Muchos marinos mercantes sabían que el juicio del caso Prestige, el destartalado petrolero que se partió y hundió a 135 millas de Galicia hace ahora once años, iba a concluir sin castigar a quienes habían contaminado la Costa da Morte con las 70.000 toneladas de chapapote que transportaba.
Los marinos mercantes lo habían previsto porque muchos navegaron en barcos piratas, impunes ante leyes locales desconocedoras del mar, como resultó ese petrolero hundido cuando lo remolcaban alejándolo de Galicia tras superar un gran temporal.
Los barcos piratas, que tanto empleo le dieron a los marinos españoles antes de que llegaran los baratos tripulantes asiáticos, existen porque desdeñan sin consecuencias el poco eficaz Derecho Marítimo Internacional, heredero todavía del creado para contentar a los corsarios ingleses y al imperio británico al que servían.
El Prestige pertenecía a unos intangibles e incontrolables piratas de distintas nacionalidades y paraísos fiscales: armadores, bandera, carga, seguros, calificación de navegabilidad, tripulación, destino.
Frente a Galicia, el Prestige del capitán Mangouras sufrió una vía de agua que arrojaba chapapote. El Viejo lo dirigió hacia una ría con la carga contaminante que podría haberla destruido, quizás para siempre.
Muchos marineros de aguas amenazadas, apoyados indisimuladamente por las autoridades, anunciaban levantamientos populares si se permitía fondear o atracar el barco.
Entonces, el asustado o acobardado gobierno de Aznar decidió alejarlo: según la sentencia de la Audiencia coruñesa fue una medida razonable.
El populista movimiento “Nunca Máis”, dirigido por nacionalistas y socialistas, se creó para desmantelar al PP, pero en las siguientes elecciones municipales ese partido ganó en las zonas contaminadas tras el generoso reparto gubernamental de dinero.
Luego, las leyes marítimas evolucionaron ligeramente, aunque cualquier día aparecerá otro barco también destructivo: si gobiernan nacionalistas y socialistas harán como el PP para evitar los muertos que les caerían encima en un posible levantamiento popular.
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SALAS