PIRATAS (Pirates, 1985) de Roman Polanski

Publicado el 09 diciembre 2013 por Ganarseunacre @ganarseunacre
Pirates  (1986) Piratas
Roman Polanski
Por JC Vinuesa.

                                  Para  nuestros amigos María Soriano y  Juan Carlos Alquézar Alquézar.




Título original
Pirates
Año
1986
Duración
117 min.
País
 Francia
Director
Roman Polanski
Guión
Gérard Branch & Roman Polanski
Música
Philippe Sarde
Fotografía
Witold Sobocinski
Reparto
Walter Matthau, Cris Campion, Damien Thomas, Ferdy Mayne, David Kelly,Charlotte Lewis, Roy Kinnear, Richard Pearson, Bill Fraser
Productora
Co-producción Francia-Túnez; Carthago Films S.a.r.l. / Accent Films / Cominco
Género
AventurasComedia | Piratas

   Para  nuestros amigos María Soriano y  Juan Carlos Alquézar Alquézar.       Primer filme de Polanski después de Tess, Piratas no es sino un antiguo proyecto por el que Roman Polanski suspiró y bregó durante una década, y cuyo guión, fue escrito al finalizar Chinatown en 1974. En aquel tiempo el cine de aventuras prácticamente no existía en las pantallas, lo que convertía a Piratas (“una espectacular película de aventuras como las de antes, las que nos hicieron soñar de niños, la película que me hubiese gustado ver en pantalla”, según palabras de su autor) en un un proyecto tan arriesgado como ambicioso. Por otra parte,, la aparición de George Lucas con La guerra de las Galaxias, en 1977 y En Busca del Arca Perdida de Spielberg en 1980 y los éxitos obtenidos por ambas, demostró la intuición y el anhelo del director polaco estaban plenamente justificados, siendo una película atípica e insólita dentro de la cartelera del género de aventuras de aquella época, pero desgraciadamente no fue así.

   Por lo tanto, el motivo de abordar esta película radica en una aspiración: abordar el género desde una vertiente más mítica y espectacular. Otra cosa es que el subgénero de piratas haya dado al cine obras de gran relevancia, La Isla del Tesoro (1934), El Capitán Blood, El Cisne Negro, El capitán Kidd, Viento en las Velas y sobre todo La Mujer Pirata de Jacques Tourner y hay que recordar ahora el resurgimiento del subgénero, al hablar de la saga de Piratas del Caribe, mixtura de cine de aventuras y fantástico, a partes iguales. Llegados a este punto, la curiosidad se situaba en comprobar el tratamiento que un cineasta como Polanski —ilustre ex autor de cine minoritario, cineasta ecléctico donde los haya; y brillante reciclador de géneros como la serie negra o el melodrama—podía darle al tema.

   Polanski prescinde tanto de la ingenuidad de los filmes de antaño, como de un acercamiento serio o histórico al fenómeno de la piratería. Sin embargo de los primeros toma la totalidad de sus tópicos y esquemas argumentales, mientras que del segundo factor respeta de forma escrupulosa el rigor de la ambientación con la meticulosidad escenográfica de un historiador. De esto Piratas, supone un recorrido por todos y cada uno de los lugares del género —abordajes, duelos, asaltos a ciudadelas, disfraces, búsqueda de un tesoro, enamoramiento de la joven aristócrata que viaja en el galeón conquistado, motines a bordo, etc), pero servidos con un empeño documental[i] y una concepción plástica[ii] que hacen del film una auténtica joya para los sentidos.


   En cuanto al tratamiento, le fue inspirado por uno de los títulos más emblemáticos de su filmografía, El Baile de los Vampiros, película que pasados los años conserva toda su frescura. Piratas, plantea un juego similar a El Baile de los Vampiros, deslizarse por la parodia del propio género para concluir haciendo un filme, que sin dejar de lado la comedia, acabe siendo más seria y analítica que las más circunspectas de la especialidad.    Para empezar, la pareja protagonista remite directamente a aquel filme. De un lado, el capitán Red, obsesionado por una sola idea, apoderarse del trono de oro de Kapatec —Anahuac—, como se recordará la obsesión del profesor Abronsius, era demostrar la verdad de su teoría de los vampiros, para lo cual no reparará en medios. Del otro, su segundo, el joven “Renacuajo”, admirador incondicional de su jefe y sojuzgado por aquél, representa el espíritu idealista y romántico —en Baile de los Vampiros, encarnado por el propio Polanski en el papel del atolondrado Alfred, discípulo de Abronsius—, es decir, la tan polanskiana dualidad del personaje principal se desgrana en ambos films en dos mitades, tan necesaria una como otra.


   Esta dualidad le sirve al director para establecer dos visiones contrapuestas de la aventura: el aspecto sórdido y realista —bien teñido de constante humor que le confiere el tratamiento— encarnado por Red, demagogo, manipulador, desconocedor del mínimo escrúpulo, es decir, el pirata perfecto… y el lado positivo o idealista que representa “Renacuajo”, clásico héroe de los films de piratas, capaz de sublevarse por amor[iii] e idealista hasta la médula, es decir, el pirata bueno según Hollywood. Lo que ocurre es que fatalmente para la tradición, aquí el final —muy polanskiano también y que concluye la historia en el mismo sentido circular que poseen todos sus films— como sucediera en Baile de los Vampiros, no deja de ser pesimista: éxito del representante de El Mal en la aventura. No importa que vuelvan a encontrarse perdidos en alta mar, Red ha conseguido lo que quería, y buen claro queda que lo que le importa es más la posesión del trono que obtener provecho económico de él; y fracaso de El Bien: “Renacuajo” se queda sin su amada, lo que nos lleva a una nueva historia polanskiana de amor imposible… y una malévola ironía hacía las películas con tesoros por medio: lo usual es que las riquezas se pierdan para siempre y que los protagonistas sean recompensados con el hallazgo de bienes mucho más espirituales; como el amor, la lealtad, el servicio a una causa noble, el honor. Todo esto es justamente lo contrario a lo que pasa en Piratas.    Pero todo esto, que puede sonar muy serio, es servido por Polanski, con generosas dosis de humor y sobre todo de ese humor absurdo al que es tan adicto. Y es que el humor del absurdo —atemperado o desmadrado, según las secuencias— es otra de las clases del tratamiento fílmico. A diferencia en los que la obsesión por el humor les lleva a convertir los personajes en payasos y a la historia en meras bufonadas, los personajes de Piratas aparecen revestidos de una digna seriedad (excelente el breve personaje del capitán español y soberbia la secuencia de su muerte), pero son situaciones absurdas en que se ven inmersos los que acaban de complicarlo todo. Jugando, pues, con los tópicos del género y ese desarrollo un tanto absurdo de los mismos, Piratas pretende atrapar al espectador haciendo que su interés no se dirija tanto hacia lo que va a pasar, sino hacia el cómo va a pasar. Que lo logre o no depende de gran medida de que el espectador se integre en el juego propuesto.    Las enormes dificultades que plantea un género como el de aventuras, unidas al doble juego de comedia propuesto por Polanski, presentan la realización de Piratas, como una empresa especialmente arriesgada. No puede sostener, a lo largo del filme el endiablado ritmo de su primera parte, aunque su bache sea más por estar encajado entre dos partes álgidas que por deméritos propios. En cualquier caso, Piratas brinda un buen montón de minutos de cine puro, del mejor cine de aventuras hecho en la década en que se pusieron de moda las hombreras.