Lo anterior viene a cuento de la sorpresa que me he llevado cuando al leer una antología de cuentos navideños muy apropiados para las fechas que se avecinan ("Cuentos españoles de Navidad", dos tomos) encuentro uno escrito por el autor donostiarra redactado en forma teatral y con el sorprendente título de: "Allegro final. Fantasía de un día lluvioso de Nochebuena". ¡Ah! ¿Pero don Pío hizo sus pinitos en el género dramático?
No sólo novelistaPues nada, dicho y hecho, me pongo a bucear un pelín por Internet a fin de llenar esta laguna producto de mi simplificadora profesión. Y sí, sí, algo encuentro, pero muy poquito. En mi deambular por la red me topo con un interesante artículo de Antonio Gago Rodó perteneciente a su Memoria de licenciatura (inédita) titulada "Edición de la ópera chica, de Pío Baroja, Adiós a la bohemia" y presentada en la Universidad Autónoma de Madrid, en junio de 1997. Por él conozco que don Pío intentó dar sus primeros pasos literarios en el género teatral por lo que a tal fin en 1900 envía al empresario del Teatro de la Princesa una versión en forma de drama de "La casa de Aizgorri"; pero se desilusiona totalmente al ver que el empresario le despacha con la palabrería dedicada habitualmente a los principiantes, sin siquiera haber abierto el manuscrito enviado. Baroja lo que hace ante esta decepción es publicar el drama rechazado como "Novela en siete jornadas", sumándose así al género reiniciado por Galdós de la novela dialogada.
Cuando se echa una miradita a sus Obras Completas, preparadas por el mismo autor, se observa que sólo aparecen bajo el rótulo de "Teatro" seis obras: La leyenda de Jaun de Álzate, Arlequín, mancebo de botica, Chinchín comediante, El horroroso crimen de Peñaranda del Campo, El 'nocturno' del hermano Beltrán y Todo acaba bien... a veces. No aparece en el listado anterior ni el drama que reconvirtió en novela ni tampoco el cuento de Navidad que figura en la antología que he leído, ni muchos otros títulos fronterizos con el teatro que el mismo novelista subtitulaba con referencias teatrales del tipo: "leyenda vasca puesta en escena" (La leyenda de Jaun de Álzate), "drama trágico en cuatro actos, en prosa" (El mayorazgo de Labraz), "cuadro único" (Arlequín, mancebo de botica), "farsa villanesca" (El horroroso crimen de Peñaranda del Campo), "novela film" (El poeta y la princesa), "fantasía de un día lluvioso de nochebuena" (Allegro final) y otras que se incluyeron al estrenarse, como "boceto dramático en un cuadro" u "ópera chica en un acto" para las dos versiones de Adiós a la bohemia. Además, nuestro novelista ejerció también de crítico teatral en alguno que otro diario; asimismo prologó obras teatrales de amigos como Azorín (La fuerza del amor); e incluso llegó a ser actor esporádico.
"Allegro final. Fantasía de un día lluvioso de Nochebuena"
SinopsisEl médico don Eduardo y su esposa doña Luisa llevan una vida marital monótona y vacía. Él va a pasar la tarde y noche de este lluvioso día de Nochebuena como si de cualquier otro día se tratase: en el café y con los amigotes que encuentre en su solitario deambular madrileño. Ella, visitará y cenará en casa de su hermana.Al final de la noche, ya curda del todo, don Eduardo decide visitar a los médicos e internos de guardia del hospital de San Carlos. Mientras ellos atienden sus obligaciones médicas, el doctor Eduardo queda dormido y por su cerebro pasa una gran parte de su vida: los profesores que le hicieron sufrir durante la carrera; la chica con la que querría haberse casado pero no lo hizo por no ser ella lo suficientemente adinerada; una cupletista que le encantaba, etc.
ComentarioEstructura teatral. El cuento lo dispone Baroja en 19 breves cuadros que al modo de la novela dialogada va cada uno encabezado por una frase alusiva al contenido del mismo (Enemistad conyugal, Sueños, Los estudiantes, Los escritores, La calle Ancha, El Hospital, Se acabó, etc.).Las intervenciones de los personajes se producen en estilo directo tal y como corresponde al género teatral. La narración se refugia en las acotaciones teatrales, pero para nada nos hacen recordar las poéticas acotaciones de Valle Inclán. Son acotaciones muy prosaicas, simplemente utilitaristas.
Los personajes. Son muchos los que aparecen, pero de muy escasa entidad. En cierto sentido son estereotipos a través de los cuales Baroja transmite sus habituales y pesimistas opiniones:
- Los estudiantes -jóvenes, naturalmente- que echan en cara a la generación de don Eduardo el mal estado en que han dejado el país. Hay que ver lo que me suenan estas expresiones, podría decirse que se están profiriendo hoy mismo en España::
ESTUDIANTE PRIMERO: ¿Usted también es de la generación del noventa y ocho? [...] Ustedes han tenido mucha culpa en lo que está pasando.
DON EDUARDO: ¿Nosotros? No creo.
ESTUDIANTE PRIMERO: Sí, porque ustedes han sido indiferentes, escépticos. No se han ocupado del país. No han hecho ustedes nada en la política.
DON EDUARDO: Ni ustedes tampoco
ESTUDIANTE PRIMERO: Nosotros haremos.
DON EDUARDO: Eso se verá con el tiempo
- Los escritores: En su mayoría periodistas que aspiran a serlo y que echan por su boca sapos y culebras sobre el porvenir. Baroja que forma parte del gremio saca a relucir su menosprecio del sexo:
ESCRITOR PRIMERO: Es evidente que la literatura del porvenir va a ser hecha a base de erotismo. [...]
ESCRITOR SEGUNDO: El puro cerdismo.
DON EDUARDO: Esta gente exagera; pero quizá hay algo de verdad en lo que dicen.
EL MOZO: Estos son periodistas, y hablan mal de todo.
- Los médicos: Baroja lo es, aunque no ejerce. En esta obrita critica al gremio presentándolos como muy poco profesionales pues en sus noches de guardia beben y juegan a las cartas descuidando el servicio. Así ante el alboroto que forman los enfermos mentales ('locos', sin eufemismos, los denomina Baroja), el Médico de Guardia le dice al enfermero: "Si alguno alborota demasiado, que le den una ducha. Vamos, don Eduardo, a seguir la partida".
- Los profesores de la Facultad: En el sueño fantástico que tiene don Eduardo en el Hospital sus antiguos profesores se le aparecen en su imaginación. Baroja aprovecha el momento para rendir cuentas con algunos como ya hiciera en "El árbol de la ciencia"; fundamentalmente don Pío sentía inquina auténtica -así lo afirma él mismo en el tomo VII de sus Memorias, "Familia, Infancia y Juventud"- hacia Letamendi y Benito Hernando dado que formaron parte del tribunal de Patología General que le suspendió en junio y en septiembre la materia, por lo que se vio obligado a cambiar su expediente de Universidad acabando la carrera en la de Valencia.
DON EDUARDO (Hablando solo): ¿Qué pasará esta noche? Todos los antiguos profesores, que yo creía muertos, andan por los pasillos del hospital. Ahí está Letamendi con sus melenas; Calleja, con su levita, y Calvo y Martín, que nos ha contado por centésima vez que era miliciano nacional cuando Cabrera se presentó a las puertas de Madrid. Don Benito Hernando me ha dicho por lo bajo que eso del arsénico no sirve para nada.Final
Baroja aprovecha la fecha de la Nochebuena para hacer más patente su misantropía y su nihilismo. Nada para él se salva en este mundo, ni la juventud ("La juventud es muy buena para ella misma; para el viejo es fría, indiferente y cruel"), ni la profesión médica, ni el periodismo, ni...
También su antifeminismo sale a relucir en este breve cuento. Su fiel esposa es presentada del siguiente modo: DOÑA LUISA, cincuenta y cuatro años, tiene aire marchito y avinagrado, la cara muy empolvada, los dientes postizos.Y FIFÍ, la deseable Fifí, la mujer que dejó escapar: tiene un color de hoja marchita y unos ojos rodeados de círculos negruzcos. Se le transparentan los huesos. Por contra la sobrina de FIFÍ, ROSARITO, es una muchacha preciosa.
El nihilismo aparece de manera atroz en el relato que hace don Eduardo cuando evoca el incomprensible suicidio de su hijo Eduardito, que en el fondo significa el fracaso de su vida como padre:
¿Por qué se suicidaría aquel chico?... Parecía alegre, contento. Si hubiera muerto del tifus o de la pulmonía, ya sería otra cosa... ¡Pero suicidarse!... Es terrible... Yo no comprendo qué motivos de queja podría tener contra nosotros. Le cuidábamos, le mimábamos..., y, sin embargo... Nada, nada; hay que olvidar.