Pina, Alemania 2011

Publicado el 20 abril 2011 por Cineinvisible @cineinvisib

Los encuentros más interesantes se producen en los lugares más insospechados. En 1985 Wim Wenders se encontraba en Venecia, al mismo tiempo que la gira de la Tanztheater Wuppertal de Pina Bausch, con la obra Café Müller. Impresionado tras ver la obra, decidió que tenía que conocer a la autora de la representación, y desde ese mismo instante nació una larga amistad y, probablemente, el proyecto inconsciente de realizar una película sobre aquellos impresionantes trabajos coreográficos. En enero de 2009 se concretizó este antiguo deseo y comenzaron los preparativos de la primera película de autor rodada en 3D. Dos días antes del inicio del primer ensayo del rodaje, el 30 de junio de 2009, Pina Bausch falleció.

Pese a las dramáticas circunstancias Wim Wenders decidió continuar con su proyecto, transformándolo en un homenaje a una de las artistas más innovadoras de las últimas décadas. El resultado es un apasionante documental de la compañía, unas imágenes impresionantes de sus mejores espectáculos en teatro, La consagración de la primavera, Vollmond o Kontakthof, las improvisaciones rodadas al aire libre y un retrato intimista de Pina, su trabajo, su pasión, sus relaciones con los actores-bailarines y su fuerza visual y dramática.

Nada explica mejor la angustia del ser humano que las obras de Pina Bausch, salvo quizás el Tratado de la desesperación (1848) de Sören Kierkegaard. Esa imposibilidad de encontrar una respuesta adecuada a las preguntas fundamentales de nuestra existencia. Esa definición de la angustia que Pina tan bien conocía, un estado fundamental y estresante del individuo condenado a elegir continuamente y que desconoce qué debe escoger. Por eso su último recurso era la acción y su excepcional divisa: danzad, danzad si no estamos perdidos.

Años después de su estreno, Pina Bausch decide retomar el mítico y fundador Café Müller, encontrándose con un gravísimo problema. No hallaba ni el sentido ni el ritmo ni la manera de abordar su interpretación. Tras innumerables ensayos e intentos se acordó, de repente, que siempre había actuado en esta pieza bailando con los ojos cerrados. Volvió a ensayar la obra de esta manera y todo encontró el sentido, la fluidez de los movimientos y la belleza con la que había sido creada la obra.

Por eso, desde que en junio de 2009 Pina decidió cerrar los ojos para siempre, prefiero pensar que lo hizo para poder bailar durante toda la eternidad.