Planicka, Panenka y el verano de 1996

Publicado el 24 marzo 2015 por Squadraeterna @squadraeterna


Era el 30 de junio de 1996 y a Frantisek Planicka la vida le permitía disfrutar de la última gran gesta checa, no podía ser de otro modo, el fútbol le devolvía poco antes de decir adiós todo lo que él le regalo a principios de los años 30. En 1938, "El gato de Praga" ponía punto y final a su exitosa carrera futbolística, el primer gran líder checo, capitán de una de las grandes generaciones checoslovacas y uno de los grandes arqueros de la historia de este deporte se retiraba dejando tras de sí más de 70 internacionalidades, un subcampeonato del Mundo en Italia 1934, ocho ligas nacionales, una Copa Mitropa, un enorme legado en el Slavia de Praga e historias tan inverosímiles como jugar los cuartos de final frente a Brasil en 1938 con una fractura en su brazo. El gran capitán de Checoslovaquia se acomodaba en su sillón para disfrutar de otra de las grandes generaciones que vinieron tras su retirada, habían pasado 58 años desde que se apartara del fútbol y su corazón, que todavía latía, se iba apagando poco a poco.

Kouba, Rada, Kadlec, Suchoparek, Hornak, Bejbl, Nemec, Nedved, Poborsky, Berger y Kuka era el once que dispuso Dusan Uhrin en una final que pasaría a la historia de este deporte. El mero hecho de llegar a la Eurocopa de 1996 ya suponía una enorme alegría para un país que desde 1993 había dicho adiós a sus 'hermanos' de Eslovaquia. Tan solo tres cursos después de su separación política, el deporte les permitía formar parte, también, de la historia del fútbol.

Mientras el combinado checo preparaba la cita del verano en Inglaterra, a buen seguro su plantel recordó a los anteriores compañeros que honraron a la ya extinguida Checoslovaquia. Del ya nombrado guardameta Planicka en 1934 y 1938 a los goles de Josef Bican, o la final del Mundial en 1962, allí, un Balón de Oro por muchos olvidados, Josef Masopust, lideró hasta la final del mismo a un combinado que contaba entre otros con Viliam Schorojf, Jan Popluhar o Adolf Scherer. Que decir del gol de Barmos que permitía en 1980 ser terceros ganando a la anfitriona, Italia, en un conjunto que lideraba Nehoda con nombres como Karol Dobias, Marián Masny o el gran héroe checoslovaco, Antonín Panenka. Con este último soñaban imitar 20 años después el éxito de un penalti que le haría eterno a él, y campeón a una selección que hacía saltar la sorpresa ante la favorita en Yugoslavia 1976, Alemania Federal.

Y lo hizo. Cogió carrera, observó a Sepp Maier, se ajustó el bigote, agachó la mirada, amago con una sutil finta y rozó con sutileza el cuero para que su país tocase la gloria. Checoslovaquia firmaba por fin un triunfo tan buscado como por diversas circunstancias nunca conseguido. Y ahí volvían a verse las caras, en Wembley. Una Alemania menos Federal frente a una Chequia sin Eslovaquia.

El premio a un enorme campeonato sería lograr el título por el que pocos apostaban antes del comienzo del torneo. El billete a tierras británicas por delante de selecciones como Holanda era el primer regalo, el siguiente, pasar de ronda en un grupo con Alemania, Rusia e Italia. La derrota en su debut frente a la que a la postre sería su rival en la final no pronosticaba un largo viaje por dicha Eurocopa, sin embargo, el empate a tres goles frente a Rusia con un gol agónico de Vladimir Smicer pocos días después de superar a la Italia subcampeona del Mundo les metía en los cuartos de final. Desde entonces, Nedved, Poborsky o Berger fueron los verdaderos protagonistas.

Portugal y Francia fueron las siguientes víctimas. Vitor Baia, Secretario, Fernando Couto, Rui Costa, Folha, Paulo Sousa, Figo y Ricardo Sá Pinto sucumbieron ante la seriedad y el trabajo defensivo de los hombres de Uhrin, junto a ellos la calidad de Nedved y sobretodo, de Poborsky, autor de la vaselina que les dejaba a tan solo un peldaño de la final. Allí esperaba Francia, la de Lama, Angloma, Leboeuf, Blanc, Deschamps, Desailly, Loko, Pedros, Guerin o Zinedine Zidane, quienes chocaron una y otra vez con un Peter Kouba inconmensurable, el cancerbero checo fue el mejor durante todo el encuentro, la prórroga y la suerte le acompañó también a la muerte súbita. No podía ser casualidad, del gran héroe de los años 30, Frantisek Planicka a los penales del año 1976. Un portero y el lanzamiento desde los once metros metían a la primera República Checa en la final.

La manera más dura de despertar de un sueño que duró un verano entero y sacó a la calle a un país de poco más de tres años de existencia. Oliver Bierhoff empató el tanto de Berger a diez del final y minutos más tarde, pasaba a la historia del fútbol tras anotar el primer Gol de Oro en la prórroga de una final de Eurocopa, aquel invento no duraría muchos más años, pero fue suficiente para que Alemania venciese a quienes hicieron las delicias del aficionado en 1996, para que Sepp Maier sacase su espina con Panenka y para que desde su sofá de Praga, el capitán de la Checoslovaquia en la década de los 30 viviese su último partido. Curiosamente, pocos días más tarde, el 20 de julio y a la edad de 92 años, nos dejaba el primer gran jugador checo de fútbol tras vivir la última gran gesta de los suyos. Frantisek Planicka pudo descansar en paz.