Ya nadie espera del Sr. López que, en su vida pública, se comporte educadamente o que escuche con respeto los argumentos de los demás y conteste con los suyos si lo estima oportuno. Las gentes de Almansa han renunciado a ello (las mismas gentes a las que insultó y despreció por no haberle votado como él deseaba). De él sólo se espera la política de taberna, del grito y los malos modos, del insulto gratuito y vergonzante. Esto es lo único que, a estas alturas, parece saber hacer. En este último pleno, sus argumentos contra nuestro punto de vista sobre el incumplimiento del tercer Plan de Saneamiento del Ayuntamiento de Almansa en cuatro años fueron, gritando: "gilipollas", "tonto", "payaso" y "capullo" (estos son los que logré escuchar, aunque hubo más en la misma línea), acompañados de una convulsiva gesticulación facial y de las extremidades superiores junto a algunos golpes a los micrófonos del Salón de Plenos. Fue patético e indigno de un representante público. No es de extrañar que los ciudadanos, con estos espectáculos denigrantes, terminen alimentando los estereotipos que nos cuelgan a los políticos, metiéndonos a todos, desgraciadamente, en el mismo saco.
Por su propio bien, por el de su familia y de quienes le quieren; por el bien de la convivencia política almanseña y, sobre todo por Almansa y los almanseños, lo mejor que podía hacer el Sr. López es retirarse. Ya ha dado todo lo que podía dar de sí a nuestra ciudad. Ya nos ha dado la mayor tasa de desempleo de nuestra historia, ya nos ha dado la mayor ruina económica que se recuerda, ya nos ha dado la peor situación de nuestra industria desde hace décadas, ya ha colocado a los suyos como prometió, ya nos ha enseñado lo que es la falsa democracia del populismo, del prometer todo y no dar nada, de creerse dueño de lo público, de lo que es de todos. Ya ha hecho suficiente. No hace falta que haga más. Y, desde luego, no nos hace falta que todos y cada uno de los días insulte al prójimo que no piensa como él. A Almansa le sobran los insultadores.