"Puedo oleros, espías, pensó Wegener, detrás de vuestros arbustos, muros y mascaradas. Si hay algo en lo que puedo confiar es en mi olfato, y vosotros apestáis, hermanos, desde las buhardillas, desde los cobertizos subterráneos, desde detrás de los contenedores de basura. Puedo oler vuestras colillas, vuestros micrófonos, vuestros teleobjetivos, y, sobre todo, vuestra seguridad en vosotros mismos."
"El muro de Berlín sigue en pie" decía en la parte trasera del libro, y poco más necesité para que captase toda mi atención. A veces es una simple frase la que provoca que un libro nos atraiga. Por eso, hoy traigo a mi estantería virtual, Plan D.
Estamos en 2011, el muro sigue en pie y Egon Krenz lleva 22 años en el poder. La RDA tiene dificultades económicas y necesita que prosperen las negociaciones con Alemania Occidental sobre energía. En este ambiente aparece un cuerpo en un gasoducto y todo parece indicar en él a la Stasi. El detective Martin Wegener será el encargado de investigar el caso y pronto se encontrará con la colaboración de su homólogo occidental, Richard Brendel, formando así un equipo de contrastes tan marcados como la vida en las dos alemanias.
Wegener es un detective que se aproxima al estilo antihéroe de una forma peculiar. Obsesionado con su mentor desaparecido y también con su fracaso matrimonial, se nos muestra como un hombre decadente, a ratos vulgar, gris como las calles que pisa, sin tener el más mínimo interés en caerle bien al lector. Brendel en cambio nos aparece desde el primer momento como un hombre que deslumbra en un coche fabuloso, y de este modo, no podemos evitar identificar las calles y las ciudades de ambos lados, con los integrantes de esta pareja de investigadores.
Lo cierto es que no me he encontrado con una novela trepidante sino con una historia que va cogiendo ritmo poco a poco para centrarnos en la situación que nos propone. Construye una RDA que ha evolucionado de una forma un tanto diferente y nos familiariza con unos coches llamados Fobos o con los teléfonos Minsk mientras que la vida en el lado Occidental del muro apenas la vemos, supongo que porque asume que ya la conocemos, es la actual. El mundo que nos presenta se sostiene de forma sólida y, no sólo eso, sino que tiene algún toque irónico que me hizo sonreír, muchas veces basado en clichés, lo reconozco. Ya sólo esa parte, la ambientación, capta el interés del lector curioso.
Y si hemos hablado del protagonista y de la ambientación, parece que dejamos para el final el asesinato en una historia que arranca justo en el escenario del crimen. Pero esta parte, es mejor ir descubriéndola poco a poco mientras nos adentramos en este mundo alternativo que nos propone el autor.
Una ucronía para leer con calma, comparar presentes y pasear por un mundo que vivió 1989 de una forma totalmente diferente. Como os habréis dado cuenta, es el punto fuerte del libro, de ahí que comentase ya al principio que no estábamos ante una novela trepidante.
Ucronías, distopías, ficciones... Y a vosotros, ¿os gusta leer sobre mundos alternativos al nuestro o preferís quedaros con un pie en el suelo aunque sea una historia de ficción?
Gracias