Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos.
Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden.
Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Preocupación, de Orlando E. Van Bredam (San Marcial, 1952). Escritor, ensayista y profesor argentino. Catedrático de Teoría Literaria y Literatura Iberoamericana en la Universidad Nacional de Formosa, Argentina. Desde niño se interesó por la literatura. Dos antologías nacionales de microrrelatos han incluido textos suyos. Ha sido finalista del Premio Clarín Alfaguara y obtenido varios premios nacionales argentinos.Su narración, incluida en la obra La vida te cambia los planes (1994),
tiene veinte palabras y dice así:PREOCUPACIÓN
—No se preocupe. Todo saldrá bien
—dijo el Verdugo.
—Eso es lo que me preocupa
—respondió el Condenado a muerte.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 3219
elblogdeharendt@gmail.comLa verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)