La saga que volvió a poner de moda a los piratas (tanto en el cine como en la televisión) estrena otra entrega de las aventuras del capitán Jack Sparrow (Johnny Depp), quien, tras su muerte (en la segunda parte) y resurrección (en la tercera) ahora busca la fuente de la eterna juventud, tal y como se mostró al final de Piratas del caribe: En el fin del mundo.
Esta idea, que en principio puede parecer original (por volver a retomar los argumentos basados en las andanzas de los navegantes del siglo XV y XVI, cuando Cristóbal Colón y Ponce de León, entre muchos otros, colonizaban la parte del mundo no invadida por europeos hasta ese momento) se vuelve interminable en esta película, llegando a durar dos horas y media en las que, prácticamente, sólo realizan el camino para llegar hasta la fuente.
La búsqueda de la fuente de la juventud no deja de ser una excusa para las carreras, peleas y batallas navales que rellenan la película, al igual que en toda la saga; sin embargo, en esta ocasión (y ya desde la entrega anterior), el argumento se ha vuelto tedioso, excesivamente largo e innecesariamente extenso. A pesar de ésto la película no se hace aburrida, porque no dejan de suceder cosas en pantalla, pero sí se hace pesada y soporífera y algunas escenas son perfectamente reducibles o eliminables, con una oportuna elipsis, sin que la idea general del argumento se pierda en ningún momento.
Rob Marshall toma el testigo donde lo dejó Gore Verbinski, tras haber rodado las tres primera películas, y ha rodado una película que sigue el estilo marcado por las anteriores, sin aportar mucho de su parte, a excepción de los planos aéreos "estilo Perdidos" de los personajes caminando por la jungla o para mostrar objetos o lugares que encuentran a su paso.
Además de la interminable extensión del guión hay agujeros argumentales en él que quedarán para la posteridad como claros ejemplos de cómo no saber explicar cosas que suceden en pantalla y utilizar la forma más fácil posible, es decir, obviarlas. Por ejemplo, cómo Jack consigue subir hasta la parte superior de la palmera sin desatarse (y sin pasar por las hojas de la palmera) o cómo el barco de Ponce de León ha llegado al lugar en el que se encuentra (es de esperar que los que criticaban este tipo de detalles a la serie Perdidos no concedan estas licencias narrativas como válidas, que nada tienen que ver con la magia, como en el caso de otras escenas).
Quizás el único punto fuerte y novedoso de esta entrega lo aportan las sirenas (por ello tienen un póster promocional exclusivamente dedicado a ellas, que Disney sabe muy bien cómo atraer al público a las salas), que aquí aparecen convertidas en sirenas-vampiro que no cantan, sino que cazan. Un detalle hará que más de un espectador recuerde a Daryl Hannan en la película de los años ochenta Un, dos, tres... Splash cuando vea a los seres mitad mujer mitad pez.
Tras la salida de Orlando Bloom y Keira Knightley de la franquicia, nos quedan Johnny Depp, Geoffrey Rush y el secundario Kevin McNally como veteranos de la saga, a los que se han sumado Ian McShane (en un papel muy similar al de Davy Jones de las anteriores películas), y, muy desafortunadamente, Penélope Cruz; que, en esta ocasión, no sólo corrobora que su talento interpretativo es nulo, sino que, además, su inglés es absolutamente deplorable, artificial y carente de entonación (prácticamente como todo lo que recita en pantalla con su particular y chirriante tono de voz, sea en el idioma que sea).
Además hay que sumar la continua y nefasta decisión de los guionistas de incluir frases en español tanto a su personaje como al de Óscar Jaenada, e, incluso, al de Johnny Depp, lo cual, además de suponer una aberración sonora plantea una incoherencia básica cuando la acción se desarrolla en tierras españolas y continúan hablando en inglés; por no hablar de los problemas que generará al equipo de doblaje.
El departamento de vestuario ha optado por vestir a la protagonista de la película como si fuera una gitana de mercadillo (pendientes incluidos), otorgando a su personaje un aire más chabacano si cabe; y el maquillaje se ha excedido en algunas escenas donde claramente se puede apreciar en exceso su trabajo, pero lo compensa con otras en las que, por ejemplo, las quemaduras del sol son bastante realistas.
Hans Zimmer continúa siendo el compositor de la saga y no escatima a la hora de abusar del tema principal de la película y lo utiliza durante cada pelea, lucha o batalla, consiguiendo que el espectador termine con un empacho de "sinfonía pirata". Por lo demás, el resto de la banda sonora es bastante similar a la de anteriores entregas y no supone una gran novedad en este capítulo.
Aunque parezca increíble estamos ante otro flagrante caso de uso y abuso de las 3 dimensiones (continuando con la estúpida moda de hacer las películas a 3D); no sólo es absurdo e innecesario, sino que, además, no se nota durante el metraje, es decir, que prácticamente es como verla en 2 dimensiones, porque no hay nada que diferencie a una versión de la otra. En su favor hay que decir que, por fin, en los planos con movimientos un poco más rápidos la imagen no se convierte en un borrón lleno de píxeles indescifrables, probablemente porque las luchas con espadas están basadas más en la coreografía que en los movimientos de cámara.
En los interminables títulos de crédito (lógicos teniendo en cuenta el gran trabajo de postproducción de una película como ésta) hay una mención especial a la hermana de la protagonista (a quien se recurrió cuando ésta se quedó embarazada), el desembarco de su familia en EE.UU. ya está en marcha por lo que se ve; y tras ellos una escena extra que nos indica que Piratas del Caribe 5 ya está en marcha, y ya se ha avisado de que hay escrito un guión (esperemos que mejoren en calidad y reduzcan en duración).
A pesar de todo, Piratas del caribe: En mareas misteriosas no es tan confusa argumentalmente como lo era la tercera parte, y cumple perfectamente su cometido de película de entretenimiento veraniega (aunque con una duración un tanto excesiva y menos cómica que las dos primeras partes).Muchas más noticias en No es cine todo lo que reluce.