Una vida que está a punto de cambiar porque Jomeini y ElRey se casan y están inmersos en los preparativos de la boda. Algo que siempre resulta difícil, complicado, estresante, pero mucho más si el futuro matrimonio tiene que hacer frente a las guardias en el hospital, a los turnos de trabajo imposibles y, por si fuera poco, a una suegra tan metomentodo, prepotente y pija como la Castafiore. Para que os hagáis una idea de lo mucho que he disfrutado el libro os diré que me ha durado solo dos tardes, sábado y domingo, y que durante toda la lectura no dejé de reírme a carcajada limpia, ante el asombro de Pablo, que de vez en cuando me miraba desde el otro lado del sofá con cara de circunstancias y me decía, “te lo estás pasando en grande ¿eh?”. Para que os hagáis una idea en este libro todo es divertido. Hasta el prólogo, que ya es decir. Pues sí, para qué negarlo, me lo he pasado en grande, he disfrutado como una enana con esta lectura fresca, divertida, entretenida, adictiva y desternillante. No quiero desvelaros mucho de la trama, para que la descubráis y la disfrutéis vosotros mismos, pero sí quiero deciros que esta segunda parte, al igual que la primera, está llena de momentos inolvidables, auténticos momentazos con los que es imposible no morirse de risa. El accidente de coche, el Corte Inglés, la fiesta flamenca, las escaleras del metro, la despedida de soltera, el encontronazo con el ladrón, la conversación en el avión, la noche de bodas... Y paro aquí, porque como siga os cuento el libro entero. Un libro del que me ha gustado, además de la historia en sí, reencontrarme con los personajes de la primera parte, que han dejado de ser conocidos para convertirse en viejos amigos, como la propia Jomeini, ElReydelPolloFrito, la Castafiore, Irma, pero también PerritoApaleado, Emapanadebonito, Miss Vogue, La Nazi, Chiara, J, Serena... Pero, como no podía ser de otra forma, en este nuevo libro aparecen también nuevos personajes. El doctor Cuandoyoeraresidente, la DoctoradelBolsodeGucci, Hippo, LaEnterada y, por encima de todos ellos ElChino, un residente de primer año que está para mojar pan y que provocará en Jomeini deseo, fantasías, nervios, dudas y todo tipo de sentimientos pecaminosos. Si algo me gusta del estilo de la autora es cómo intercala la vida personal de la protagonista: los preparativos de la boda, las relaciones sentimentales y familiares, sus amigas, con la vida profesional: su día a día en el hospital, los miedos, inseguridades y, cómo no, meteduras de pata en su aprendizaje como anestesista. Meteduras de pata que, por una parte, consiguen que Jomeini nos dé pena, que sintamos empatía y simpatía por ella, que la veamos cercana y, sobre todo, que nos sintamos identificados con ella. Pero, al mismo tiempo, las meteduras de pata, grandiosas, inolvidables, memorables, hacen, cómo no, que nos riamos muchísimo. Porque de eso se trata. De reírnos. De disfrutar. De divertirnos. Reírnos de los jefes, de los compañeros de trabajo, de nuestras parejas, de nuestros amigos, de nuestras familias. Y, por supuesto, reírnos de nosotros mismos. Que buena falta nos hace. Todos tenemos mucho que aprender de Jomeini. Pero Ana González Duque consigue no solo arrancarnos infinidad de carcajadas si no también, al menos en mi caso, alguna que otra lágrima. El capítulo titulado El feto muerto me emocionó, me llegó muy adentro e incluso me hizo llorar. Es cierto que el hecho de haber sido madre hace menos de tres meses influyó mucho, pero también lo es que la autora logró transmitirme mucho, muchísimo. Y eso es algo que tengo que reconocerle, porque tiene mucho mérito. Algunos autores, los menos, afortunadamente, nos dejan fríos, indiferentes, no nos transmiten absolutamente nada. Otros son capaces de hacernos reír hasta que no podemos más. Y otros, por el contrario, nos emocionan hasta hacernos llorar. Creo que las dos cosas son complicadas y tienen mucho mérito. Llegar al lector, transmitirle un sentimiento, sea el que sea, no es fácil. Pero mucho más difícil si cabe aún es lograr en un mismo libro que los lectores rían y lloren. Y eso es precisamente lo que consigue Ana González Duque en esta novela. Llegarnos adentro, muy adentro, hacer que nos sintamos identificados con sus personajes hasta el punto de reír cuando ellos ríen y llorar cuando ellos lloran.
Como ya os imaginaréis las 153 páginas se me han hecho cortas, me han sabido a poco y estoy deseando leer la tercera parte y reencontrarme una vez más con la doctora Jomeini, que más que una amiga es ya como de la familia.