Pieza única - Milorad Pavić

Publicado el 06 octubre 2021 por Elpajaroverde
"El aire, desde siempre, ha estado lleno de sueños. En realidad, los sueños están por todas partes a nuestro alrededor. No sólo los nuestros, humanos, sino también los de animales, plantas y piedras; o los sueños del agua que son eternos, porque el agua nunca olvida nada, recuerda todo para siempre. Todo alrededor nuestro está lleno de sueños ya soñados y aún sin soñar. En estado de vigilia inhalamos los sueños sin notarlos, como tampoco notamos el aire, cuando lo hay, y durante la noche nos habitan por un rato alimentado lo que nuestros pensamientos y nuestra comida y bebida no son capaces de alimentar. Hay un libro en el que se puede leer que todos esos sueños que llenan la atmósfera de la Tierra y las tormentas magnéticas arriba de ésta, hasta el Universo, forman un contorno reconocible, un cuerpo enorme inclusive, pero para nosotros, vendedores de sueños, eso no tiene importancia. Nosotros somos una especie pretérita de mercaderes, aunque poco conocida. Casi una casta. No somos una secta religiosa, sino un gremio mercantil que se ocupa de la venta de sueños y su mercado general".

Adquirir un bien (o un mal) tal como un sueño no tiene un precio al uso. El precio por hacerse con un sueño, especialmente con uno no soñado, es casi algo así como aceptar un pacto con el diablo. Al fin y al cabo, soñar un sueño aún no soñado es como hacerse con un trocito de futuro. Si, además, ese futuro es posterior a la muerte de quien lo sueña, sería ya como adquirir un cachito de eternidad. El precio para obtener esta puede parecer ciertamente disuasorio, pero, al fin y al cabo, "el hombre no está compuesto de agua, como suele decirse, sino de sed".

Me resulta muy complicado hablar de esta novela. Dejaré, pues, que sea el propio autor quien os la presente, a pesar de que sus palabras al respecto sean nuevamente pura comedia y no le hagan justicia.

"¡¡¡NOVEDAD!!! ¡LA NOVELA PIEZA ÚNICA!

El escritor del Diccionario jázaro una vez más inventó para usted un juego literario nunca antes visto: ¡una novela-delta!

Es una novela de amor, entretejida con un cuento de detectives que se ramifica en cien brazos y lo conduce hacia cien desenlaces diferentes. Cada lector obtiene su versión personal de la novela y su final particular de la historia.

¡Usted posee una PIEZA ÚNICA!"

Milorad Pavić, autor de Diccionario jázaro, probablemente su obra más conocida, que no he leído aún pero que me gustaría hacer en algún momento, presenta su novela Pieza Única con las palabras que preceden estas líneas. No estoy muy de acuerdo con dichas palabras. En mi opinión no se trata de una novela de amor como en ellas se dice. Cierto es que podría decirse de ella que lleva entretejido algo así como un cuento de detectives. En cuanto a la ramificación en cien brazos que conducen a cien desenlaces diferentes, he de mostrar mi decepción al respecto. Estoy de acuerdo en lo de que cada lector puede obtener su versión personal y hacer su propia lectura, pero esto es algo que pienso en general de cualquier lectura. Sigo sin saber lo que es una novela-delta, así que no puede mostrar mi acuerdo o desacuerdo sobre tal definición o clasificación.

Dejado esto claro, he de decir también que no es para nada mi propósito contradecir al señor Pavić. Y es que su especie de autopromoción forma parte de la experiencia lúdica que es esta novela. Está contenida dentro de la misma. Uno de sus personajes, el Inspector superior Eugen Stross, se topa en un escaparte con una novela titulada Pieza Única promocionada con dicha sinopsis. Se trata de una novela sobre los mismos crímenes que él se encuentra investigando.

Respecto a la verdadera sinopsis de la verdadera Pieza Única, prescinde esta, afortunadamente, de ese tono de vendedor de feria, si bien incide igualmente en la múltiple resolución. El libro consta de dos partes: lo que es la novela en sí más el cuaderno azul del ya nombrado Inspector superior Eugen Stross a modo de diario con apuntes sobre sus investigaciones. Sexto Piso, sello editor de esta obra, ha tenido además el gusto de editarla en dos volúmenes recogidos en un mismo estuche, así como el detalle de que las tapas del mencionado cuaderno azul sean precisamente de ese color. Para mí, sin embargo, este libro tiene tres partes diferenciadas (y esto para nada es una crítica a esa presentación en dos volúmenes).

En la primera parte se nos narra la historia en sí. Conocemos a Aleksandar Klozevits, de profesión mercader de sueños. No es su ocupación su única particularidad. El señor (o la señora) Klozevits es un andrógino. Será Aleksa o Sandra según conveniencia o antojo propio o quizás sea más acertado aventurar según conveniencia o antojo del señor Pavić. Cuando Aleksa entra en escena, el espejo devuelve la imagen de Sandra; cuando lo hace Sandra, sucede al revés. Claro que ese privilegio de ver a la vez ambos sexos de un andrógino solo está reservado para ciertos elegidos. La figura del andrógino como uno de los personajes principales de esta novela me parece un acierto para una obra en la que predomina la dualidad y la ambigüedad.

"¿Usted sabe qué es el té? -de pronto me preguntó Sofía.

-¿Qué son en general las bebidas calientes y nuestra necesidad de ellas? Son el sustituto de la sangre.

-Sí. Justamente de la sangre caliente de un animal recién degollado que dejamos de beber hace mucho tiempo, hace unos cuantos miles de años, pero la sed de ella y la pretérita necesidad por las bebidas calientes, primero por la leche, y a falta de ésta, por la sangre caliente, aún pervive en nosotros. Algunos todavía no han renunciado a esa necesidad bestial arcaica. Por ejemplo, los asesinos como [...]. Para ellos no hubo dilema, el té o la sangre...

-No lo creo -le dije- detrás de ellos está un verdugo que los forzó a matar. Yo voy a encontrar a ese alguien y entonces se dará cuenta de que soy yo quien tiene razón y no usted".

Pues, bien, Aleksandar Klozevitz tiene contraída una deuda con un tipo de esos que parecen 'tejemanejar' todos los asuntos turbios de una ciudad. Dicho individuo, al que todos conocen como Sir Winston, le hace a nuestro andrógino un encarguito para saldar la deuda. Durante las averiguaciones de Klozevitz respecto a dos personas relacionadas con dicho encargo, se entremezclan en la trama Matheus Distelli, cantante de ópera, y Marquesina Andrósovich Lempitska, amante de este. Estos dos personajes terminarán por adquirir un sueño futuro. Como resultado de todo el enredo, serán varios los muertos y asesinados.

En todo momento conocemos quién es el autor de cada crimen y cómo se lleva a cabo cada uno. Es más, podría hablarse perfectamente del crimen perfecto, finamente orquestado, además. La trama se lee con un ritmo ágil. Cada capítulo lleva por título un perfume relacionado con cada uno de los personajes, y es que hay alguien por ahí con un acentuado sentido del olfato. Me siento embriagada ya no por tanto perfume sino por los múltiples detalles que se me ofrecen. No quiero que se me pase ninguno, así como en qué capítulo o escena aparecen y con qué personajes están relacionados. Es como si siguiendo la pista de cada uno de ellos pudiera llegar a la resolución que se me promete y que, sin embargo, la misma novela me está dando.

En la segunda parte se nos narran los sueños de Distelli y Lempitska. Si bien habíamos tenido acceso a algunos detalles de los mismos en la parte anterior, aquí se nos narran en su totalidad.

El sueño del cantante de ópera cuenta con un ilustre protagonista: el poeta ruso Aleksandr Serguéyevich Pushkin. Conozco a Pushkin. No lo he leído pero lo conozco. Conozco al Pushkin de mi Marina. Lo conozco como conocemos a esas personas con las que nunca nos hemos encontrado pero de las que nos ha hablado mucho un ser querido. Conozco algunas de las obras de Pushkin a través de la lectura que de las mismas ha hecho Marina Tsvietáieva y de lo que han significado para ella. Sé también de las circunstancias de la muerte del poeta, así que, cuando me encuentro con ella en esta novela no necesito buscar más detalles al respecto ni esperar a que se me den en este libro. Y sé que Milorad Pavić o Aleksandar Klozevits o el subconsciente, que es como la yema voladora de un huevo, de Distelli ( "la yema es el sueño, la clara es la realidad. El sueño se alimenta de nuestra realidad, y cuando se hace suficientemente fuerte, rompe la cáscara y levanta el vuelo") no ha puesto a Pushkin en el sueño del cantante para mí, pero a mí estos encuentros fortuitos me parecen maravillosos. Aunque, lo que realmente es maravilloso en sí, es la narración que el escritor serbio hace de dicho sueño más allá de que en él aparezca el Pushkin de mi Marina que, al fin y al cabo, en este caso no es tal Pushkin sino el Pushkin de Distelli.

El sueño de Lempitska es otra maravilla que está narrada de manera tridimensional. Son tres versiones que se complementan y retroalimentan, como, por otra parte, lo hace todo en esta novela. Me encantan las diferentes escenografías y ambientaciones, muy en la línea del juego de matrioshkas que es esta lectura. Milorad Pavić consigue en esta narración crear un mundo onírico absolutamente fascinante, y hasta traza un lazo de unión con el sueño de Distelli al contar ambos con un personaje en común.

La tercera parte de este libro es el Cuaderno Azul en sí. El Inspector superior Eugen Stross, que hasta entonces había sido un personaje casi anecdótico, cobra aquí protagonismo. Le acucian tanto los crímenes resueltos como los irresolutos (nosotros sí conocemos quién los cometió). El inspector irá conociendo detalles que nosotros ya conocemos pero también descubrirá otros que nosotros desconocíamos. Personajes que eran testimoniales cobran ahora voz y parecen ostentar una especie de sabiduría ancestral acerca de la motivación de los crímenes, del comportamiento humano o del plano del universo en el que merodean los sueños.

Esta parte también me ha gustado mucho, si bien es cierto que me he quedado a la espera de que todo diera un vuelco y sin embargo no ha sido así. No hay nada que me haga rechazar lo que leo en la primera parte pero, sin embargo, no me atrevo a darlo verdaderamente por cierto y me quedo con la sensación de que hay algo que se me hurta o que está ahí delante de mis narices pero que no logro descifrar. Igual es que soy un poco como el inspector Stross, que puedo fijarme en mil detalles, que puedo "ver dos cosas a la par, lo cual es una ventaja para usted, pero, al mismo tiempo, entre sus dos miradas al mundo puede colarse todo un caso policíaco sin resolver..." O pudiera ser que todo fuera "un gran "quizás" y probablemente, en conclusión, podríamos reírnos de todo eso y no hacerle caso..." De hecho, he tenido muchas veces la sospecha de que Milorad Pavić me ha estado tomando el pelo todo el rato. El caso es que toda esta lectura ha sido un poco como "meter la mano en un saco sin fondo, ya que de ahí cada vez se saca un milagro, o por lo menos, se toca o palpa algo importante en su interior. Y mientras exista la noción de hasta dónde llega la mano así sumida en la oscuridad, el pasado parece real y palpable. La confusión empieza en el momento en que ya no hay certeza de hasta dónde ha llegado ese "viaje", y a veces ni siquiera si queda la mano..." Claro que también pudiera ser que yo no me haya coscado de nada, que sea cierto lo de que hay un desenlace posible para cada lector y yo me haya quedado sin el mío, y que la pieza única que hace encajar el resto de piezas del puzle laberíntico que es esta novela sea el lector y sea yo una pieza defectuosa.

"Esta noche llueve a cántaros. Sobre la tierra cae el agua de todos los siglos. Literalmente. Y cala hasta los huesos. ¿Por qué no nos pueden caer encima de la misma manera, y calar hasta los huesos, los sueños de todos los siglos? Ellos también corren y circulan como el agua. Quizás Klozevits no es tan charlatán como yo lo creo y como decía Lampitska, aunque luego desistió de esos pensamientos. Después de todo, por qué todos habrían de pensar igual para que algo se vuelva verdad. Si a mí no se me aparecen mis sueños del futuro, es por mi propia culpa. ¿Acaso eso significa que no se aparecen a los demás? Si tú lloras, ¿acaso eso significa que la bicicleta que montas también llora?"

Dejando a un lado esa ligera decepción que me he llevado por haberme quedado sin mi versión particular acerca de los crímenes que se dan en esta novela, he de decir que esta me ha parecido absolutamente delirante y que en muchos momentos alcanza la genialidad, y que quedo, como ya he dicho, con ganas de seguir leyendo a su autor. Aclarado esto, desearía, os rogaría casi, que os tomarais esta reseña como uno de esos sueños que se olvidan nada más despertar. Que se disipara en vuestras mentes en cuanto llegarais al ya próximo punto final. Que permaneciera tan solo en vosotros una especie de resaca, un malestar, una alerta que a alguno le acosará hasta que se haga con este libro. Otros ni siquiera la acusaréis y felizmente os iréis a otra cosa mariposa. Haréis bien en ello, pues la elección de lecturas es algo tan personal como los sueños que cada uno sueña. Eso sí, los que os atreváis a soñar este libro, por favor, volved a contarme vuestra resolución imaginada. Sed buenos y ofrecedme vuestro sueño. Y no me hagáis pactar con el diablo para obtenerlo. Ya veis que yo el mío, aunque malamente, os lo he ofrecido gratis.

"[...] en el universo hay un excedente de sueños que no llegaron a ser soñados, como aquí de libros que no llegaron a ser leídos... Yo sólo balbuceo todo esto de las estrellas. Cada noche toneladas de sueños se quedan sin sus soñadores".