33 Spaghetti Westerns que no te puedes perder
http://libro33sw.wordpress.com/2013/01/29/edicion-limitada-a-100-copias/
No se trata de ninguna tragedia, solo de constatar la necesidad y usar en tu (nuestro) favor las herramientas de la nueva realidad técnica y de mercado. El primero de los dos los escribe un autor profesional, Pablo Mérida, y se publica en formato digital renunciando al fetichismo del objeto a favor de la difusión inmediata, de la copia instantánea. El segundo es un trabajo de artesanía realizada por una pareja de aficionados. Josito Cro-Mag y Sam Torche, que prorrogan en una edición limita de 100 ejemplares el espíritu lúdico y descarado del fanzinerismo. Ambos convergen en una misma solución para un mismo problema: tener algo que decir y dotarse de las armas para decirlo.
El mercado empuja a convertir a la autor en factoría de sí mismo, ocupándose de todas las estaciones del proceso. Estamos de regreso al punk, al hazlo tu mismo y a la autogestión. También de camino a la desacralización del mundo editorial, algo a lo cual contribuye el menudeo de pequeñas, y por lo general primorosas, editoriales casi domésticas que se toman la edición no como una producción en serie sino como un trabajo de amor, por lo general a fondo perdido. Editar es barato, como explicaba Ricardo Menéndez Salmón en una reciente entrevista en Neville. Escribir es gratis. Lo más difícil es escribir bien y editar bien.
El autor tiene que convertirse en su propio editor, hacer una criba implacable sobre lo que escribe y eso es siempre lo más jodido. Aunque lo cierto es que muchas editoriales parecen haber desertado de la corrección y la edición, con lo cual no parece que nosotros mismos vayamos a hacerlo peor. Es cierto que la autoedición tiene el peligro de inundar de mediocridad a los lectores, pero en eso tampoco se diferencia esencialmente de lo que encontramos en las librerías. Más vale hacer lo que podamos y confiar en encontrar al lector y que este sea capaz de separar lo que vale de lo que no.
33 Spaghetti Westerns que no te puedes perder propone un recorrido personal, al tiempo entusiasta y crítico de uno de los periodos más efervescentes y también de los más caraduras, del cine europeo. Las elecciones son, claro, discutibles, pero ahí está la gracia del libro. No es una antología, no es un “Lo mejor de…”, es una selección urgente, polimórfica y viva de un género nacido en la desmesura.
Aquello del Spaghetti-Western era la apropiación de un territorio y arquetipos ya estilizados de por sí, un género y un espacio mitológico como es el western, y proceder a, por así decirlo, mitificar el mito llegando al hipermito. Destilándolo tanto que llega definirse a través de su imaginería, incluso de un objeto que lo personifica como si fuese un icono, huyendo del psicologismo del western USA en los 50. Django, por ejemplo y ahora de moda, llega al punto de no necesitar ni aparecer: con leer su nombre en el título, tan evocador, ya has visto la película. Lo cual, pienso, conduce
Así mientras el western USA derivaba hacia el ascetismo y la abstracción, con ese grado cero que marca el ciclo Ranown de Budd Boetticher, el Spaghetti replicaba con una ceremonia del exceso.
Y hay ironía, desde luego, pero creo que hay todavía pesa más la mitomanía. Es su interpretación particular de un espacio mítico que Leone equiparaba muy agudamente al universo grecolatino. Leone decía que el western era el equivalente a La Odisea o La Ilíada. Unos leyendas convertidas en universales, transculturales, y por tanto legítimamente reinterpretables. El western lo mismo. Era mitología universal, porque en realidad no contaba la historia de los USA, sino la historia imaginaria, mítica, y había trascendido a todos los países que al consumía. Por lo tanto era legítimo un italowestern que llevase a una idiosincrasia mediterránea aquellos nuevos mitos, saturándolos de violencia colorista, iconografía religiosa –litúrgica e iconoclasta por igual-, espíritu ácrata, sentido de lo grotesco, cinismo y alegría de vivir. Un género progresivamente demencial, cochambroso y brutal, pero siempre vivo incluso en sus estados más terminales.
Precisamente esta validación del título menor, del feo y olvidado, resulta lo más interesante de un libro especialmente recomendable para no iniciados. Entre las pegas, que las hay, lo de menos es su estilo de redacción –esto ya es cosa de gustos- y lo mayor es su caprichosa ordenación; ni cronológica –la ideal por colaborar a dar un visión evolutiva/involutiva del asunto- ni alfabética, simplemente aleatoria, dando la impresión de haber sido escrito a golpe de memoria.