'Please, Teach Us to Overgrow Our Madness', de Erna Òmarsdòttir en el FÀCYL

Publicado el 10 junio 2011 por Ruta42 @ruta42

Imagen extraída de la página del FÀCYL.
Pelo, pelo, pelo. Pelo por todas partes. La coreógrafa islandesa Erna Òmarsdòttir eligió el cabello como el símbolo que debía dar consistencia a su obra. Pelo que a veces se agitaba violentamente y otras ve.ces casi acariciaba. Pelo como símbolo de lo que somos, o quizá de lo que podemos ser. O incluso de lo que queremos ser. Resultaba complicado decidirse. O quizá fuera que era todo a la vez.
A un clic, más palabras de Héctor Toledo, del pasado miércoles en el FÀCYL de Salamanca.
Después del fiasco del día anterior, el festival insistía en adentrarse en ese resbaladizo terreno que es el “teatro-danza”. Pero a diferencia de las francesas, las islandesas sí sabían en qué terreno se movían, y lo hicieron con solvencia. Danzaban, cantaban y actuaban. No tuvieron reparos en lanzarse con textos muy viscerales y complicados (que estaban en inglés e inexplicablemente no fueron sobretitulados) y defendieron un espectáculo al que se pueden poner muy pocas pegas técnicas.
Una puesta en escena muy sencilla, pero milimétricamente cuidada y un excelente usode la iluminación conseguían transportar rápidamente al espectador al interior de una atmósfera siniestra y bizarra por la que deambulaban seres sin rostro y cubiertos de pelo. Unos primeros 45 minutos muy volcados en la danza dieron paso a una segunda mitad mucho más teatral, con textos y canciones, logrando una integración francamente notable entre los usos y códigos de ambas disciplinas, de modo que desde el punto de vista formal, las dos partes del espectáculo eran indistiguibles.
Pero desde el punto de vista del discurso había dos partes, sin duda. Y si bien la primera parte era parca en conceptos y rica en sensaciones, la segunda resultó bastante confusa y caótica. Todo lo que parecía habernos planteado al principio era cuestionado después (¿quizá era ese el objetivo?), y además nos adentró en un laberinto de emociones en el que uno se quedaba enredado. Personajes oprimidos que se liberaban. Constantemente. Yo conté hasta 4 catarsis en los últimos 20 minutos de espectáculo. Pero tras cada una de ellas, se regresaba de nuevo al estado anterior sin que mediara una razón aparente, desvirtuando el posible discurso que las 5 bailarinas/actrices venían construyendo sobre el escenario.
Al final, no puedo evitar quedarme con la sensación de que ahí detrás había un gran discurso, con potentes ideas que lo sustentaban, pero desperdiciado quizá por el uso de simbolismos demasiado complejos, y demasiados vaivenes en el ritmo y la intensidad del espectáculo que iban en detrimento de la claridad del argumentario.