Ya advertimos, este “post” –además de ser amoral y políticamente incorrecto– es una auténtica cochinada. Hacemos nuestro eso de: “¡Niño caca!... eso no se lee”.
Advertido el lector, haya cada cual. Superadas estas líneas no se admiten críticas. Si continuas, el tema te gusta o el morbo te puede. En cualquier caso es ya responsabilidad tuya.
El culo, nuestro culo y el culo de los otros, mueve a la risa, origina chistes, da lugar a palabras soeces, a repulsión y en ocasiones general morbo, deseo y placer. De entrada las grandes religiones castigan la sodomía, así sin más, sin dar detalles ni explicaciones. Una pena, si nos dieran detalles y explicaciones, seguramente serian tan pornográficos que el número de lectores aumentaría. No digo el número de devotos, sino de lectores. Ávidos lectores.
Como las religiones no ven con buenos ojos los placeres anales (los demás placeres tampoco), pues la sociedad, la política e incluso el código penal de algunos países tampoco. Seguro que no lo hace de mala fe, sino más que nada “por dar por culo” a su manera.
No vamos a marear con temas psicológicos que ahondan en la tierna infancia, donde los placeres entran por la boca (alimentación materna o sucedáneo) y salen expedidos convenientemente por el sexo y el culo. El “caca” y “pis” tan arraigado en los niños, fuente de placer y risas para ellos… tormento para los padres. Pues eso, que los grandes psicólogos saquen sus conclusiones de tan primitivos placeres, risas y jolgorios infantiles.
La gloria del sexo anal es por partida doble e incluso triple o cuádruple: es morboso, es cochino, está prohibido y castigado. De entrada estos condicionantes nos condicionan a probar. No podemos negar que hay también un punto de sumisión en quien recibe y de dominancia en quién da. Es un acto con dos roles muy marcados, uno da, el otro lo recibe y cada uno lo disfruta a su manera. Porque al final, como todo buen sexo, no deja de ser un juego placentero donde se da por sentado el consentimiento de ambos sujetos.
Nada que ver con el sexo vaginal e incluso el sexo oral, cada vez mejor aceptado en una sociedad donde vamos todos con tanta prisa. También es más trabajoso, todo sea dicho, precisa una mayor pulcritud y entrenamiento. Es un placer a largo plazo que requiere tiempo y paciencia para dar todos sus frutos.
Si convenimos que el sexo es una cochinada, el anal se lleva la palma. Los puristas del sexo –que ya aceptan a regañadientes la boca como fuente de placer sexual– rechazan de plano este segundo orificio, curiosamente situado a pocos centímetros del sexo propiamente dicho. Te despistas un segundo con la emoción y zas, ¡tienes tu boca o tu sexo donde todavía no ha sido requerido!.
Para mayor gloria, algunas posturas de la copula anal permiten una cómoda manipulación del sexo contrario. Lo que vulgarmente se conoce como masturbación, con medios digitales (dedos o manos) o mecánicos (consoladores). Una fiesta en toda regla.
Más centrados en el tema fisiológico, las terminaciones nerviosas internas y externas del ano le convierten en un orificio agradecido y al tiempo excitante. Merecedor de ser explorado con la mayor delicadeza, cariño e higiene. De mutuo acuerdo, puede reportar a la pareja momentos analvidables… perdón, inolvidables.
Otra curiosidad del sexo anal, y con esto terminamos, es ser un orificio que comparten hombres y mujeres, ubicándose en idéntico lugar, con idénticas atribuciones y funciones. Mejor paladín en la igualdad de sexos, es imposible de encontrar.
Finalizamos afirmando que esto no es una loa del sexo anal, sino una constatación de hechos y prácticas entre humanos de diferente sexo e incluso idéntico sexo. En futuros “post” hablaremos del sexo oral, del onanismo, masoquismo, fetichismo, homosexualidad, orgías, juguetes sexuales, posturas, tamaño, etc. El sexo es fuente inagotable de temas, de placer y predispone a desarrollar una imaginación calenturienta orientada a objeto.
“Creced y multiplicaros”… faltó completar la frase: “y disfrutad con ello”. Una verdadera lastima.