Han sufrido la virulencia de la crisis económica con una reducción generalizada de unos beneficios que se antojan irrisorios (15.000 millones de nada en el caso de los bancos…). Se han visto obligados a convertirse en inmobiliarias improvisadas por haber concedido hipotecas a diestro y siniestro ingenuamente y pensando siempre en el bien de las familias. Han tenido que cerrar (siempre pensando en la estabilidad del llamado sector financiero) el grifo de la financiación, otrora abierto de par en par, a pesar de recibir miles de millones de euros de las arcas públicas. Y, además, han sido víctimas de una injusta campaña de acoso y derribo desde los medios de comunicación y los sindicatos.
Después de esos durísimos esfuerzos y ese sufrimiento al que se han visto sometidos a lo largo de los dos últimos años, el Gobierno ha planteado una “imbecilidad”: que las transferencias bancarias internacionales tengan una tasa con la que tratar de repartir la riqueza y ayudar a los países pobres en un mundo asquerosamente desigual. Y claro exhaustos, los pobres, ante todos estos imprevistos han respondido que no, que es demasiado.
Y es que esta ‘Tasa Tobin’ para la banca no es el único ataque visceral y sin sentido del Gobierno. También ha lanzado el globo sonda de un impuesto para que futuras caídas no tengan que ser cubiertas con dinero procedente del bolsillo de todos los españoles. Por eso, es comprensible que los nervios estén a flor de piel y algunos de sus directivos arremetan contra Zapatero por inventarse “majaderías”. Si es que no entendemos a estos pobres obreros del dinero, que hacen todo por el beneficio de la sociedad.