolorosa para ambos) que la muestra gratuíta de crueldad o sinsentido (ver artículo siguiente de este blog).Nunca podré enorgullecerme de una bofetada dada a un niño. Pero tampoco es justo sentirse tam culpable en según qué circunstancias. Aún recuerdo, hace unos años, a mi compañera Maria. Una PT excepcional. Tan excepcional que dedicaba muchos de sus fines de semana a colaborar como voluntaria en el Proyecto Hombre durmiendo en hogares repletos de drogadictos y estando al tanto de sus necesidades. Ella fue la que pagó de su bolsillo el campamento de dos niñas chilenas (víctimas de abusos paternos) a las que yo daba clase en otro colegio compartido. Ella fue la única que se atrevió a "luchar" cuerpo a cuerpo con Mª Paz, la niña más guerrera de todo el colegio... Un día entró en mi clase demudada confesando que había dado una torta a uno de sus alumnos. Yo conocía muy bien a ese alumno. Era el "reto" hecho infante. Entendí perfectamente lo que había pasado. Comprendí claramente su reacción. Supe que le había hecho un favor, pero no llegué a imaginar en ese día, la carga de profundidad que acababa de estallar en sus sentimientos. El 4 de abril, me acordé de ti, compañera. Salgo de mi penitencia con el perdón ganado. Pero del propósito de la enmienda me queda la duda. Pieles finísimas (Por Julian Marías, ElPaís.com. EL Pais Semanal) 27 de septiembre de 2009.