Un precioso paisaje canadiense se abre al idílico Jackson Lake. Estoy entrando ya en el P.N.Yellowstone. Me sobrecoge, como muchos años atrás, la Islandia de “mis amores”, por esta afinidad singular y sin parangón de alucinantes colores ígneos, gualdos, verdes, azules, añiles plateados, cerúleos, zarcos, grises, cristalinos, esmeraldinos o asalmonados…
Todo ello, conjugado en una paleta de pintor impresionista que bulle a temperatura infernal.
Lagos, pinos, nieve, se asoman curiosos a un caldero impresionante de inmensas fumarolas, vaharadas de dragón, géiseres, olores acedos de azufre en suspensión.
Conviven aquí los alces, lobos, coyotes, osos, bisontes, marmotas, pelícanos, aves rapaces… son habitantes oriundos de una región dominada por poderosos surtidores de aguas subterráneas hirvientes.
Hablaba antes de mi pasión por Islandia, pero bien es cierto que pese a las analogías, estos surtidores, estas “piscinas termales”, son inmensamente más numerosos, colosales y grandiosos, en tamaño y cantidad.
Aquí se puede comer un poco de todo, y: ¡sorpresa! ¡Hay una oficina postal! Comprar sellos en la Costa Oeste de los Estados Unidos, hasta el momento, se me antoja una tarea imposible…
Bueno, otra parada nada desdeñable, varios grados por encima de notable, la encuentro ante la impresionante cascada de Gibbon Falls, con un magnífico tapiz de fondo de pinos. Concluyo mi jornada en los preciosos paisajes coloristas de Artists Paintpots.