“En política […] triunfa quien pone la vela donde sopla el aire.” [Antonio Machado]Me gusta Santorum.No por lo que dice o por lo que piensa, porque él es un católico que cree que el fundamentalismo es una virtud y yo soy otro católico que creo (como creía Confucio, aunque no era católico) que la virtud es fundamental para la sapiencia. Me gusta porque es el campeón de las Primarias Republicanas, incluso después que se fue.Cuando a finales de agosto la Convención del Grand Old Party se reúna en Tampa para seleccionar a su candidato presidencial, la investidura la tendrá Mitt Romney pero el triunfo se lo llevará Santorum.Richard John Santorum fue siempre un político conservador en Pennsylvania, un Estado liberal. Y aunque ese conservadurismo –creciente en los últimos años– que lo llevó apoyar incondicionalmente a George W. Bush (devoto metodista) y adjurar de John F. Kennedy (“El discurso de Kennedy me da ganas de vomitar”) le hizo perder su escaño de senador en 2006, el ascenso del Tea Party Movement (TPM) desde 2009 lo catapultó como un candidato idóneo para enfrentarse al Presidente Obama en las elecciones de noviembre.Todos recordamos el inicio de las precampañas republicanas a finales de 2011: Una decena de precandidatos proclamados y otros varios que no llegaron a estarlo, de los cuales sólo 2 tuvieron opciones de ser proclamados como candidato del Partido: Santorum y Romney.Willard Mitt Romney ha sido exitoso empresario, misionero mormón, brillante profesional (cum laude en Harvard) y gobernadordel Commonwealth of Massachusetts (uno de los estados menos conservadores del país, cargo al que no se presentó a reelección). Considerado un republicano liberal, ya en 2008 había sido precandidatopresidencial republicano perose retiró en medio del proceso de Primarias. Ahora, vuelto a presentarse, a pesar de sus grandes recursos financieros Romney tuvo frente a sí como Némesis a Santorum y no podía vencerlo, dando la impresión que el Partido llegaría profundamente dividido a su Convención.Romney ha tenido varios elementos en su contra para alcanzar la candidatura republicana: En primero, su filiación moderada (el programa que instaló en Massachusetts para ofrecer cobertura médica a ciudadanos del Estado que no contaban con seguro tiene muchas similitudes con el del Presidente Obama) le conllevó el rechazo del TPM; su filiación con la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días le hizo poco atractivo en estados evangélicos tradicionales (con fuerte fundamentalismo cristiano); su eficiencia de gestor gubernamental ante los ojos de los afectos al TPM, más que una virtud, fue el estigma de tecnócrata, y su gran patrimonio económico en nada lo identificaba por los afectados por la crisis económica. Y en todos los estados y sectores sociales conservadores donde Romney no era apreciado, Santorum era muy atractivo.Por eso, Romney tuvo que hacerse cada vez más conservador –en economía, en política y en religión– y menos tecnócrata para mimetizarse, como un verdadero camaleón, en otro Santorum. Y aún estarle agradecido que el 10 de abril pasado el exsenador se retirara imprevistamente de la campaña por la candidatura presidencial, alegando motivos familiares –lo que es consecuente con sus valores– pero con un mensaje que no era de despedida: “La campaña ha acabado para mí […] pero este juego está lejos de haberse acabado.”Y con esos avatares, Mitt Romney se enfrentará (diría que con certeza) al Presidente Obama y a su Julia que va Foward! en un período electoral que estos días se ha agitado por el apoyo de Obama a los matrimonios homosexuales. (Santorum –vinculado al Opus Dei aunque formalmente no es miembro y contra quien el conocido teatrista y columnista homosexual Dan Savage ha popularizado el neologismo santorum con connotaciones denigrantes para el político– instó a Romney a utilizar este asunto como arma política y el virtual candidato ha seguido enseguida su consejo.)Como a Pirro de Epiro en Asculum, la candidatura de Romney puede saberle amarga por todo lo que ha tenido (y tendrá) que conciliar.Que los camaleones no comen sapos, pero éste sí.