El estaba convencido de que los trofeos que le daban era por sus merecimientos, que inundaba su vitrinas de nominaciones y que los periodistas le votaban porque era el mejor.
Y fue tan valiente que se atrevió a desafiar al ser superior y pensó, inocente, que saliendo del Real Madrid seguirían sus premios.
Y nunca le citaron aquel viejo refrán asturiano que dice que el que paga al gaitero elige la canción.
Pobre Cristiano. No se lo esperaba. Tantas veces ganándole a Messi con los votos, tantas veces cambiando las normas para que le beneficiaran, tantas veces llevándose premios de esa manera que pensó que nada cambiaría.
Pero llegaron los premios de la UEFA y él ya no vestía de blanco, y la “vechia signora” no tiene tanto poder en las cloacas.
Y ganó Modric. No podía ganar Keylor porque la moda ahora es Courtois, Ramos no tiene nivel y sería muy extraño, pero Modric cumplía los parámetros.
Y en Madrid, alguien sentado en un sofá, acariciaba un gato sonriendo.
Y atreviéndose a decirle al que le servía la copa:
Si me lo propongo, el próximo es Mariano