Pixels (Chris Columbus, 2015. EEUU): el realizador de las dos, ya lejanas, primeras partes de Solo en casa (1990-1992) estrenó este verano una, a priori, “más del lerdo de Adam Sandler”, “actor” (es una forma de hablar) que ha protagonizado y producido infinidad de bodrios pero también alguna que otra comedia estimable, siendo esta última una de las que se queda en tierra de nadie, por mucho que el relato tome pronto caminos más cercanos a lo fantástico que a provocar la verdadera carcajada del espectador. Un planteamiento realmente ingenioso (unos alienígenas invadirán la Tierra “ataviados” de la primera edad de oro de los videojuegos, o sea, la de principios de los 80 con, entre otros, Pac-man y Donkey Kong) al confundir las partiditas en las salas recreativas de los niños de la época con declaraciones de guerra. Nostalgia, anacronía, nuevas formas de hacer reír en el cine americano y pulida estética blockbusteril se dan la mano en un film para ver en 3D, no desdeñable (es una sesión remember y referencial de los 80 con alguna que otra situación divertida de verdad, como el contraste lingüístico USA vs Inglaterra y las burlas que el guión hace a la estupidez del presidente USA de turno) pero a medio camino de lo que podría haber ofrecido de haber puesto más carne en el asador.
Pixels (Chris Columbus, 2015. EEUU): el realizador de las dos, ya lejanas, primeras partes de Solo en casa (1990-1992) estrenó este verano una, a priori, “más del lerdo de Adam Sandler”, “actor” (es una forma de hablar) que ha protagonizado y producido infinidad de bodrios pero también alguna que otra comedia estimable, siendo esta última una de las que se queda en tierra de nadie, por mucho que el relato tome pronto caminos más cercanos a lo fantástico que a provocar la verdadera carcajada del espectador. Un planteamiento realmente ingenioso (unos alienígenas invadirán la Tierra “ataviados” de la primera edad de oro de los videojuegos, o sea, la de principios de los 80 con, entre otros, Pac-man y Donkey Kong) al confundir las partiditas en las salas recreativas de los niños de la época con declaraciones de guerra. Nostalgia, anacronía, nuevas formas de hacer reír en el cine americano y pulida estética blockbusteril se dan la mano en un film para ver en 3D, no desdeñable (es una sesión remember y referencial de los 80 con alguna que otra situación divertida de verdad, como el contraste lingüístico USA vs Inglaterra y las burlas que el guión hace a la estupidez del presidente USA de turno) pero a medio camino de lo que podría haber ofrecido de haber puesto más carne en el asador.