Hoy este caminador que emborrona cuartillas ha movido sus andariegas coordenadas hasta la cintura de la isla, hasta Placetas, sitio insólito, como más adelante se verá.
Y empecemos por el nombre de este risueño asentamiento.
Hay una ley no escrita de la lengua: todo lo que se hable va a estar sujeto a las más inesperadas transformaciones. Porque alguien no pronuncia bien. Porque quien escucha es algo duro de oído. Por la ley del menor esfuerzo al expresarse. O por lo que sea. Lo cierto y comprobado es que una palabra puede tener más cambios que el Proteo de la Antigüedad, el dios de las mil caras.
Así sucedió con el nombre de aquella comarca.
En el siglo antepasado por allí transitaban, en incómodas carretas, viajeros de los más distantes puntos de Cuba.
Eran tiempos cuando un viaje de ida y vuelta entre Santa Clara y Puerto Príncipe –Camagüey— costaba una semana de maltratar el cuerpo, si se era buen jinete.
Durante aquellos viajes de malparir solía hacerse un alto en un punto fresco y acogedor, distante 7 leguas de Remedios, 3 de Guaracabulla y 14 de Sancti Spíritus. Al lugar lo llamaban Las Plazoletas, quizás porque tales parecían formar las copas de la abundante arboleda. Pero el nombre, pasando de boca en boca, terminó en Placetas.
Y hacia allá hemos partido hoy, para probar que es aquélla la comarca más singular de Cuba, donde lo excepcional se convierte en regla.
El reino de lo inusitado
Sí, en Placetas puede uno contemplar lo que no se da en parte alguna de nuestra geografía de ensueño. ¿Un ejemplo? Pues allá va el primero, al cual seguirán otros muchos.Si usted, caminando por sabanas de palma cana llega a una colina situada en las inmediaciones del antiguo central Fidencia, de seguro no se preguntará qué materiales formaron aquella elevación.
“De tierra y de piedras”, de seguro usted me contestará. Y la respuesta es un rotundo no. Porque esa colina que observamos está formada por hojas.
Tal como lo oye: hojas, que fueron el verde adorno de los árboles en remotas épocas geológicas, y que hoy, petrificadas, son el cuerpo de la loma que contemplamos, durmiendo el sueño de los fósiles.
Lo habíamos dicho: así es Placetas, tierra de singularidades
¿Hay volcanes en Cuba?
“¡Dios nos libre, nos favorezca y nos coja confesados!”, hubiera respondido mi abuelita a semejante pregunta. Claro, la respuesta es sabida, y además tranquilizante: nuestro paisaje de ensueño desconoce tales excesos de la naturaleza.Por mucho que busquemos, a lo largo y a lo ancho de nuestro centenar de kilómetros cuadrados, jamás tropezaremos con un Popocatépelt, un Chimborazo o un Etna.
No miente este emborronador de cuartillas cuando declara que, extinto, es verdad, en la zona existe un volcán. Así lo testimonian las coloridas rocas que tapizan las lomas bajas en la zona de San Felipe.
Pero no terminan ahí los raros atributos de Placetas. ¿Acaso no la llaman “La Villa de los Laureles”? En efecto, ese árbol exótico abunda allí más que en ninguna otra área de Cuba.
Pero a los placeteños nada de esto les resulta suficiente. Y aseguran— sin contar con Meteorología— que aquel es el Polo Norte de Cuba, el punto más gélido. Y –sin consultar con el Instituto de Geografía— que allí está el mismísimo centro de Cuba.
Así son los placeteños: tan amables como inclinados a la singularidad, hasta la exageración y la desmesura.
Fuente: CubaAhora