Pijamas contra brillor. Crítica de las semifinales de Eurovisión 2021

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Ay ese Te Deum, cuánto tiempo sin escucharlo... Casi año y medio de pandemia te dan para desencontrarte y volverte a encontrar con tus pasiones, y un año en barbecho ha sentado de maravilla al Festival de Eurovisión, que renace con fuerza, ciertamente favorecido por el tiempito de reflexión. El COVID-19 consiguió hurtarnos las cosas que amamos, pero no para siempre. 3.500 almas han podido disfrutar en directo de la primera semifinal, sentaditos como si nada, sin distancia de seguridad y con poca mascarilla... Nueva-nueva normalidad, la llaman. ¡Pero si están sorroballándose lo más grande!

Todo tiene explicación, claro. Me cuenta uno de los eurofans presentes en el Róterdam Ahoy que a todos los espectadores se les hace una prueba de COVID-19, con su palito metido por la nariz y todo. Las medidas parece que están siendo excelentes y eso favorece que nuestras amistades están ahí felices en un ambiente totalmente salubre, dándonos una envidia terrible y malsana. 24.400 pruebas, casi nada.

Primera semifinal.

Maravillosa introducción que relaciona unas casitas abiertas muy monas que aparecen plantadas en distintos enclaves de los Países Bajos, un alarde televisivo que termina conectando los puntos del Open Up, lema de esta edición, con el Rotterdam Ahoy. Tantos años deseando celebrar el festival, presentando todo tipo de canciones y grupos, experimentos de lo más variopintos, para que te toque hacerlo en plena pandemia, habrán pensado en la tele holandesa, entongada con la organización de semejante muerto durante dos años. El ayuntamiento, felicísimo (es coña), hasta ha tenido que aprobar un presupuesto extra para garantizar en plena crisis la sostenibilidad del evento y hacer frente a unos gastos que tienen muy difícil retorno.

Esta primera semifinal, y parece que todo el festival, a tenor de lo visto en los ensayos, es un pulso entre lo que somos y lo que queremos ser en este tiempo de pandemia. Una lucha entre el pijama que llevamos y los brillos que anhelamos. Usted elige: Equipo pijama o Team Brillos.

El primer pijama lo lleva en la apertura Duncan Lawrence, ganador en 2019, y todo el brillor y el lujo para el acertado cuarteto de animadores de este año, ataviados de gran gala, como debe ser. Todo un detalle de la NOS el haber optado por dos presentadoras españolas dentro del grupi, Carlota Corredera y Francine Gálvez.

Veamos.

LITUANIA. Apertura de nivel con una de las canciones más interesantes y actuales de la edición, el Discoteque de The Roop, que ya sonaron como favoritos en la fallida edición de 2020. Prácticamente calcan lo que vimos en la selección lituana, y en el video clip vimos que esta era una producción buena, bonita y no barata. El vocalista, Vaidotas Valiukevicius, es un tipo con personalidad, él solo se come el escenario. De hecho, solamente por no usar los típicos fondos musicales de lata ya vale la pena rendirse al buen rollo y desenfado de este temazo, que hubiésemos bailado tantísimo en el Euroclub, que en paz descanse. Habrá otros favoritos, sí, pero qué bien le haría a Eurovisión la victoria de una propuesta y un grupo así.

ESLOVENIA nos trae a Ana Soklic, picando los 40, amiga, qué mayorcita. Cumple con dos grandes axiomas de Eurovisión. Primero: Como casi todos los participantes tiene ya experiencia en Talent Show, estuvo en el Festival de Gospel de Harlem, se ha hecho sus bolos con Elton John, Chick Corea y U2, participando dos veces anteriores en su selección naciona, tu único trabajo musical llamado Drama Fatale...Tanta carrera para que el cenit de tu vida sea esta canción amorfa de cuatro acordes. Segundo: Balcánicas afónicas desafinonas con luna de fondo y capa, todo un must. La puesta en escena la improvisaron ayer y todo se ha hecho larguísimo. Eslovenia, este año, obrigada nao. Chao, doña.

RUSIA perdió el año pasado su gran ocasión de sumar la segunda corona con Big Wam y el super hit Uno, pero cumplen con su paso a la final de la mano de una peculiar activista feminista como Manizha, de la que nadie puede decir que sea una mujer del régimen de Putin como las Tolmachevy, Gagarina, Lazarev y toda esta panda. Más que una matrioska enorme, lo que parece con el vestido ese es una montañita, la pobre. El Teide. La sorpresa es que debajo lleva el pijama. Minipunto para las pijamosas: Ella es del grupo del lituano y de Duncan, arreglada pero informal. Muy bien el mensaje de empoderamiento en ese país donde se dan las más altas tasas de violencia de género, totalmente consentida e institucionalizada, y donde la mujer no solo es ama de casa amantísima sino que tiene que operarse de todo para estar estupenda. De todo eso habla la canción Russian Woman, que hubiera sido un acierto subtitular para que la audiencia se enterase de qué iba la cosa. Es una excelente intérprete, pero no creo yo que Eurovisión sea su sitio, y es más que probable que estemos ante una de las peores clasificaciones de Rusia en una final.

SUECIA... Prefiero mil veces a Rusia. Historión tremendo el de la vida de Tusse, que no se sabe si es la Tracy Chapman del siglo XXI. Calcan la que ya fue la típica actuación de Melodifestivalen, con avasalladores efectos visuales, pero lo que allí fue un derroche de personalidad y voz imponente, en Róterdam se queda escaso de lo segundo. ¿Desafinada o gritona? ¿Qué diríamos? Una mezcla de ambas y, añado, sobrevalorada. Un año flojo de Suecia. A mitad de canción ya se raja completamente Beth Style y no sabe bien ni lo que canta. Eso sí, mato por todo lo que lleva puesto, esa divina pasamanería y la pata de elefante que siempre es un sí. Hay que felicitar a los suecos siempre por saber vendernos el envoltorio y que nos encante esa gran nada que muchas veces nos traen.

AUSTRALIA. La participante australiana del fallido festival de 2020, Montaigne, revalidó este año la confianza de su televisión pública, y encima se convierte en la primera en actuar fuera del recinto oficial de Eurovisión, al quedarse en su tierra. Esos billetes que se ahorraron. A priori daban cierta envidia los australianos, con un tema bastante actual, cero típico, que va muy bien a la personalidad de la muchacha. Eso y el sobaquillo con los pelos, empoderamiento máximo, lo mejor. Lo que pasa es que la pobrecita ya empieza rajada, completamente ida y muy lejos de la seguridad que habíamos percibido en anteriores presentaciones suyas. La actuación es penosa, la taladro que lo da todo en el karaoke y consuma los peores augurios: Primera ausencia de Australia de la gran final.

MACEDONIA DEL NORTE. Me produce mucha curiosidad la gente que nos trae estas canciones propias de los festivales de los ochenta, más viejunas que la mortaja de mi abuela. Vasil, que se nos presenta en el video inicial como Joselito en Veneno pa tu piel, es otro con una historia vital bastante gorda. Después de hacer carrera en su pueblo natal como niño prodigio, le tocó exiliarse con su familia en Chicago, donde sin duda cultivó esa aura que tiene tu amiga la culta, la operística, esa que es inmensamente fan de la petarda de Sarah Brightman y que se pirra por una canción épica. Sin duda, debió presentarse a Eurovisión no ahora, sino en 1985, cuando nació. Fuera de la final indudablemente por antigua y por su aburrida canción de inauguración olímpica. Ay los melismas, por favor... No, no, divas operísticas que cantan para dentro, no. Eso sí, me alegra saber que España no es la única que escoge para el Festival lo primero que tranca.

IRLANDA, país que habitualmente odio haga lo que haga, ha motivado una pausa que la presentadora ha rellenado como ha podido. Ya el año pasado nos había horrorizado la aburrida con ganas Lesley Roy, y resulta que ha repetido en 2021 con esa especie de batiburrillo pop épica y su pinta de Daenerys Targaryen venida a menos. Tanta preparación para ese showcito de recortables que no escoden la mediocridad en que lleva sumida Irlanda desde hace décadas. Los fondos de sintetizador y los caballos de fondo no auguran nada bueno, y cuando aparece en escena la muchacha, de riguroso negro y, cielos, descalza, todo no hace más que empeorar. Nadie le dijo lo que ocurre a la gente que sale descalza en Eurovisión, salvo que te llames Loreen. Corcheas y basiquez como único mérito de la señora, que tiene un nido de cuervos por garganta. Sí, sí, llora, que has hecho un ridículo, mija... No volveremos a verte jamás.

CHIPRE llega, tras un cachito de Carlota Corredera y Francine, con esa vitola de favorita que tienen colgada desde que Eleni Foureira se sacudió la melena en tierras portuguesas. Apostando por lo seguro, han optado por Elena Tsagrinou, ateniense y con amplia experiencia en chouses de la tele griega y algún cedesinguelito exitoso. Ella personifica el gran bien que ha hecho al mundo Lady Gaga y a Eurovisión la propia Foureira, y encima viene con polemiquita extra no sólo por el evidente parecido a Bad Romance y Fuego, sino porque a alguno se la ha ocurrido que la canción El Diablo es un himno satánico. Pobres, si lo que mola es meter cuatro palabrejas en español sin ton ni son, como loca o mamasita, por ejemplo. Ajena a toda la bobería, o incluso beneficiada por ella, Elena está en la terna de favoritas desde hace mucho y se nos presenta espatarrada por el suelo, luciendo su cuerpazo cuajado de piedras y ese corte de pelo tan moderno y favorecedor, y sobre todo cantando bastante mejor que la mayoría. Que me encanta verla por ahí revolcada. De pronto se hace como un yoga y lo de Mamasita queda como cutrecillo, pero yo estoy con Bad Romance y El Diablo en la cabeza, así que algo ha debido funcionar. Directa a la final.

NORUEGA no tuvo bastante con la pobre Agnette en su momento, les encanta una enfermedad mental y una superación, así que aquí está Tix, quien parece ser que tiene un síndrome que le lleva a parpadear continuamente y hasta hacer obscenidades delante de la gente. Se esconde tras unas gafas de sol precisamente por eso. Pese a ser compositor de temas exitosos de Ava Max o Flo Rida, acude con una canción bastante corrientucha, producto de cualquier selección europea que empiece con la palabra Melodi, que tampoco es que cante muy bien, y que suena a éxito antuiguo de los Backstreet Boys. Ángeles y demonios, lo nunca visto (ironía), pero el estilismo me encanta. Yo básicamente es que iría vestido todo el día con todo ese brillor estupendo (muerte al pijama). Regla número uno de Eurovisión: Cuando veas cuatro coristas en la oscuridad sobre cuatro peanas y dos se quedan en ella, no lo dudes: Esos son los que cantan. Y menos mal que vinieron.

CROACIA. Para 22 años está muy cascada la pobra Albina, que ya en su video hizo gala de ese efectito brumoso de Tick-Tock, que da nombre a su canción. Producto de Factor X, como no, nos aporta ese concepto balcánico de la musicalidad y el show que tanto me gusta, con guiño de la letra en su idioma para buscar el voto de la zona de influencia. Decididamente del Team Brillor, ella sabe cuál es su fuerte y comparece en tanga y con hombreras infinitas, estilo Barbarella, auténtico compendio de todos los tópicos de las grandes chochis del brilli brilli desde Bebi Doll hasta nuestros días. La suben por los aires, la magrean, dice "Oh, no", anima a la audiencia con un "Come on, Europe"... ¿Qué pudo fallar? Bueno, le faltó un poco más de ventilador, mejores y más desnudos chulazos, menos ortopedia en sus movimientos y hasta cantar un poco mejor y en su tono, pero ni tan mal, amiga.

BÉLGICA. Hooverphonic, banda de culto, parece ser. La desconozco, como a todas las bandas de culto, pero se llama como mi lavadora (Hoover) y mis zumos (Juver). Me alegra mucho que la gente de cuarentita o más tenga también su hueco en Eurovisión, especialmente cuando vienen con ese aire a la hija que no tuvieron Cate Blanchett y Patricia Kaas, aunque debería peinarse. Son de los que repiten respecto a 2020, en esta ocasión con un tema bastante simplón, que parecía inicialmente carne de semifinal, perfecta para una serie de Shonda Rimes, la autora de Cómo defender a un asesino y Scandal. Lo que pasa es que ella ha cantado fenomenal, comodísima, solo le faltaba el wiskacho al lado en una mesa, y que hay otro tipo de perfiles votando esta noche, peña no interesada en pijamas ni señoras esculpidas en swaroski. Directa a la final, no sé si con muchas opciones, pero ahí está, mientras que la croata la verá en la grada.

ISRAEL. Qué viejo soy, querid@ amig@ eurofan. Eden nació en 2000, cuando yo ya tenía mi vida medio encaminada... Pero mira, con tu experiencia en musicales y demás, llévanos a los jardines del Eden. Con más kilos de pelo encima que Rociíto en su boda con Antonio David, consigue el más difícil todavía que es encontrar a una negra que cante con esa vocecita tan chiquitita tipo Aitana. Pensé yo que la audiencia iba a castigar a la muchacha por las últimas ruindades de su país en la franja de Gaza (anda que llamar a la canción Set me free), pero no, ella es de la que ha pasado a pesar de haber cantado solo regular tirando a mal, supongo que por habernos enseñado todas las opciones del stage. Luego se desviste un poco y termina más o menos, desprovista de todo brillor, berreando muchísimo. Ahora a rezar todo lo que sepas, niña, que la competencia es dura para el sábado.

RUMANIA viene tras un video del amigo de todos, Mans, siempre tan buen niño. ¿Viendo su actuación en el escenario de Viena le queda a alguien alguna duda de por qué gano? Buena nota debió tomar la rumana Roxen, en lugar de venir a aburrirnos con su absurda canción. Ya supimos de su perra vida en 2020, donde no pudo presentarnos Alcohol You, y ahora lo suyo es pura Amnesia, seleccionada internamente y presentada con aquel video tan baratísimo y básico donde la maltrataban muchísimo. Ensayó en chándal y ya pensé que cantaría también en chándal, pero no es así, aunque los coristas sí están en pijama. Inspirada por Loreen o Billie Elish, termina siendo Alejandra la hija de Terelu. El problema de partida es que la canción es fea, pero cuando el número consiste en ser arrastrada por el suelo, corriendo por el escenario y anclar malamente, el resultado es la asfixiadera que termina sufriendo la pobre Roxen, que pasado un minuto ya no sabe ni dónde está. Al final termina como envuelta en un donut y sacando las manitas como puede. Mi niña... Hasta el año que viene, Rumanía.

AZERBAIYÁN y el noruego que se lo está pasando teta. No puede decirse que Efendi no haya aprovechado la oportunidad. Desde 2009 lleva presentándose a todo tipo de concursos, incluidas un par de selecciones públicas para representar a su país en Eurovisión, y en 2020 cuando le dan la ocasión de participar, van y se lo cancelan. Lo que entonces iba a ser Cleopatra ahora será Mata Hari, para una muchacha que claramente tiene como cantante de referencia a Ariana Grande. Aunque en tonos negros, ella opta indudablemente por el grupo de las chochis brillorosas, y todavía está a tiempo de recortar un poco la minifalda para enseñar algo más de cacha el sábado. De ella podemos decir que su voz de pecho es muy fea y desbaratada, pero se luce cuando sube en el divertido y étnico estribillo, que incluye por supuesto un montaje de la diosa Siva. Lo que sí es un tremendo error es buscarte coristas más altas y que están mas buenas que tú, amiga. Bueno, el show es de los mejores, con un efectivo uso del pantallón, fuego, soles, bailes y un de lo último, y ella ha conectado, que yo estoy todavía con el Mata Hari mezclado con El Diablo, Fuego y Bad Romance en la cabeza. Las empoderadas rusa e irlandesa están encantadas con ella.

UCRANIA es presentada en medio de una zona rural. También seleccionados en 2020, comparece este país con gente siempre transgresora, con un concepto del show fuera del alcance de la mayor parte de los países, que lo mismo se planta una corona de flores en la cabeza, que te mete un pífano que un sintetizador, que te enseña una pandereta con fluorescentes, que se monta una plataforma con árboles secos. Así es Ucrania y algo parecido es el grupo Go_A, con la prodigiosa Kateryna Pavlenko de solista, paradójicamente la voz más afinada de la noche que ha brillado en la canción más difícil, concentradísima de principio a fin en un numerazo folclórico que se acelera por momentos y recuerda a las cantareiras gallegas. Yo estoy por mandarme desde ya una tapa de mejillones y arrancarme con una muñeira. A la final segurísima, y seguro de las mejor clasificadas.

MALTA es uno de esos países que yo, por tradición, odio en Eurovisión. Los otros son Irlanda y Azerbaiyán. Pero no, este es el año, por fin, de Malta. El público, de hecho, la recibe con un griterío tremendo. Destiny, ganadora de Eurojunior con récord de puntuación, ella, empoderada. Espectacular de guapa y obviamente en el universo del brillor. Pues mira, qué alegría saber que el amplio espectro de la población que no tiene el tipazo de la chipriota puede gozar de un vestidazo de piedras colgantes y grande peluquería, que hasta hace nada a la pobre Chiara y a Rosa López me las sacaban forradas con túnicas. El videoclip y las actuaciones previas de la piba ya presagiaban el numerazo que se venía, y todavía puede hacerlo mucho mejor en la final. Ella baila, rapea, improvisa, grita, pero sobre todo enamora, porque igualmente hubiese sido favorita de haber llevado una balada. Puede que se parezca a Lizzo, recuerda a Aretha, pero con 19 años, tiene un carrerón inmenso por delante. Nos vemos en La Valetta.

Después del delirio, ese momento que llevábamos dos años sin vivir, el anuncio para empezar a votar, que da paso a un precioso Interval Act con el agua como elemento cohesionador, siempre presente en los Países Bajos, y tiempo para saludar por vez primera a Martin Österdahl, actual supervisor ejecutivo de un evento que sigue siendo dirigido en tierras nórdicas: Desde que la francesa Christine Marchal-Ortiz lo dejó en 2002, tres suecos y un noruego han llevado al máximo esplendor a este festival de capa caída.

Carlota Corredera saluda a los representantes de Italia, Países Bajos y Alemania, que votarán en esta semifinal, y dan paso a una emotiva y lacrimógena mirada al festival del ayer, con recuerdos para históricos como Lenny Khur, Anne Marie David, Marie Miriam, Katrina Leskanich y Johnny Logan, tan incuestionables como Conchita y Mans, a quienes ya habíamos saludado. La anécdota: Nuevamente las participaciones de España desde 1961 no han merecido más atención en los videos resumen que la referencia al gallo de Manel Navarro en Kiev. RTVE que se haga mirar su nula influencia en las altas esferas de la UER y lo mal que se han debido hacer las cosas para que ese sea el recuerdo de España que queda en la retina del espectador.

Era una semifinal más o menos facilona y no nos sorprenden las diez clasificadas para el sábado. Vamos a por la segunda, donde la competencia es bastante más abierta.

Segunda semifinal

La segunda semifinal de Eurovisión 2021. La semifinal de la muerte. Ese momento del año que nos demuestra lo efímera que es la vida del artista, señora. Diecisiete países pugnando por las diez últimas plazas en una reñida pugna que resultó de mucha peor calidad de la inicialmente esperada. Se intensifica la pelea que mantuvieron en la primera fase el Equipo Pijamas frente al Team Brillor.

En el lado contrario, los positivos detectados en la banda Daði y Gagnamagnið, de Islandia, que no han podido defender su propuesta en el escenario. Y, la locura, el mismísimo Duncan Lawrence, el ganador más longevo de la historia de Eurovisión, después de dos años, ha dado positivo y no podrá traspasar este sábado el micro de cristal a quien gane la edición, y tampoco podrá estar sobre el escenario defendiendo su nuevo single. Sensible baja, aunque fuera de concurso, del Equipo Pijamas, y se admiten todo tipo de conjeturas respecto a cómo le pilló el bicho, que aquí estamos para criticar.
Ya hemos hablado de los correctísimos presentadores, un poco peor vestidos hoy, entre los cuales seguimos destacando a Carlota Corredera, que tuvo tiempo suficiente para terminar Sálvame Diario y plantarse en el pabellón pintada como una puerta a cumplir con sus compromisos, así que metámonos rápidamente en harina.

SAN MARINO. No es que soporte mucho a Senhit, pero reconozco que haya concursantes nacidos en 1979, que no todo tienen que ser veinteañeros, hombre. Su cara da un poco de pavor en ese comienzo estilo Cleopatra Reina del Nilo, como con un arreglo en la cabeza que ni mucho sentido tiene, para dejar ver un pelo escandalosamente chamuscado y un vestuario imposible, con amplio escote y voluminosas mangas, que a punto estuvo en varias ocasiones de dejarla con una teta fuera. Yo mismo podía haber escrito esa canción muy para el público eurofan, enésima revisitación del "Fuego" de Eleni Foureira, que muchos aman y a mí particularmente no me dice nada. Tampoco me ha llamado el show un poco grotesquito con plataforma giratoria que hoy veremos en varias ocasiones, pero bueno, ella estaba entregada y ha logrado traerse al rapero Flo Rida, que une Eurovisión a los muchos shows televisivos en los que lleva diez años estelarizando. Qué lejos quedan aquellos tiempos de Valentina Monetta plantándose con su maquetita bajo el brazo en la tele de San Marino, escogida casi por aburrimiento. No la tentemos, que lo mismo en 2022 se planta en el festival con Maluma o alguno de estos.

ESTONIA. Valoro mucho más la diversión de San Marino después de escuchar el primer minuto de desmanganille vocal del pobre Uku Suviste, talludito también con sus 38 años, considerado en 2010 el hombre más sexy de su país. Anoche fue designado también el que peor canta de toda Europa, demostrando que belleza y entonación pueden, y de hecho están, muy reñidas. Hemos pillado al muchacho en alguna mentirijilla estos días, como cuando dijo que estuvo entre los coristas de Ani Lorak en 2008. Te pasaste... Estuviste en su equipo de la versión rusa de The Voice, que no es poco. El training, desde luego, no te sirvió de mucho. La canción es, además, una bastada de las grandes, de esas llenas de palabras que suenan a lo mismo de todos los años, envuelta prácticamente en los mismos efectos visuales rollo cielo estrellado, luna, tormenta y nubes que ya mostraron los estonios en el Festival de 2019. Gracias a que Uku existe, querid@ amig@ eurofán, otras como España no son TOP39 global.

REPÚBLICA CHECA parecía en el vídeo promocional que nos traía una participación de calidad y moderna de esas que tanto necesita el Festival siempre, de la mano de Benny Cristo, hermano de Sofía . A excepción de la brillorosa chaqueta modelo bomber, qué baratos los efectos y que sensación de improvisación. Es lo que mi amiga Piroska llamaría Cutrart. Por el video de presentación sabemos que hizo carrera en las artes marciales, donde sin duda tendrá mejor resultado que en la música. Nueva canción llena de palabrerío inaudible y una sílaba o dos que se repiten machaconamente en el estribillo, que en un minuto hubiese quedado resuelta y nos hubiese ahorrado este rato soporífero de nuestras vidas en que sólo hemos visto gente saltando. Sentido homenaje al catalanísimo caganer en la parte final de la actuación y, una pregunta: ¿Dónde está la República Checa de antes de la pandemia?

GRECIA. Nos las prometíamos muy felices con Stefaníaaaaaaaaaaaaaaaa la griega, que podía perfectamente habernos divertido después del checo, pero no. Ella, que ya representó a Países Bajos, donde reside, como parte de un grupo de jovencitas en Eurojunior, es guapísima, cuerpazo, impecablemente peinada, emula los primeros quince o veinte segundos exactos de Foureira en 2018, enfundada en un mono de brilli brilli muy resultón. Canta bien, pero en esta actuación todo es desacierto, suena a más de lo mismo, cero salero y una propuesta visual que incluso se notaba algo falta de ensayo, que emula los videos de los Noventa, con abuso del croma. Los fans de Donna Summer deberíamos tener derecho a decirle de todo solo por haber llamado a su canción "Last Dance"... Pero no será el último, que la semifinal está floja y la chochi helena de todos los años no tiene problema alguno para pasar ronda, y le auguramos un muy mal resultado en la final.

AUSTRIA, un año más, carne de Bottom. Sigo sin entender esos intentos de Austria de ser el número 51 de los Estados Unidos. Pero mira, enfundado en esa brillorosa casaca, Vincent Bueno ha interpretado muy bien su tostonazo canción, una especie de himno viejuno que, para más INRI, se llama "Amen". El escenario se torna intimista, rollo iglesia, y el muchacho luce una imponente voz mixta, sin adornos excesivos, con su cambio de tonalidad de rigor en el último cuarto de una canción que no llega a emocionar jamás. Lo mismo pasa y todo, que llevamos cinco países y es el primer que podemos llamar cantante. Ah, ¿que no lo ha conseguido? No pasa nada, bonito, ya lo harás mejor y más modernuqui otro día.

POLONIA nos deja una enseñanza importante: Siempre se puede cantar peor. El bajísimo nivel no hace más que desplomarse hasta las catacumbas con el flojo polaco. La cosa en Centroeuropa y en el Imperio Austrohúngaro está bastante mal este año, y Rafal, que aparenta sesenta aunque afirma no tener aún los cuarenta, no hace más que empeorarla. Escogido en la fallida edición de 2020 y repetidor en este 2021, nos aporta una estética noventera con un toquito a lo Rick Astley, gafas rollo Blade Runner, leds en las palmas de las manos y batiburrillo en la puesta en escena que no sé a quién pudo ocurrírsele en Varsovia que iba a aportar algo más aparte de vergüenza ajena. Pasado el primer minuto ya ni se esfuerza en intentar afinar y, como vio que al noruego le reportó jugosos votos para entrar en final, se deshace por un momento de las gafas de sol. No, no, póngase usted esas gafas, y también la mascarilla, una gorra y todo lo que tenga. Y, sobre todo, que nadie de ese país cante o baile hasta el año que viene. Eso sí, guantes sin dedos, siempre en mi equipo.

MOLDAVIA. No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas: Desde que se peleó a sangre y fuego con Rusia y se convirtió en jefe de delegación de Moldavia, el artífice de varias de las más celebradas actuaciones rusas en el festival, Filip Kirkorov, solo vive para mojar la oreja a su país de origen. Este año ha escogido a la mocatriz Natalia Gordienko, esto es, modelo, cantante y actriz, que ya representó a Moldavia siendo una niñita en 2006, y estuvo seleccionada en el no celebrado en 2020. La canción es una bobería llamada "Sugar" que es la rutinaria sucesión de todos los tópicos que las antiguas divas de ventilador, hoy forradas de cristales y lentejuelas con mayor o menor fortuna, nos traen para nuestro gozo. El festival necesita de gente como Natalia, con el corte de pelo de moda, ahogadísima nada más empezar, y eso que no ha tenido tiempo de moverse por la enésima plataforma giratoria que vemos hoy y más susurra que canta. Ah, vale, la explicación es que se guardaba para un grito que se prolonga más allá de los quince segundos y del que parece sentirse satisfechísima. También lo está Kirkorov, a quien vimos luego en la Green Room con un modelito amarillo pollo imposible de los suyos. El Team Brillor suma una nueva componente para la final.

ISLANDIA ha tenido muy mala suerte este año y en 2020. Después de décadas intentándolo todo para ganar, parecía que iban a tener suerte con la un poco perroflauta, con todos mis respetos a los perros y la flautas, canción de Daði y Gagnamagnið. Hemos necesitado ocho números para encontrar algo bueno este jueves, un derroche absoluto de simpatía y buen humor. Lo que nos hemos perdido desde hace un montón de años por no querer que nos represente gente tipo La Casa Azul y muchos otros. Orgullo Nerd y hasta Amish. ¿Y lo fácil que es hacer una canción divertida y bien cantada, sin tanto despliegue vocal que luego no sirve para nada? El final con los confetis del video me hubiese gustado verlo aquí, pero bueno... El humito y los fuegos a destiempo no estuvieron mal. Lo mejor de momento, perfectos. Eso sí, lo que vimos y probablemente veamos el sábado en esa final a la que han pasado de calle, ha sido uno de los ensayos, que dos de los componentes pillaron el bicho también. Para la historia su presencia en la Green Room vía videollamada, con las dos Tablet con las caras de los ausentes. Así de cachondos son, para que luego digan que es el país con mayor tasa de suicidios... Seis minipuntos con estrella Vip para el equipo pijama.

SERBIA. Te vienen Sanja, Ivana y Ksenija, las tres mujeres que más buenas están de toda la región balcánica y probablemente de media Europa, con esos pelazos llenos de bucles, esos cuerpazos, esas bembas y esa actitud de leona, formando su banda Hurricane, ¿y qué puedes hacer? De entrada necesito toda esa pedrería que llevan puesta, y luego ya pues me abandono al placer de disfrutar de tres minutos de brutal espectáculo digno de las Destiny's Child de la buena época, a base de baile y desenfado, con tres auténticas artistas que, encima, cantan de maravilla. ¿Ustedes son conscientes del fondo que hay que tener para cantar así de bien mientras se hace semejante tabla de zumba? "Loco Loco", se llama la canción, pero realmente nos da igual lo que dicen en su musical y divertido idioma, se entiende perfectamente el mensaje que quiere traernos desde nuestra siempre necesaria Serbia, como lo fue en su momento la antigua Yugoslavia, que nos traen el petardeo que tanto demandábamos. Desataron la locura y pasan de cabeza a la final... Y encima en la canción se entiende claramente "Y ahora que la sacas soy muy fina".

GEORGIA. Entre los contenedores del importantísimo puerto de Róterdam se nos muestra un poco del georgiano Tornike, talludito ya y con tres churumbeles. Seamos francos: La fealdad de la canción es que no tiene comparación. En las entrevistas previas dijo que su propuesta habla de sentimientos de la que nadie trata, del amor en el mundo y de sentimientos sustantivos. Aha... ¿Resultado? Un soberano tostón de balada llamada "You", como otras veinte anteriores en Eurovisión, que extiende el invierno de Tiflis a toda Europa. Con lo bien que nos lo habíamos pasado con las serbias. ¿Qué puede pensar un cantante que comparece poco menos que obligado e invita al mundo a la depresión, después de las tres buenorras dándolo todo en el escenario? Deberían poner un límite en el número de baladas aburridas que pueden participar cada año, que las vejigas urinarias de la gente tienen una capacidad media, y no necesitamos tanta pausa para ir al baño.

ALBANIA. Ya he dicho que hay una serie de países que me caen mal hagan lo que hagan, donde están invariablemente Azerbaiyán y Malta. En el lado contrario está Albania. Me sigue alucinando que mientras en España nos cuesta la vida llevar algo competitivo, esa tierra continuamente invadida por medio mundo en sus ocho siglos de historia, de modestísima economía y más o menos la misma población que la Comunidad Valenciana, presente año tras a año a toda esta gente que canta tan bien, desde Eugene Bushpepa hasta Rona Nishliu, pasando por Elhaida Dani. Típica canción eurovisiva efectista y de mucho carácter, carne de ejercicio de pelota de gimnasia rítmica, que defiende sola en el escenario la voluptuosa Anxhela Peristeri. Ella, segurísima, embutida en el enésimo minivestido de brillor de esta edición, juega una liga aparte, curtidísima en mil batallas. Busquen su imitación de Anna Vissi en el Tu Cara me suena de Albania hace un par de años, que por cierto ganó. La primera de la noche que no repite respecto al año 2020 y también segurísima finalista.

PORTUGAL nos trae a unos verdaderos viejóvenes, los Black Mamba. Cinco señores con su consolidada trayectoria como músicos que ejemplifican ese momento tan dulce que vive la música del vecino país. De entrada me encanta que Portugal haya optado por sacudirse la la saudade y lleven un tiempo investigando y aportándonos canciones distintas y de tantísima calidad. La de este año, en busca de un nuevo Sobral, da miles de vueltas a la mayoría de las presentadas hasta ahora. Aunque me gusta mucho su rollo y especialmente el trabajo del solvente solista, demasiado nasal para mi gusto, nunca pensé que fueran a pasar ronda. Yo me los imaginaba más para echarme un copazo una tarde, relajado en una terraza, no para Eurovisión, pero esto se trata de cantar, y ellos lo han defendido de maravilla. Encuentro de total justicia que entren en final.

BULGARIA. Después de saludar a una gran amiga de todos, Helena Paparizou, comparece otra viejoven, la buena de Victoria, que era favorita en la edición non nata de 2020 y que sigue siéndolo este año. La entrada con los pizzicatos ya me hace mucha gracia, como queriendo ser íntima y personal, sentadita en una nueva peana de las que ya hemos visto hoy varias veces. No creo que tenga nada que ver con Billie Eilish por más que algunos se empeñen. La canción se me hace tremendamente aburrida y es algo que jamás estará en una playlist mía, lo que pasa es que estas niñas en pijama, perfectamente peinadas y con pinta de correctísimas, entran muy bien por los ojos y oídos. Y encima ha estado afinada y perfecta, tanto en los graves como en las partes más emotivas. La búlgara viene con la misma intención que España, la de emocionar cantando al paso del tiempo y a los seres queridos, pero por lo visto en los ensayos y más que confirmado en la final, no tiene nada que ver esta excelente prestación de Victoria con lo que se supone que nos vamos a traer los españoles de vuelta de la tierra de los tulipanes.

FINLANDIA. Las hijas de Zapatero and Friends o el dúo Platón en versión heavy. Mira que le puede gustar a un finlandés y un islandés un heavy metal para Eurovisión, y al año siguiente te traen a Susan Aho y Johanna Virtanen, dos señoras cantando con el ukelele cualquier sosedad, pero bueno... Por aquí comparan a los "Blind Channel" con Lordi y yo no sé si tienen mucho que ver, pero bueno, a mí me suenan más a Linkin Park. Uno no sabe qué aceptación podría tener esto que resulta un poco inaudible por momentos, pero se plantan en la final sin ningún problema.

LETONIA. Una tentadora de la isla, La gritona Samanta Tina (de las Grecas), a la que se nos presenta en la coquetona plaza de Middelburg. Lleva meses autodenominándose "The Queen", y es posible que ella sea una gran performer y tenga una importante presencia escénica, pero "The Moon is rising" es una canción fea y descompensada que quiere ser cuatro canciones distintas y no termina la faena en ninguna de ellas. Las actuaciones previas había estado mucho más acertada, pero no terminó de rematar la faena y pasada media actuación ya no hizo otra cosa que gritar un poco enloquecidamente. En general está muy deslavazada y falta cohesión en algo tan simple como ponerte a rapear, vestida como está de gran gala. Luego se cuela una guitarra española, más tarde paso al R&B... No, no tiene mucho sentido. Al final de las votaciones ella no puede evitar cierta cara de orto cuando se ve a sí misma entre los siete que no han sido nombrados para una sola plaza de finalista, que al final se va a las hijas de Zapatero. A la grada a ver la final con las perdedoras, por exagerona.

SUIZA. La estética de Mondrian y Róterdam se rinden en el video de presentación a uno de los favoritos de la edición, el jovencísimo Gjon's Tears, de ascendencia albano-kosovar y otro de los ya seleccionados en 2020. Favoritísimo desde hace meses, sorprendió en los ensayos cuando se presentó sin el piano que se le había adjudicado invariablemente, y subido en unas estructuras sobre las que desarrolla una sencilla y sentida coreografía. Ignoro si el atuendo tipo camisola pijamosa pero con bastante brillor le hace un favor o no, pero lo cierto es que el dominio de su voz -igualmente emotiva en los altos que en los graves- que exhibe en esta difícil canción me resulta magnético, emocionante. Parece que no ha querido ocultar ni un ápice de lo que realmente es. Y funciona. Funciona porque resulta tan verdad que parece playback. Suiza ha dado hoy un golpe en la mesa y se postula como incuestionable favorita para un triunfo que les resulta esquivo desde 1988. Y en francés. ¿Simbólica primera victoria para Rocío Carrasco, gracias a la cual podríamos entonar esta canción casi de memoria si al chiquito le da una pájara y tiene que salir alguien a sustituirle? Cantar para seguir viva...

DINAMARCA. Se definen Fyr og Flamme como pop danés nostálgico. Y, en efecto, así es, una vuelta a los festivales precisamente de la época entre 1985 y 1989, en que se estilaba este tipo de actuaciones excesivas, desenfadadas y alegres. Amo todo este estilismo, los bailecitos ridi y ese colorido, las americanas que quedan pequeñas encima de las camisetas de abanderado en las que sobresale una barriguita, y las canciones divertidas que los daneses llevan a Eurovisión cuando son capaces de dejar de lado esa ansia por parecerse al Melodifestivalen. Carrerón por el escenario muy al estilo danés que ya hemos visto otras ediciones y vuelta al punto inicial. Ellos se lo han pasado de maravilla y, claramente, han cumplido un sueño. Lástima que no hayan pasado ronda, pero el efecto Suiza ha sido mucho para ellos.

Todos a votar mientras disfrutamos de la elegante puesta en escena de una versión del Adagio de Albinoni extraordinariamente coreografiada y bailada a cargo del bailarín refugiado sirio Ahmad Joudeh y un ciclista de BMX que no sé bien que pintaba. También hubo tiempo para saludar a los representantes de España, Francia y Reino Unido, directamente en final, reecontrarnos con históricos como Yzhar Cohen, Nicole, Ruslana, Niam Kavanagh, Getty Kaspers o el propio Duncan Lawrence, recordando su paso por el festival, y un recopilatorio de momentos históricos de los que RTVE ha vuelto a estar ausente.

¿Equipo pijama o Team Brillor? Se avecina duelo final entre Malta y Suiza el próximo sábado, con Francia de invitada de honor.