Pies pequeños

Por Antoniobarba

Haruki Murakami

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Haruki Murakami

Pies pequeños medía un metro noventa o así. Era desgarbado y flaco. El cuerpo le empezó a crecer a lo loco cuando adolescente, cuando pies, brazos y extremidades comienzan una loca competición espoleada por las hormonas, y aquello no paró. Pies pequeños recuerda la locura de aquellos años, con su cuerpo convertido en una olla en permanente ebullición. Pensó que con el paso del tiempo lograría gobernar aquel su nuevo ser desmadejado, como son un poco todos los adolescentes cuando crecen, que se descontrolan y no consiguen del todo hacerse a la idea de su nuevo envoltorio. Todo le creció a pies pequeños, menos los pies que le sustentaban, y de ahí su mote. Esta mañana se ha arreglado rápido para ir al trabajo, pero se ha trastabillado con sus pequeños pies, incapaces de guiar adecuadamente su mole, cuando bajaba por las escaleras y se ha metido una buena toña en toda la nariz. Como ha podido se ha recompuesto, se ha puesto un vendaje en la tocha, ha agarrado el 1Q84 de Murakami, que se está leyendo, y se ha apresurado para no llegar más tarde de lo habitual al curro. Pies pequeños no se cansa de explicar que su problema arranca de la adolescencia, de la edad del dolor, cuando el crecimiento no le afectó por igual. Si sus pies hubieran crecido a la misma velocidad e intensidad que el resto de su ser, posiblemente se sentiría más con los pies en la tierra. Pero como no es así, pies pequeños está todo el día con su mente en las nubes.