Roman Polanski
Por JC Vinuesa.
Para nuestros amigos María Soriano y Juan Carlos Alquézar Alquézar.
Para nuestros amigos María Soriano y Juan Carlos Alquézar Alquézar. Primer filme de Polanski después de Tess, Piratas no es sino un antiguo proyecto por el que Roman Polanski suspiró y bregó durante una década, y cuyo guión, fue escrito al finalizar Chinatown en 1974. En aquel tiempo el cine de aventuras prácticamente no existía en las pantallas, lo que convertía a Piratas (“una espectacular película de aventuras como las de antes, las que nos hicieron soñar de niños, la película que me hubiese gustado ver en pantalla”, según palabras de su autor) en un un proyecto tan arriesgado como ambicioso. Por otra parte,, la aparición de George Lucas con La guerra de las Galaxias, en 1977 y En Busca del Arca Perdida de Spielberg en 1980 y los éxitos obtenidos por ambas, demostró la intuición y el anhelo del director polaco estaban plenamente justificados, siendo una película atípica e insólita dentro de la cartelera del género de aventuras de aquella época, pero desgraciadamente no fue así.
Por lo tanto, el motivo de abordar esta película radica en una aspiración: abordar el género desde una vertiente más mítica y espectacular. Otra cosa es que el subgénero de piratas haya dado al cine obras de gran relevancia, La Isla del Tesoro (1934), El Capitán Blood, El Cisne Negro, El capitán Kidd, Viento en las Velas y sobre todo La Mujer Pirata de Jacques Tourner y hay que recordar ahora el resurgimiento del subgénero, al hablar de la saga de Piratas del Caribe, mixtura de cine de aventuras y fantástico, a partes iguales. Llegados a este punto, la curiosidad se situaba en comprobar el tratamiento que un cineasta como Polanski —ilustre ex autor de cine minoritario, cineasta ecléctico donde los haya; y brillante reciclador de géneros como la serie negra o el melodrama—podía darle al tema.
Polanski prescinde tanto de la ingenuidad de los filmes de antaño, como de un acercamiento serio o histórico al fenómeno de la piratería. Sin embargo de los primeros toma la totalidad de sus tópicos y esquemas argumentales, mientras que del segundo factor respeta de forma escrupulosa el rigor de la ambientación con la meticulosidad escenográfica de un historiador. De esto Piratas, supone un recorrido por todos y cada uno de los lugares del género —abordajes, duelos, asaltos a ciudadelas, disfraces, búsqueda de un tesoro, enamoramiento de la joven aristócrata que viaja en el galeón conquistado, motines a bordo, etc), pero servidos con un empeño documental[i] y una concepción plástica[ii] que hacen del film una auténtica joya para los sentidos.
En cuanto al tratamiento, le fue inspirado por uno de los títulos más emblemáticos de su filmografía, El Baile de los Vampiros, película que pasados los años conserva toda su frescura. Piratas, plantea un juego similar a El Baile de los Vampiros, deslizarse por la parodia del propio género para concluir haciendo un filme, que sin dejar de lado la comedia, acabe siendo más seria y analítica que las más circunspectas de la especialidad. Para empezar, la pareja protagonista remite directamente a aquel filme. De un lado, el capitán Red, obsesionado por una sola idea, apoderarse del trono de oro de Kapatec —Anahuac—, como se recordará la obsesión del profesor Abronsius, era demostrar la verdad de su teoría de los vampiros, para lo cual no reparará en medios. Del otro, su segundo, el joven “Renacuajo”, admirador incondicional de su jefe y sojuzgado por aquél, representa el espíritu idealista y romántico —en Baile de los Vampiros, encarnado por el propio Polanski en el papel del atolondrado Alfred, discípulo de Abronsius—, es decir, la tan polanskiana dualidad del personaje principal se desgrana en ambos films en dos mitades, tan necesaria una como otra.