Nos encontramos ante la arbolada imagen de la plaza del Progreso en el año 1921. En este tiempo la línea uno del Metropolitano de Madrid ya había sido ampliada desde la cercana Puerta del Sol, presidiendo en uno de los espacios del lugar su icónico símbolo. En el otro una estatua de un político liberal. Hoy en día cuesta reconocer este emplazamiento, no solo por su cambio de imagen con respecto a nuestros días, sino porque este espacio no se llama igual. En la actualidad para poder llegar a esta acogedora plaza tendríais que acercaros hasta la plaza de Tirso de Molina, tal y como conocemos a este punto a día de hoy.
El espacio donde se encontraba la plaza del Progreso no existía en el callejero madrileño hasta el siglo XIX. En estos terrenos se encontraba el Convento de Nuestra Señora de la Merced que, tras la desamortización de Mendizábal, fue demolido, dejando el terreno que conocemos en la actualidad. Durante el tiempo que transcurrió hasta que se adecuo este espacio, el pueblo de Madrid llamaba al solar lleno de escombros que había quedado plaza de la Merced. Después del acondicionamiento del lugar, se colocó en un punto de la plaza la estatua dedicada al político Juan de Dios Álvarez de Mendizábal que se puede ver en la foto, autor de la comentada desamortización. La inclusión de esta figura hizo que popularmente se nombrará a la plaza como la de Mendizábal hasta que oficialmente se nombró como la plaza del Progreso.
Tras la finalización de la Guerra Civil Española la estatua es sustituida por la de uno de los grandes dramaturgos del Siglo de Oro, fray Gabriel Téllez, más conocido como Tirso de Molina. Además el nombre de la plaza cambia por el de este ilustre escritor al igual que ocurrirá con la parada de metro que también se encuentra en la susodicha plaza. La elección del nombre del lugar no es casualidad dado que Tirso de Molina vivió en el Convento de la Merced donde dio clase de teología.
Creo que es de recibo que termine el artículo con uno de sus poemas
Al molino del amor alegre la niña va a moler sus esperanzas; quiera Dios que vuelva en paz; en la rueda de los celos el amor muele su pan, que desmenuzan la harina, y la sacan candeal. Río con sus pensamientos, que unos vienen y otros van, y apenas llego a la orilla, cuando ansí escucho cantar: Borbollicos hacen las aguas cuando ven a mi bien pasar; cantan, brinca, bullen, corren entre conchas de coral; y los pájaros dejan sus nidos, y en las ramas del arrayán vuelan, cruzan, saltan, pican toronjil, murta y azahar. Los bueyes de las sospechas el río agotando van; que donde ellas se confirman, pocas esperanzas hay; y viendo que a falta de agua parado el molino está, desta suerte le pregunta la niña que empieza a amar: -Molinico, ¿por qué no mueles? -Porque me beben el agua los bueyes. Vió el amor lleno de harina moliendo la libertad de las almas que atormenta, y ansí le cantó al llegar: -Molinero sois, amor, y sois moledor. -Sí lo soy, apártense, que le enharinaré. Al molino del amor de Tirso de Molina
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