Plomo mediterráneo: 33 Spaghetti Westerns que no te puedes perder. Un nuevo libro de género.

Publicado el 21 febrero 2013 por Esbilla

33 Spaghetti Westerns que no te puedes perder

http://libro33sw.wordpress.com/2013/01/29/edicion-limitada-a-100-copias/

Con poca diferencia de tiempo han aparecido dos propuestas sobre el spaghetti-western, esa adictiva y bastarda escuela del eurowestern, lanzamos solo en base al impulso creativo de sus autores. Por un lado Django y los ángeles de la muerte del western europeo y por el otro el presente 33 Spaghetti Westerns que no te puedes perder. Ambos simbolizan la avocación prácticamente obligatoria hacia la autoedición para trabajos de este tipo que no tendrían casi salida dentro del mercado oficial.

No se trata de ninguna tragedia, solo de constatar la necesidad y usar en tu (nuestro) favor las herramientas de la nueva realidad técnica y de mercado. El primero de los dos los escribe un autor profesional, Pablo Mérida, y se publica en formato digital renunciando al fetichismo del objeto a favor de la difusión inmediata, de la copia instantánea. El segundo es un trabajo de artesanía realizada por una pareja de aficionados. Josito Cro-Mag y Sam Torche, que prorrogan en una edición limita de 100 ejemplares el espíritu lúdico y descarado del fanzinerismo. Ambos convergen en una misma solución para un mismo problema: tener algo que decir y dotarse de las armas para decirlo.

El mercado empuja a convertir a la autor en factoría de sí mismo, ocupándose de todas las estaciones del proceso. Estamos de regreso al punk, al hazlo tu mismo y a la autogestión. También de camino a la desacralización del mundo editorial, algo a lo cual contribuye el menudeo de pequeñas, y por lo general primorosas, editoriales casi domésticas que se toman la edición no como una producción en serie sino como un trabajo de amor, por lo general a fondo perdido. Editar es barato, como explicaba Ricardo Menéndez Salmón en una reciente entrevista en Neville. Escribir es gratis. Lo más difícil es escribir bien y editar bien.

El autor tiene que convertirse en su propio editor, hacer una criba implacable sobre lo que escribe y eso es siempre lo más jodido. Aunque lo cierto es que muchas editoriales parecen haber desertado de la corrección y la edición, con lo cual no parece que nosotros mismos vayamos a hacerlo peor. Es cierto que la autoedición tiene el peligro de inundar de mediocridad a los lectores, pero en eso tampoco se diferencia esencialmente de lo que encontramos en las librerías. Más vale hacer lo que podamos y confiar en encontrar al lector y que este sea capaz de separar lo que vale de lo que no.

33 Spaghetti Westerns que no te puedes perder propone un recorrido personal, al tiempo entusiasta y crítico de uno de los periodos más efervescentes y también de los más caraduras, del cine europeo. Las elecciones son, claro, discutibles, pero ahí está la gracia del libro. No es una antología, no es un “Lo mejor de…”, es una selección urgente, polimórfica y viva de un género nacido en la desmesura.

Aquello del Spaghetti-Western era la apropiación de un territorio y arquetipos ya estilizados de por sí, un género y un espacio mitológico como es el western, y proceder a, por así decirlo, mitificar el mito llegando al hipermito. Destilándolo tanto que llega definirse a través de su imaginería, incluso de un objeto que lo personifica como si fuese un icono, huyendo del psicologismo del western USA en los 50. Django, por ejemplo y ahora de moda, llega al punto de no necesitar ni aparecer: con leer su nombre en el título, tan evocador, ya has visto la película. Lo cual, pienso, conduce a la fascinante hibridación que de manera tan natural se da en el Spaghetti entre western y fantástico.

Así mientras el western USA derivaba hacia el ascetismo y la abstracción, con ese grado cero que marca el ciclo Ranown de Budd Boetticher, el Spaghetti replicaba con una ceremonia del exceso.

Y hay ironía, desde luego, pero creo que hay todavía pesa más la mitomanía. Es su interpretación particular de un espacio mítico que Leone equiparaba muy agudamente al universo grecolatino. Leone decía que el western era el equivalente a La Odisea o La Ilíada. Unos leyendas convertidas en universales, transculturales, y por tanto legítimamente reinterpretables. El western lo mismo. Era mitología universal, porque en realidad no contaba la historia de los USA, sino la historia imaginaria, mítica, y había trascendido a todos los países que al consumía. Por lo tanto era legítimo un italowestern que llevase a una idiosincrasia mediterránea aquellos nuevos mitos, saturándolos de violencia colorista, iconografía religiosa –litúrgica e iconoclasta por igual-, espíritu ácrata, sentido de lo grotesco, cinismo y  alegría de vivir. Un género progresivamente demencial, cochambroso y brutal, pero siempre vivo incluso en sus estados más terminales.

El prólogo histórico-sentimental de Juan Gabriel García –autor de Los españoles del Western entre otros- sintetiza el impacto juvenil que aquellas películas tuvieron en muchos de nosotros al tiempo que repasa sumariamente su deriva histórica. A partir de ahí los autores se reparten con estilo homogéneo, fanzineroso e inmediato las 33 reseñas que componen el precioso volumen en formato bolsilibro. Aportan datos sobre las ediciones en DVD en España, despachan con agilidad coloquial –a veces demasiado y abusando del barbarismo- las películas y cubren a través de ellas desde los inicios pre-Leone con la formidable Antes llega la muerte del gran Joaquín Romero Marchent hasta la contaminación del western USA trasladado a Almería en la simpática El Condor, sin faltar los picos de esplendor, los abismos crepusculares y lo personajes-tipo (Ringo, Django, Sartana, Sabata…) con sus rostros-estilo, reivindicando alguno de ellos con entusiasmo compartible, caso de Gianni Garko del cual se rescatan algunos títulos oscuros de lo más reivindicables.

Precisamente esta validación del título menor, del feo y olvidado, resulta lo más interesante de un libro especialmente recomendable para no iniciados. Entre las pegas, que las hay, lo de menos es su estilo de redacción –esto ya es cosa de gustos- y lo mayor es su caprichosa ordenación; ni cronológica –la ideal por colaborar a dar un visión evolutiva/involutiva del asunto- ni alfabética, simplemente aleatoria, dando la impresión de haber sido escrito a golpe de memoria.