De niño dibujé con esmero un falso mapa del tesoro y lo escondí en un ladrillo de la chimenea. Aquella tarde, mi hijo lo encontró por casualidad, y se decidió a seguir fielmente sus instrucciones. En la playa, desde la roca con forma de oso, contó los pasos hasta el viejo roble. Giró noventa grados a la derecha y caminó el mismo número de pasos. Viró de nuevo, esta vez hacia la izquierda, y luego recorrió la mitad de esa distancia. Cogió una pala, excavó en la cruz, desenterró un cofre. En su interior, solamente una botella. En la botella, un viejo pergamino. Apenas podían leerse las letras, de tan desgastadas por los años. Como yo le había enseñado, esparció un puñado de tierra sobre el viejo papel y sopló cuidadosamente para liberarlo de los restos. Repitió la operación varias veces. Poco a poco, salieron a la luz estas palabras: "Tu padre NUNCA fue un pirata". Texto: Luz Leira Rivas