La primera vez que vi la playa de Langre fue desde el aire. Un trabajo fotográfico sobre la accidentada costa me mostraba los secretos mejor guardados.
A doscientos metros de altura, sentado en el frágil ultraligero, me quedaba maravillado con la belleza de un arenal del municipio de Ribamontán al Mar en Cantabria. La campiña de un verde explosivo quedaba recortada en unos acantilados en forma de media luna. Y el mar cristalino se teñía de arena, de roca, de verdes y azules.Después de aquella maravillosa experiencia regresé a esta media luna pero esta vez desde la tierra.