Pteppic es el protagonista de esta historia. Es el hijo del faraón, pero prefiere cambiar su reino, Djelibeibi, una especie de Antiguo Egipto pequeño, decadente e insignificante, por Ankh-Morpork y estudiar para poder formar parte del gremio de asesinos. Cuando su padre muere repentinamente, Pteppic deja de lado todos sus planes y vuelve a casa, donde se convierte de la noche a la mañana en el nuevo faraón. Por fin podrá hacer las cosas a su manera y modernizar todo un poco. Eso es lo que piensa él. Pobre alma de cántaro. No sabe que el sumo sacerdote, Dios, tiene sus propios planes, para él y para todo el reino. Las cosas siempre se han hecho como él dice, y no está dispuesto a que nada cambie. Es un obseso del control, las tradiciones, los dioses... Pteppic se siente fuera de lugar, no está preparado para ser faraón, prefiere ser asesino, eso no es para él. Menos mal que no está solo. Para sobrellevar todo lo que le pasa, que como no podía ser de otra forma son muchas cosas, a cada cual más disparatada y enrevesada, cuenta con la compañía y la ayuda de Ptraci, una joven valiente, inteligente, extrovertida, sin pelos en la lengua que tampoco está muy contenta con su vida y está dispuesta a cambiarla. Los dos jóvenes me han gustado, aunque sin duda mi personaje favorito es Maldito Bastardo, el matemático más famoso de Djelibeibi que es ni más ni menos que un camello. Me he reído muchísimo con sus ocurrencias. Siguiendo con el inconfundible y fascinante estilo de Pratchett a las aventuras sorprendentes, las situaciones caóticas o los problemas imprevisibles de la trama se suma una vez más una crítica mordaz, irónica y, por encima de todo, inteligente, muy inteligente. Unas veces más sutil, otras más velada, pero siempre genial. En este caso el peculiar análisis y crítica es sobre la civilización del Antiguo Egipto. Los faraones, los sacerdotes, los dioses, las tradiciones, las momias y, por supuesto, las pirámides. Aquí no se libra nadie. Y, una vez más, Sir Terry Pratchett logra hacernos reír al mismo tiempo que nos hace reflexionar casi sin que nos demos cuenta. La posibilidad de cuestionar o no las tradiciones, el poder de las autoridades, la manipulación y, por encima de todo, el papel que la religión juega en nuestras vidas. A ratos ha conseguido arrancarme carcajadas, en otros momentos me ha dado qué pensar, mucho, muchísimo. Los personajes me han gustado pero, aun así, creo que este es el libro más flojo de los siete que he leído hasta ahora del Mundodisco, el que se queda más en la superficie, sin desarrollar al cien por cien todo el juego que podían dar estos temas.
No me ha disgustado, tampoco es eso, pero no se lo recomiendo a alguien que aún no ha leído nada de este autor. A los que, como yo, sois fans incondicionales de Pratchett, seguro que pasáis un buen rato visitando las pirómides. Si te interesa el libro puedes encontrarlo aquí.