“Busca dentro de ti la solución de todos los problemas, hasta de aquellos que creas más exteriores y materiales. Dentro de ti está siempre el secreto: dentro de ti están todos los secretos”. Cuando un libro empieza con estas palabras resulta difícil no creerlas compuestas por el empalagoso Paulo Coelho o por uno de sus epígonos mentecatos. Pero no, son de Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz, un vate modernista nacido en México y muerto en Uruguay (1870-1919), que ante la hiperbólico extensión de su nombre tuvo el coqueto detalle de elegir para firmar sus obras el nombre que pensaban ponerle cuando nació: Amado Nervo.En las páginas de este poemario titulado Plenitudse alinean las invocaciones de índole agustiniana o adolescente (“Ama como puedas, ama a quien puedas, ama todo lo que puedas... pero ama siempre”), las sentencias apostólicas con aroma a moralina o catequesis (“En verdad os digo que vale más dar que recibir”), las frasecitas seudofilosóficas tipo omikuji (“Muchas de tus máscaras han quedado por largo tiempo en las fotografías. Durarán más de lo que merecen. Pero ninguna ha sido en ningún momento la expresión exacta de tu yo”), el determinismo conformista (“Lo que te acontezca es lo único que debe acontecerte, y el universo entero no aplastará sin razón a la más pequeña hormiga”) o la confianza ciega en ciertas conjuras astrales que parecen provenir de una mente lisérgica o farsante (“El destino jamás contradice a los hombres que esperan en él”).
Al año siguiente de publicar esta obra (que seguramente me habría emocionado en mi juventud, pero que ahora me produce sonrisas irónicas), Amado Nervo murió. No parece probable que fuera por agotamiento mental.