Recuerdo de niño que esta playa era mi escenario ideal para soñar con aventuras en lugares lejanos y paisajes más propios de otro planeta. Las formaciones rocosas diseminadas por la costa se asemejaban a espacios marcianos creados en la desbordante imaginación de la infancia.
He crecido y sigo viniendo a esta playa que hoy me recuerda al Caribe más salvaje. Las montañas cubiertas de un denso bosque de encina cantábrica se funden en un extenso arenal bañado por un mar limpio y cristalino que enamora.